9 de febrero 2006 - 00:00

"Encuentro de amor"

Toni Collettey GotaroTsunashimadurante suviajeconflictivo en«Encuentrode amor», deSue Brooks.
Toni Collette y Gotaro Tsunashima durante su viaje conflictivo en «Encuentro de amor», de Sue Brooks.
«Encuentro de amor» (Japanese Story, Australia, 2003, habl. en inglés y japonés) Dir.: S. Brooks. Guión: A. Tilson. Int.: T. Collette, G. Tsunashima, M. Dyktynski, L. Curran,Y. Tanaka, K. Atkinson, J. Howards. J. Smithers. PROYECCION EN DVD.

"Japanese story", el título original de esta película, la nombra mucho mejor y, sobre todo, no miente. En ella hay un encuentro, sí, el de una geóloga australiana y el hijo de un japonés que tiene acciones en la empresa donde ella trabaja y que la toma de chofer y guía en su primer viaje a Australia. Pero ese encuentro es más que uno «de amor», de hecho aunque algo pasa, no llega a amor pero marca un antes y un después en el interior de los protagonistas.

Ella, Sandy, es Toni Collette, quien pese a no poder sacarse de encima la gordita de «El casamiento de Muriel», probablemente porque fue su único protagónico, trabajó en «Sexto sentido», «Las horas», o «En sus zapatos», casi todo personajes chicos, pero todos admirables. Lo cual es un detalle importante, fundamentalmente en la primera mitad del film, que puede llegar a exasperar al espectador impaciente. Esa parte parece una de esas comedias de parejas desparejas (inoculado por el título local, uno sólo espera que terminen de caerse mal), para completar, con choque de culturas.

El japonés Hiromitsu se comporta como «un tarado» -tal cual como lo define la australiana-, que se la pasa contestando «hai» a las preguntas de Sandy, cuando se digna a contestarle, al que hay que cargarle la valija o trasladarlo adonde se le canta, no importa que haya que pasarse el día manejando. Así es como se les entierra el jeep en pleno desierto australiano (bellísimo y desolador), tras largas secuencias silenciosas, donde la única «acción» está a cargo de, por supuesto, la cámara fotográfica de Hiromitsu y el expresivo rostro de Collette. Pero ahí se gesta algo, evidentemente. Algo que, mientras tanto, hace acordar a «Perdidos en Tokio».

Ese algo salta a la vista tras un sorpresivo giro de la vida. Un imponderable de esos para los que nadie puede estar preparado. Y empieza otro film. Por un lado, el de Toni Collette, donde ya no sólo se expresa su rostro sino todo su cuerpo se lo mire desde donde se lo mire, incluso de espaldas. Por otro, el despojado y sereno que termina de revelar a una directora ( Sue Brooks) y una guionista ( Alison Tilson); la compositora Elizabeth Drake ya había cautivado desde el vamos, con su música bella, auténtico puente entre dos culturas. Y finalmente, eso: las diferenciasentre occidentales y orientales hasta para sufrir. Básicamente, el abismo entre una civilización atravesada por la culpa y otra por el pudor y la vergüenza.

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