12 de octubre 2001 - 00:00
Llevan al teatro novela de Kureishi
Periodista: ¿Cómo surgió este proyecto?
Javier Daulte: Gabriela hizo la adaptación teatral de la novela y me invitó a dirigirla con ella. Yo ya conocía la obra de Kureishi, tanto sus guiones cinematográficos como su narrativa, pero al principio me resistí a conectarme con este material porque recién acababa de separarme y me parecía que no iba a poder pasar de la segunda página. Pero la novela me gustó mucho y la adaptación de Gabriela me pareció brillante. Fue ahí que me propuso dirigirla juntos y a todo esto se sumó un contacto personal y muy fluido con el autor, al que tuvimos que contactar para que nos cediera los derechos.
P.: ¿Qué tan fluido fue el contacto con el autor?
Gabriela Izcovich: Tenemos una relación de varios mails diarios. Ayer, justamente, me envió su última obra teatral, que recién terminó de escribir. Con él cometí la misma locura que con Antonio Tabucchi cuando adapté «Nocturno hindú». Hice todo lo posible para contactarme con Kureishi y enviarle mi versión. En este caso tenía un poco de miedo, porque me había enterado vía Internet de que Patrice Chéreau iba a llevar al cine la misma novela. Casi me muero. «¡No me va a dar nunca los derechos!», pensé. Finalmente logré, mediante una conexión vía Barcelona, que me dieran su teléfono y le pedí a mi mamá -que maneja el inglés a la perfección-que lo llamara. Terminó hablando con su esposa, que muy amablemente nos dio su dirección. Y a los diez días de haberle enviado la obra empezó a escribirme e-mails.
P.: ¿Y qué pasó con la versión de Chéreau?
G.I.: Sé que su película se estrenó en Europa, pero Kureishi me explicó que no tiene nada que ver con la novela, que en realidad está basada en uno de los cuentos de «Amor en tiempos tristes». O sea que su versión no nos perjudicó en absoluto.
P.: ¿Se trata de un monólogo interior?
G.I.: No, yo diría que son los pensamientos de un hombre que decide dejar a su mujer después de seis años de convivencia. Allí aparecen todas sus contradicciones, sus idas y venidas, su relación con dos amigos íntimos que lo aconsejan de manera opuesta...
J.D.: La novela es inadaptable al teatro porque es lo más parecido a un diario íntimo, donde el protagonista está obsesionado por lograr su libertad existencial. Lo que importa son sus reflexiones, mientras que lo anecdótico -la disyuntiva de dejar a su mujer por su amante-pasa a un segundo plano. Gabriela logró captar la teatralidad de algo muy sutil y el espectáculo poco tiene que ver con un monólogo. En él se exponen vínculos y situaciones. Ese es el mérito más grande de la versión y al mismo tiempo uno reconoce que es «Intimidad». No es otra cosa.
Intención
G.I.: El problema con este hombre es que lo dice todo y uno siente que, en realidad, no se puede decir todo lo que uno piensa, ni siquiera a uno mismo, porque no se soporta, y sin embargo Kureishi lo hace. El protagonista de «Intimidad» es un peso pesado, alguien que perturba el cerebro y moviliza la existencia de todos los que lo rodean, arrastrándolos en una tremenda vorágine.
J.D.: Es alguien que se anima a mandar todo al demonio, que es capaz de inmolarse y de descender a los infiernos. Para responder a su impulso vital tiene que atravesar un proceso destructivo y aun sabiendo que va a arruinarle la vida a sus hijos sigue adelante. El dice en un momento: «La familia feliz es la última utopía que nos queda» y también «la familia es la institución más egoísta que existe». Son afirmaciones que en los años '60 o '70 hubieran sonado casi fascistas, hoy nos resultan perturbadoras. Kureishi es muy valiente al plantear estas cosas y creo que con lo que ha cambiado el mundo de hoy, esto es lo que importa contar ahora.
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