«Ligeramente embarazada» (Knocked Up, EE.UU., 2007, habl. en inglés). Dir. y Guión: J. Apatow. Int.: S. Rogan, K. Heigl, P. Rudd, L. Mann, J. Segel, H. Ramis.
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En «Ligeramente embarazada», el guionista y director de «Virgen a los 40 años», Judd Apatow, además de aumentar su fama e ingresos (es la comedia más taquillera en lo que va de 2007 en EE.UU.), mejora la fórmula de su film anterior. El guión es más elaborado y aún menos «correcto», y como director, vuelve a dar plena libertad a los actores como para que todos luzcan como gente real, aunque encarnen estereotipos. En lo que se equivoca es en la extensión de la película: 130 minutos; así no hay ritmo que aguante.
Todo empieza una noche en que la bella y elegante Alison (Katherine Heigl) decide celebrar su ascenso a conductora del canal «E!» en un boliche, y se pasa de copas lo suficiente como para terminar en la cama con el impresentable desconocido Ben (Seth Rogan), al que mira con verdadero asco la mañana después, antes de despacharlo sin mucho trámite para olvidarlo inmediatamente. El problema es que, pasadas unas semanas se descubre embarazada y, sin saber muy bien por qué, decide participarle la noticia al sorprendido futuro padre.
Lo que sigue son los esfuerzos de ambos para congeniar sus mundos mientras deciden qué hacer con el embarazo y, ya que están, conocerse un poco. El entorno principal de Alison es una hermana controladora (inefable Leslie Mann), un cuñado que vive con profunda desdicha su vida conyugal (Paul Rudd, que acá se revela como un buen imitador), unas cautivantes sobrinitas y dos directivos de «E!» a quienes lo último que quiere hacer es confesarles su estado, a ver si todavía pierde su recién ganado protagonismo.
El de Ben es un mundo de hombres: vive con cuatro amigos, a cual más nerd, con los que finge trabajar elaborando un juego de internet que consiste en adivinar a qué altura de un film aparece desnuda la protagonista. Todo lo cual da pie al costado hermanos Farrelly de Apatow, vale decir una catarata de localismos y guarradas, que al menos por aquí, sólo causan gracia cuando este mundo se cruza con el de Alison y sirve para ejemplificar que hombres y mujeres no suelen reírse de las mismas cosas.
Más que los contrastes, que son francamente exagerados, lo que hace atractiva esta comedia, narrada desde un punto de vista eminentemente masculino, son los diálogos, en especial las discusiones matrimoniales de hermana y cuñado, que a más de uno habrán de resultarle conocidas. Otro acierto son las resoluciones, bastante inesperadas en un producto como éste.
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