27 de diciembre 2013 - 00:07

Música clásica: de luces y sombras

“La  mujer sin sombra”, vista en la temporada oficial del Teatro Colón, fue  uno de los momentos más altos de la temporada.
“La mujer sin sombra”, vista en la temporada oficial del Teatro Colón, fue uno de los momentos más altos de la temporada.
de un año fructífero e intenso para la vida musical académica local, el Teatro Argentino de La Plata resultó nuevamente la institución estatal con más dificultades. Tras el alejamiento de Marcelo Lombardero antes del comienzo de la temporada, las suspensiones de actividades, reprogramaciones, protestas, medidas de fuerza y otros avatares fueron una constante. Sólo se llegó a estrenar uno de los títulos planteados, "El holandés errante" de Wagner, en octubre, con mejor resultado artístico que respuesta del público, por razones que no excluyen cierto desencanto. Conciertos sinfónicos, de cámara y ballet fueron actividades casi esporádicas en el 2013, aunque afortunadamente el año próximo se perfila más auspicioso para la casa lírica platense.
El saldo en la estación lírica del Colón, en cambio, fue en líneas generales muy positivo y no hubo que sufrir sobresaltos, salvo por incidentes técnicos que obligaron a interrumpir un par de funciones. El punto más alto estuvo en "La mujer sin sombra" de Strauss, impecable desde todo punto de vista; le siguió en nivel de calidad el "Requiem de Guerra" de Britten, aunque se despegue del adjetivo "lírico". Aceptable fue la realización de "Carmen", Rachmaninov se hizo presente con "Aleko" y "Francesca da Rimini" (títulos valiosos, puestas lamentables), José Cura decepcionó cantando y poniendo en escena "Otello" de Verdi, y no convencieron más que por lo vocal las "Bodas de Figaro" y "Bebe Dom", la superproducción encargada por el Colón a Horacio Ferrer y Mario Perusso.
Indudablemente el gran ausente fue Wagner, el otro gran homenajeado del año en el bicentenario de su nacimiento; se argumentará que el 2012 cerró con el mastodóntico "Colón-Ring" y que en el 2014 se escuchará "Tristán e Isolda" dirigida por Barenboim, aunque recortada y sin escena; no se trata entonces de auténticas óperas de Wagner sino de pastiches que deslucen la tradición wagneriana del Teatro Colón.
Las principales entidades líricas privadas, Juventus Lyrica y Buenos Aires Lírica, enriquecieron como es habitual el panorama con productos de calidad pese a haber reducido su cantidad de producciones por razones presupuestarias, y con títulos en casi todos los casos menos audaces que en otros tiempos. La asociación dirigida por Ana D'Anna ofreció la primera "Flauta mágica" con instrumentos de época que se escuchó en nuestro país (gran trabajo del joven director Hernán Schvartzman), un refrescante "Barbiere di Siviglia" a las órdenes del talentoso Hernán Sánchez Arteaga y una emocionante "Bohème" firmada por Russo-D'Anna.
La entidad liderada por Frank Marmorek celebró por su parte sus 10 años con un acertado "Così fan tutte" (Casasbellas-Maritano), producciones escénicas menos lucidas de "Lucrezia Borgia" y "Nabucco" y un cierre de lujo con uno de los hitos en su historia: una magnífica "Jenufa", con puesta de André Heller Lopes y dirección de Rodolfo Fischer, con trabajos actorales y vocales para el recuerdo de Daniela Tabernig, Adriana Mastrangelo y Elisabeth Canis.
La actividad de conciertos fue frenética. En la oferta del Mozarteum se destacaron la Orquesta de Montréal dirigida por Kent Nagano y la del Concertgebouw con Mariss Jansons y el apabullante pianista Denis Matsuev, la magia del flautista Emmanuel Pahud, la voz siempre cautivante de Karita Mattila y el violín virtuoso y profundo de Joshua Bell.
Nuova Harmonia mantuvo un buen nivel de visitas y Festivales apostó a los locales. El Colón aportó grandes conciertos sinfónicos, con la Orquesta Nacional Simón Bolívar de Venezuela dirigida por el fabuloso Gustavo Dudamel y la Filarmónica de Israel con Zubin Mehta, y el exitoso ciclo gratuito de Intérpretes Argentinos, más algunas actuaciones de su excelente Orquesta Académica.
Con solistas menos estelares que en el 2012, la Filarmónica de Buenos Aires volvió a conciliar tradición y modernidad y mantuvo su excelente standard de calidad instrumental (aunque por momentos invada sus atriles cierta apatía) y brindó instancias interesantes, como el infaltable homenaje al centenario de "La consagración de la primavera", la "Tercera sinfonía" de Gorécki, el concierto con música de autores latinoamericanos, el tributo a Wagner y otros.
El Colón Contemporáneo (marcando un hito con el estreno americano de "Prometeo, tragedia dell'ascolto" de Luigi Nono) y el CETC cumplieron impecablemente con su labor de difusión de las nuevas -y no tan nuevas- músicas, al igual que el Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea del Teatro San Martín, en una de sus temporadas más brillantes. Por su parte la Usina del Arte, el colosal complejo ubicado en La Boca, fue habitual sede de conciertos gratuitos, aunque continúa siendo de muy difícil acceso para gran parte del público; medidas simples como la modificación en el recorrido del transporte bastarían para revertir este factor. Por supuesto que la vida musical de Buenos Aires no sería lo mismo sin emprendimientos independientes en ópera y conciertos, de menor enjundia presupuestaria pero de idéntico compromiso, tan numerosos que sería imposible mencionarlos.
Mientras aguarda la inauguración (prevista para el 2015) de la que será su "casa" definitiva, el Centro Cultural del Bicentenario en el antiguo Palacio de Correos, la Sinfónica Nacional desarrolló con normalidad su temporada en el Auditorio de Belgrano. En el interior, en tanto (teatros El Círculo de Rosario, Libertador de Córdoba, de Bahía Blanca, Septiembre Musical Tucumano, Auditorio de San Juan, Centro del Conocimiento de Posadas, festivales de Ushuaia, Llao Llao y Caminos del Vino, entre muchos otros), la actividad musical tuvo gran impulso y nuevos espacios que se consolidan y conviven con los de más tradición.
El hecho que enlutó al mundo musical en el 2013 y que trascendió las fronteras de lo académico y lo nacional fue indudablemente el fallecimiento de la joven soprano Florencia Fabris, quien sufrió un accidente cerebro-vascular mientras cantaba el "Requiem" de Giuseppe Verdi en el Auditorio de San Juan. La conmoción por su deceso se sumó al amargo sabor producido por los lamentos públicos de algunas personas e instituciones que no dieron en vida a esta valiosa artista las oportunidades que hubiera merecido y a las que su talento daba pleno derecho.

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