«Ernani». Opera de Giuseppe Verdi. Con Patricia Gutiérrez, Gerardo Marandino, Luis Gaeta, Ariel Cazez, Silvina Martino, Norberto Lara y Claudio Rotella. Regie: Daniel Suárez Marzal. Coro del Teatro Roma. Orq. Sinf. de Avellaneda. (Teatro Roma, Avellaneda.)
El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
La primera ópera de Verdi que se representó en la Argentina fue «Ernani». La función tuvo lugar en el Teatro de la Victoria, el 26 de julio de 1849, es decir, a menos de un año de su estreno mundial en La Fenice de Venecia. Desde la última vez que se la escuchó aquí pasaron 37 años.
Se trata de una ópera abundante en situaciones dramáticas, de exuberantes melodías, con arias entusiastas y corales imponentes. El libreto de Francesco María Piave tiene un noble origen literario, el drama de Víctor Hugo «Hernani, ou l'honneur castillan». Aunque Hugo no estaba conforme con la traslación de su pieza teatral a la ópera, sería interesante imaginar qué opinaría si viera «Los Miserables» en comedia musical; en fin, las obras tienen un destino, y si permanecer es uno de ellos, se cumple. En el libreto, Elvira tiene tres enamorados, nobles de estirpe; uno de ellos llegó a ser el Emperador Carlos V. El planteo obliga a conocerlos y asistir a las inesperadas reacciones en busca de su objetivo, ya sea con recursos nobles, violentos o estratégicos.
Desafío
Poner en escena este enjundioso trabajo constituye todo un desafío: son cuatro actos intensos; el telón se levantó a las 21 y bajó la última vez a las 0.20, aunque el tiempo se pasó volando, transitando de un placer al otro, ya que desde lo musical y lo vocal el espectador queda satisfecho y se sobrepone a la tortura que fue «I Capuletti e i Montecchi» de Bellini, lo último que se había montado en el mismo escenario.
Estupendo el Coro y la orquesta más atenta, afinada y homogénea que nunca en lo que va del año. La inteligencia de Daniel Suárez Marzal lo llevó a plantear un escenario despojado, con pocos y sugerentes objetos, luces colocadas con sagacidad. Así, lo importante pasó a ser la acción dramática, la compenetración en el perfil psicológico de cada personaje, el canto y la música.
El vestuario elegido por Mini Zuccheri («La viuda alegre») en el Colón es de muy buen gusto y apropiado. El elenco de cantantes es soberbio, y cada uno dio lo mejor de sí, con entusiasmo y responsabilidad. Algunas debilidades en el 4° acto -después de 3 horas de ópera-pueden atribuirse a la falta de entrenamiento, pero se repusieron y llegaron triunfantes al final, mereciendo la aprobación del público. Vale la pena verla, hay nuevas representaciones el 26, 27 y 28.
Dejá tu comentario