16 de marzo 2001 - 00:00
Gazzara: "Sin locura no se puede trabajar"
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Como actor tuvo una de las mejores carreras de Hollywood, pero su vida personal estaba repleta de secretos, abusos y engaños
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Periodista: ¿Qué han hecho estos días, además del workshop?
Al Ruban: Sólo pude ver una película. Creerán que estoy loco, pero me metí en un homenaje a cinco cómicos argentinos, de los cuales estaban los tres que siguen vivos, y los hijos de los otros dos (se refiere, por supuesto, al homenaje a los Cinco Grandes del Buen Humor). No entendí nada, pero fue muy bueno, la audiencia estaba emocionada, la película, «Locuras, tiros y mambo», era graciosa, lo pasé muy bien. Y además estaba Blanquita Amaro, que vive en Miami.
Ben Gazzara: Yo en cambio soy un chico malo. Voy a un festival de cine y no veo ninguna película. Pero comí muy bien. Ya me conozco todos los restoranes de Mar del Plata.
P.: Usted fue una estrella del cine y de la televisión norteamericanos, luego lo olvidaron, ahora está de nuevo. ¿Qué piensa de esta segunda resurrección?
B.G.: ¡Tercera! Cuando me olvidaron en mi país, resucité como estrella de los policiales italianos. Hice cada uno, incluso con Giuseppe Tornatore, que después se volvió poeta. Y ahora los jóvenes han visto en las escuelas mis trabajos con Cassavetes, Ruban, etc., y América me ha vuelto a llamar, para estar con los nuevos independientes. Pero no soy una estrella, soy un actor de carrera. Las grandes estrellas nunca se olvidan, y además ganan mucho dinero. Y si las olvidan, ninguna se puede quejar. Nadie se puede quejar si la olvidan después de ganarse 20 millones de dólares por película.
B.G.: Ojalá no me hubiera preguntado. Me ofrecieron un papel. Mándenme el guión, les digo. Qué te pareció. No vale la pena ni terminar de leerlo. Igual lo tenés que hacer. Bueno, si hay que hacerlo, si pido mucho no me van a molestar más. Pido mucho. A la semana el tipo me llama de vuelta: «Me pusiste el revólver en la cabeza, pero tomá el dinero». Tuve que hacerla, pero ni me molesté en verla. Tampoco gané veinte millones, ni mucho menos. Y la próxima que haga, ya está el contrato, no sé si tampoco iré a verla, pero estoy contento, porque se va a filmar a dos cuadras de mi casa en Italia.
P.: Pero algunas películas suyas deben gustarle.
B.G.: «Maridos», la llevo en lo profundo de mi corazón, y «The killing of a chinese book-maker», ambas de Cassavetes. ¿Por qué? Pasó algo curioso. Yo en ese momento estaba lejos de esa clase de trabajos, pero a medida que filmábamos, la amistad con Cassavetes era cada vez mayor. «The killing...», además, qué cosa tan fantástica. Y después, una de Bogdanovich que filmamos en Singapur, «Saint Jack», que demandó un gran esfuerzo, y sé que acá en la Argentina la prohibieron. Ahí hacía de cafisho.
Química
P.: ¿Y con qué mujeres tenía química?
B.G.: Con todas, por supuesto. Pero le diré, en toda mi carrera, yo quedé especialmente fascinado con una: Audrey Hepburn. Más que actriz, que era buena, era un ser humano increíble. Y qué belleza.
P.: Otra belleza fue Ornella Muti, en «Historias de locura común».
B.G.: Es cierto, otra belleza con quien trabajé fue Ornella Muti. Encantadora. Y muy tímida, porque decía que no era buena actriz. Pero trabajó mucho, y lo logró.
P.: ¿Cómo hicieron las escenas de desnudo?
B.G.: Nooo, no diré nada. Otra pregunta.
P.: ¿Y cómo fue trabajar con el director, Marco Ferreri?
B.G.: Me gustó mucho, porque Marco Ferreri estaba totalmente loco, y me gusta la gente loca. El primer día de rodaje, la primera escena, empezamos y él enseguida dice, con su vozarrón, «¡Stop! Va bene». Y manda hacerla de nuevo. Y enseguida, otra vez, «¡Stop! Va bene». Descanso. Y se aleja unos metros. ¡Y se empieza a pegar a sí mismo, cada trompada, con la izquierda, con la derecha, unos tortazos bárbaros!
Y gritaba: «¿Seré un tonto? ¿Estaré haciendo todo mal?» Y estaba haciendo un peliculón. Un hombre así no necesita enemigos.
P.: ¿Cómo elige sus trabajos? Si está con los independientes, ¿participaría en una película argentina de bajo presupuesto?
B.G.: Al leer el guión, veo lo que siento por dentro. No me importa si es comedia, drama, película de dos pesos o de gran presupuesto. Algo me tiene que pasar por dentro, debo sentir que es una buena historia. Después vemos qué tal es el director, el productor... No me importa el dinero. Hagan la oferta y después hablamos. Lo único que les pido es que no me vengan con halagos, «Usted, con esa voz...», qué voz, si no tengo.
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