22 de febrero 2007 - 00:00

"Playa Marisco"

Valeria Bruni-Tedeschi esde los pocosintérpretes de«PlayaMarisco» queparecen habercomprendidoque elargumentodaba paravodevil, yjuegandebidamentelos artificiosdel género.
Valeria Bruni- Tedeschi es de los pocos intérpretes de «Playa Marisco» que parecen haber comprendido que el argumento daba para vodevil, y juegan debidamente los artificios del género.
«Playa Marisco» (Francia, 2004, habl. en francés). Guión y dir.: O. Ducastel, J. Martineau. Int.: V. Bruni-Tedeschi, G. Melki, J.M. Barr, J. Bonnaffé, E. Collin, R. Torres, S. Seyvecou.

Olivier Ducastel y Jacques Martineau son una pareja de artistas de cierta fama en Francia (también son, o fueron, pareja en la vida real), dedicados a la comedia romántica y la comedia musical, aunque en este caso sería más apropiado decir comedia con canciones y pequeñas coreografías. El exitoso «Jeanne et le garçon formidable» fue su primer film. El que ahora vemos es el cuarto, nació como «Crustacés et coquillages», los anglosajones lo rebautizaron «Cockles and Muscles», y no provoca muchas ganas de ver los anteriores.

La coreografía final, por ejemplo, donde todos cantan, bailan rudimentariamente, y son felices, es floja, de gracia forzada, y encima los actores se tapan en las escenas de conjunto. En compensación, a mitad de la película Valeria Bruni-Tedeschi se manda una linda canción de Brigitte Bardot («La madrague. Coquillages et crustacés»), tonta y medio larga pero simpática y con el justo nivel de picardía que corresponde a una representación familiar, ya que su personaje está, en ese momento, dedicado a entretener a la familia en un día de lluvia durante las vacaciones.

El argumento es simple, y medio raro: en plenas vacaciones en la Provenza, a orillas del mar (una Provenza ventosa, y una orilla pedregosa, pero vacaciones, donde se supone que uno va a descansar), tres miembros de la familia deben asumir sus respectivas identidades sexuales, empezando por el padre.

Bueno, basta ver qué mal acompaña a su mujer en esa canción y en otras actividades, para sospechar que está en otra cosa, aunque nadie alrededor suyo parezca darse cuenta. Por suerte la mujer no sufre demasiado, ya que su amante estable (un calvo con gorro, tremendamente pegajoso) vino a entretenerla con gran entusiasmo. El momento en que todo se descubre, incluyendo la verdad del hijo que finge ser gay sólo para asustar a los padres, daba para vodevil, y así lo entendieron la actriz y su partenaire, Jacques Bonnaffé, que se divierten actuando esa y otras escenas ostentando juguetonamente el debido artificio del género. Lástima que los demás se muevan en otro registro, de histéricos malhumorados, quizá por ese discurso según el cual todos se sienten mal y molestan al prójimo si no publican a los cuatro vientos lo que les gusta. En fin, lo hubieran contado mejor. Muy linda, eso sí, la suave música de fondo de Philippe Miller, digna de otra película.

El detonante que justifica el «muscles» antedicho es Jean-Marc Barr, el peladito que hace 17 años vino a La Boca a filmar «La peste», de Luis Puenzo, junto a William Hurt y Sandrine Bonnaire. Entonces se enamoraba de la chica. Ahora es el primer amor del muchacho.

P.S.

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