21 de agosto 2006 - 00:00

Estrena el Colón la ópera que más odiaron los nazis

ElnorteamericanoStefan Lano,titular de laOrquestaEstable delColón, dirigirá«Jonny toca» apartir demañana.
El norteamericano Stefan Lano, titular de la Orquesta Estable del Colón, dirigirá «Jonny toca» a partir de mañana.
En vísperas del estreno de «Jonny Spielt Auf» («Jonny toca»), ópera en dos actos y once cuadros de Ernst Krenek, dialogamos con el director bostoniano y actual titular de la Orquesta Estable del Teatro Colón, Stefan Lano. Conductor de extendida trayectoria nacional e internacional, Lano tendrá a su cargo la dirección musical de las cinco funciones previstas de esta obra, la primera de las cuales se realizará mañana y a la que seguirán el 25, 27 y 29 de agosto y el 1° de septiembre, para los abonos habituales y una extraordinaria, la del martes 29, con un solo cambio: Virgina Correa Dupuy en lugar de Cynthia Makris, que asumirá el papel de Anita en las cuatro representaciones restantes.

La régie es una creación de Marcelo Lombardero con escenografía de Daniel Feijóo, vestuario de Luciana Gutman y dirección del coro del titular Salvatore Caputo.

Periodista: ¿Qué criterio guió al nazismo para hablar de «música degenerada» y, dentro de esa categoría, cómo se ubica la ópera de Krenek que ahora se estrena en el Colón?

Stefan Lano: Todas las obras que no se basaron en la filosofía artística del Tercer Reich, es decir, la de los señores Himmler, Goebbels y Hitler, han sido calificadas como de música degenerada pretendiendo de esa manera una forma de arte que sólo tuvo después una similitud en el arte de la Unión Soviética, arte que todavía se puede ver en la Europa oriental. Entonces compositores como Viktor Ullmann, y hasta Richard Strauss, que sería uno de ellos si no hubiera sido alemán, ya que ni su «Electra» ni su «Salomé» están basadas en la filosofía del Tercer Reich, entran en esa categoría. En cambio Krenek es otra cosa.

P.: A Strauss suele condenárselo como simpatizante del régimen nazi.

S.L.: El de Strauss es un caso complicado. Estando yo dirigiendo en Aachen hace años, supe que Strauss había estado en Munich como Presidente de la música de cámaradel Tercer Reich, y que lo echaron cuando descubrieron un telegrama que llegó a su mujer, que era judía, diciendo «esperemos hasta que estos tontos se vayan y habrá nuevamente tranquilidad en nuestro país». Lo despidieron y al intendente general de Aachen, que fue un nazi un poco más conforme, lo enviaron a Munich a tomar el cargo de Strauss. Todo esto lo sé por un viejo músico jubilado de Orquesta de Aachen, que me contó lo que sucedía en esos tiempos. Hay fotos, además, que muestran a Strauss saludando a los jerarcas nazis. Strauss era un hombre muy rígido, algo que iba con el régimen, y a ellos se los ve felices saludando a un gran músico alemán.

P.: Y Krenek, entonces...

S.L.: Krenek no era judío, pero cuando llegó a Viena con su «Jonny» con veintisiete años y exponiendo la temática de Jonny, también molestó. Jonny trata del futuro. Está mirando hacia los Estados Unidos y naturalmente eso no resulta cómodo. En esta producción Jonny aparece como un negro un poco al estilo de Al Jonson, en realidad, un blanco pintado de negro. Es una caricatura de lo que representaba un negro en los años 20, algo exótico, algo gringo con acordes de jazz, todo sintetizado en la imagen de los Estados Unidos. Hacia el final, Jonny está encima de un globo que representa al mundo, tocando su violín, como diciendo: «voy a tocar jazz con un instrumento de la vieja Europa».

P.: Profetiza el fin de la cultura tradicional.

S.L.: La temática de Ernst Krenek parece decir «el nuevo mundo va a ganar, vamos a dejar al viejo mundo y seguiremos hacia delante con la modernidad». Todo el simbolismo de la Bauhaus y del art noveau están presentes en los diseños de Daniel Feijóo y en el trabajo de Marcelo Lombardero, pensados para esta producción del Colón. Habrá hasta fuegos artificiales en la puesta. Hay una secuencia muy pomposa donde dice «todo el fuego es el mío» y Jonny está tocando el violín que robó y esto es como si fuera una marcha en Nueva Orleáns. Al principio la gente quizá se sienta extrañada con la obra, pero luego cuando comprenda que esto es un «music-hall», una revista, una opereta, todo sintetizado, la va a amar.

