«Hannah Montana 3D en concierto: lo mejor de dos mundos» («Hannah Montana/Miley Cyrus: Best of Both Worlds Concert Tour», EE.UU., 2008; habl. en inglés). Dir.: B. Hendricks. Int.: M. Cyrus, B. Ray Cyrus, P. Becker, los Jonas Brothers.
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Con el estreno de esta película, dos salas vuelven a inaugurar uno de los sistemas más antiguos y artificiosos de ver imágenes, el 3D, al que Hollywood suele recurrir cada vez que la competencia lo intimida. Lo hizo en los '50, con el nacimiento de la televisión; en los '80, con la popularización del VHS (la tercera parte de « Tiburón» se hizo en 3D), y nuevamente ahora, tal vez en el momento más crítico de su historia luego del estallido de la oferta multimedia.
El 3D de ahora, limitado hastahace poco sólo al Imax, se vale del mismo recurso de los lentes especiales, aquellos que se usan en el Epcot de Orlando, aunque con una proyección digital que ha afinado (sólo un poco) las tomas de cámara y la profundización de campo, más el frecuente jugueteo con los logotipos. Sin embargo, el resultado es idéntico: pasados unos pocos minutos, una vez que cesa la novedad y el espectador se habitúa a esa forma de ver la película, la diversión se va atenuando. El cine de animación, o el de aventuras, son algunos de los géneros más adecuados para este sistema que, en el fondo, nunca alcanzó la categoría de realmente serio. Es difícil imaginar, por ejemplo, un drama rodado en 3D.
Inclusive, cuando hoy se ve un clásico como «Crimen perfecto» de Alfred Hitchcock (que rara vez se proyecta en su 3D original), las escenas donde se evidencia la imposición que tuvo el director para justificar el formato ( tijeras hacia la cámara, el tubo del teléfono en primer plano) resultan no sólo gratuitas sino un tanto vergonzantes.
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