A comienzos de los años sesenta, cuando Laura Ramos tenía cinco años y su hermano Víctor siete, con sus padres -la feminista Faby Carvallo y el historiador y político Jorge Abelardo Ramos- se instalaron por siete años en Montevideo. Allí conocieron, a través de vecinos y amigos, a María Luisa, una viuda española que, además de modista le gustaba cuidar a los chicos para ayudar a sus padres. Era reservada, atenta y generosa, siempre sorprendía con algún regalo para esas familias modestas con las que colaboraba.
Laura Ramos: crónica real sobre una "nanny" insospechada
La autora acaba de publicar "Mi niñera de la KGB", un libro entre biográfico y familiar sobre una cuidadora que tuvo de niña, que trabajaba como agente encubierta para los soviéticos
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Laura Ramos acaba de publicar "Mi niñera de la KGB"
Fuerte fue la sorpresa, para los hermanos Ramos, enterarse más tarde de que habían tenido como niñera a una miembro de la KGB, y que acaso habían servido de cobertura a su tarea de instalar en Uruguay un Centro de información para la URSS y de dotar de una nueva identidad a espías que pudieran entrar en Estados Unidos, principalmente, para conseguir datos sobre nuevas armas atómicas estadounidenses.
Decidida a saber quién era realmente María Luisa, Laura Ramos comenzó a realizar viajes de investigación que la llevaron a identificarla como África de las Heras, una niña de clase alta en Ceuta, una revolucionaria en la Guerra Civil Española, paracaidista y partisana contra los nazis, secretaria cómplice del asesinato de Trotski, y por interés propio en el intento de asesinato al Che Guevara en Punta del Este. Con prosa magnética, “Mi niñera de la KGB” (Lumen) es una obra despliega también una conmovedora novela familiar.
Dialogamos con ella.
Periodista: ¿Qué sentiste cuando tu hermano te contó lo que se había descubierto de “la niñera”?
Laura Ramos: Lo que más me impresionó fue su participación en el asesinato de Trotski, fue como si me hubieran dicho que ella había matado a nuestro padrino. Trotski era emocionalmente, a través de mis padres, una figura muy cercana desde chiquitos. Luego, al seguir su itinerario, pude verla como una mujer adelantada a su tiempo, una militante entregada a su causa, llevada por el ardor revolucionario.
P.: ¿Qué hizo de África de las Heras, una chica de clase alta, una militante?
L.R.: Tuvo que haber habido una herida, un ultraje, que la llevó a romper con su familia y a adoptar otra identidad. A una uruguaya le dijo que era hija de una gitana y su padre, a otra de una gitana y su tío. Hay en eso una fantasía de exclusión. Decía: "mi familia son los obreros comunistas". Su nombre clave fue Patria, no por España sino por la Unión Soviética, nacionalidad que adoptó.
P.: La primera parte del libro es cómo María Luisa se vuelve espía, en la segunda su relación con ella convierte la obra en un bildungsroman…
L.R.: La primera parte es como una novela de espías clásica, la segunda una novela emocional, familiar, la única manera de escribir este libro era contar eso, sino iba a ser una de Le Carré, eso no me interesaba.
P.: ¿Tu madre es La Maga protagonista de “Rayuela”?
L.R.: Creo que no, pero hay un grupo de uruguayos que argumentan que sí. Hay una Maga oficial, pero es posible que Cortázar haya incorporado elementos de Faby. Ella estuvo en París, y se comentaba su forma de ser, sus actitudes, sus ideas.
P.: ¿En qué le sirve a María Luisa casarse con el escritor Felisberto Hernández?
L.R.: Seduce en París a un uruguayo con fama, pobre, anticomunista, que le permite obtener la ciudadanía. Cobertura perfecta para instalar en Montevideo un Centro de documentación y radiotransmisión con la URSS. Apenas pudo se divorció, pero lo siguió ayudando con el oro de Moscú, acaso para silenciarlo.
P.: Luego un nuevo matrimonio…
L.R.: Decidido por la KGB con Valentino Marchetti, superior jerárquico que sería responsable de la red latinoamericana, al poco tiempo abrieron como pantalla Antiquariat, un local de antigüedades.
P.: Se sospecha que ella lo mató…
L.R.: Valentino ya no coincidía con las posiciones políticas de la URSS, se había vuelto crítico, apoyaba al Mariscal Tito. Esther Dosil, captada por María Luisa y convertida en espía, dejó antes de morir una grabación donde revela secretos espeluznantes que yo cuento en el libro. Sostiene que María Luisa envenenó a Valentino por su desviación ideológica. Según un documento la KGB no le ordenó ese crimen, sino que lo cometió por propia voluntad.
P.: Otro crimen que se le atribuye tiene que ver con el intento de asesinato de Ernesto Guevara en el marco de la reunión de la OEA en Punta del Este en agosto de 1961…
L.R.: Arbelio Ramírez, marido de Esther Dosil, también captado por María Luisa para el Centro para la identidad de ilegales, habría querido salirse del aparato de la KGB. Se aprovechó un acto del Che Guevara en el paraninfo de la Universidad, donde Arbelio estaba cerca de Guevara, para liquidarlo.
P.: Hacia el final de “Mi niñera de la KGB” hacés de ella una semblanza crítica, pero a la vez la mostrás como heroína...
L.R.: Se tiró en paracaídas sobre las fuerzas nazis que invadían la URSS, fue partisana en los bosques de Ucrania, ayudó a cientos de españoles a escapar del franquismo y llegar a Francia, supo asumir a pleno sus diversos roles de topo: colaboró en el asesinato de Trotski, dibujó el plano de la casa de Frida Kahlo que entregó a la KGB y mantuvo hasta el fin de su vida amistad con Ramón Mercader, tal vez pudo haber asesinado a sus colaboradores Arbelio Ramírez y Valentino Marchetti. Esto lleva a un dilema que plantea la ética los casos en que se piensa si vale matar a una persona para salvar hipotéticamente a la humanidad.
P.: Luego de “Infernales. La hermandad Brontë” y “Las señoritas. Las maestras estadounidenses que Sarmiento trajo a la Argentina” y este salto tan personal al siglo XX con “Mi niñera de la KGB”, ¿qué estás escribiendo ahora?
L.R.: Un libro sobre mujeres de principios del siglo XX.



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