P.: ¿El Jonny de Luciano Garay entonces, es un negro pintado, casi de un « musichall»?

S.L. : Sí, está caracterizado como Al Jolson, negro con la boca pintada de blanco. Su flexibilidad actoral también le permite expresarse con distintas caras un poco a la manera del Jim Carrey de «La máscara».

P.: ¿Cómo es el lenguaje musical de la obra?

S.L.: Es muy ecléctico. Por ejemplo, hay una escena cuando Ivonne entra en escena. Ivonne es una mucama en un hotel en Suiza, francesa, un poco ninfomaníaca, quiere ir a dormir con Jonny y también con Danielo. Una evocación de la música del tercer acto de «Lulú» de Alban Berg se experimenta cuando Ivonne y Anita se lamentan por no haber tenido una buena noche de amor. El efecto es muy claro. Para mí es un homenaje a Berg. Hay algo muy rítmico -un 4/4- con una melodía muy sinuosa, un parlado de los cantantes a la manera de Alban Berg. También encuentro algo de las operetas de Kalman. Tocando «Jonny» me di cuenta de cuánto hay de la opereta vienesa en la obra de Krenek. Como en la opereta, aquí las palabras son muy importantes, tienen un valor muy especial. Por eso, en algunos de esos momentos lo he dirigido como un «Allegretto moderato» y no como un «Allegro vivace», respetando así el estilo de la opereta.

P.: ¿Usted tuvo oporunidad de frecuentar a Krenek en Europa?

S.L.: Estando en Grass lo conocí, y luego en Viena en ocasión de la puesta de «Carlos V», también de Krenek, trabajando con Erich Leinsdorf lo volví a ver. Llegó con una camisa hawaiana y fumando un largo habano, muy bronceado al estilo californianio, una imagen copiada del Hollywood dorado. Recordemos que Krenek murió en Palm Springs. Lo conocí, lo saludé, pero no fue mucho más.

P.: Volviendo a la música y la política, ¿hay relación estrecha entre ellas o esto es sólo una falacia?

S.L.: Hoy en día, y esto ocurre desde hace más o menos un siglo, la música y la política están tomando caminos diversos. La concentración del pensamiento político se vuelca en los negocios, en la plata, en los «affaires» internacionales que llegan a un punto donde hay un gran intercambio de dinero. En cambio en la ciencia y en la cultura no siempre se trata de dinero. En los Estados Unidos la medicina hace muy buenos negocios aunque el medicamento no sea el más eficaz para el enfermo. En cambio nadie va a morir si no tocamos en el Teatro Colón, tampoco si no hay biblioteca nacional, o no hay mucha cultura en la ciudad. Se necesitan políticos con la visión de un Juan Pablo II, que sostengan que la sociedad necesita de la cultura. Son esas las cosas que significan motores para la sociedad de hoy. En Alemania, por ejemplo, no hay un interés especial por la cultura... tampoco lo hay en los Estados Unidos. Bush no tiene ningún interés por la música ni la cultura. Todo esto depende de la voluntad política de quienes detentan el poder.

P.: ¿Qué países están, según su visión, más interesados por la cultura musical?

S.L.: Yo diría que España, Lituania y Finlandia. En cambio en otros países se nota un menor interés por la cultura musical. Los políticos tienen sus prioridades y no son las de la música.

P.: ¿Cree que el conflicto que se genera en Israel, por ejemplo, con la obra de Wagner, está justificado?

S.L.: Hay muchas cosas estúpidas que ha escrito Wagner con relación al antisemitismo y a los judíos en la música, pero él ha sido un gran compositor. Su pensamiento responde a veces a la misma época en que vivió, pero Wagner escribió y compuso música que los nazis utilizaron para exaltar sus ideas de poder y de grandeza como bases de su movimiento político. Pero también ellos utilizaron a Brahms, a Beethoven y hasta a Bach para mostrar la supremacía política de Alemania. Entonces se comprende que en ocasiones en Israel la música de Wagner pueda provocar dolor en vista a todo lo ocurrido con el Holocausto. Hay que hacer como dice Barenboim: «Basta ya con todo esto. Estamos hablando de música, del arte de Richard Wagner y no de sus pensamientos equivocados. Yo admiro mucho lo que hace Barenboim con judíos y palestinos en contra de las ideas de los políticos esquivos. El está tratando de juntar a la gente joven de ambos países en una orquesta como la Divan, en una misión que yo calificaría como maravillosa.

Entrevista de Eduardo Giorello

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