17 de marzo 2001 - 00:00
"Si todo mi cuerpo no actúa, no me interesa un personaje"
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Intérprete de "La sombra del vampiro".
Ese dato le da pie al guión para su fantasía: Schreck no es un actor sino un vampiro auténtico, descubierto por Murnau en uno de sus viajes a los Cárpatos. El intérprete ideal, sin duda, para la película, aunque Murnau deba ocultarle a todo el resto del equipo la realidad. Schreck además no pretende dinero: sólo el cuello de la primera actriz.
«Cuando era chico me atraían mucho las películas de Frankenstein; crecí viendo películas de monstruos y de vampiros especialmente. El personaje del vampiro le permite todo a un actor; un vampiro puede ser cualquier cosa, inspirar todo tipo de sentimientos. Es un personaje muy plástico», dice Dafoe en diálogo con este diario.
Periodista: Usted tiene tendencia a interpretar personajes arriesgados. Obviamente, el Jesús de «La última tentación de Cristo», y ahora Nosferatu, que tiene otro tipo de tradición, una tradición cinematográfica muy larga. ¿Tiene predilección por este tipo de papeles?
Willem Dafoe: Bueno, puede parecer profana esta asociación, pero es verdad que, dramáticamente, tienen puntos en común. En ambos se trata de desafiar la «interpretación histórica». Me estimula el desafío que supone imprimir mi estilo a personajes de los que cada espectador tiene una imagen previa y fuerte. Un personaje nuevo es pura creación. Pero cuando se trata de personajes conocidos, la cuota de invención de un actor tiene que ser enormemente superior, y eso es un auténtico desafío. Esperemos que Nosferatu no tenga en el mundo los mismos problemas que tuvo mi Cristo (ríe).
P.: ¿Lo perjudicó mucho que «La última tentación...» tuviera tantos obstáculos?
W.D.: Ese fue un film del que estoy sumamente feliz de haber hecho. Naturalmente, le mentiría si le dijera que me benefició esa fama de film tabú que se ganó en el cine. Me habría encantado que se hubiera podido exhibir sin problemas en todas partes, que hubiera tenido muchísimo más público del que tuvo. Pero le aclaro que, contra lo que se dijo muchas veces, la película dio ganancias, y tuvo y sigue teniendo una larguísima carrera en video y ahora en DVD. Pero hay territorios, muchos territorios, donde no se exhibió ni se exhibirá en cines, y eso no le gusta a ningún actor.
P.: ¿Qué es lo que lo decide a firmar un contrato entre los muchos proyectos de películas que le deben acercar?
W.D.: En primer lugar evalúo la historia que va a contar la película, la totalidad del guión, y no las características propias del personaje. Puede haber personajes maravillosos en películas que uno sabe que serán detestables. Y entonces no me interesa hacer ese personaje. En segundo lugar, me tientan mucho las películas que, en personaje y en historia, me fuerzan a alejarme de lo que soy y del lugar en donde vivo. Me encanta filmar lejos; las películas hechas en estudio me aburren. En «La sombra del vampiro» nos fuimos a Luxemburgo, a castillos y parajes europeos. Me atrae enormemente eso. Entrar en contacto con otras gentes, con otras culturas. Con los personajes ocurre lo mismo: interpretar a alguien en las antípodas de lo que soy, conocer cosas ocultas de mi persona. Es muy estimulante.
P.: ¿Entonces es de los que dicen que cuando un personaje se apodera de usted y no lo deja?
W.D.: ¡No, para nada! (ríe). Sé que suena importante en los actores decir eso, pero es pura mentira, cosas que se dicen para vender. Un personaje dura lo que dura la filmación de una película. Yo estuve tres meses metido en la piel de Nosferatu, ¡sobre todo con ese maquillaje que pesaba toneladas y que me ponían todos los días!, y lo disfruté mucho. Me hice cargo de mi parte «vampiro» (ríe), y la pasé muy bien, sobre todo cuando la tenía que morder a Catherine McCormack. Pero cuando se terminó, se terminó. Listo, a otra cosa. ¿Qué voy a decir, que sigo siendo un vampiro? Además, lo peor que hay para un actor es que lo identifiquen para siempre con un personaje. Así que, ni Jesús ni Nosferatu para siempre. Fíjese lo que le pasó al pobre Max Schreck, sólo se lo recuerda por Nosferatu.
P.: ¿No lo intimidó la sombra de Klaus Kinski, que para los públicos modernos es el Nosferatu más conocido?
W.D.: No, mi Nosferatu es completamente distinto. Naturalmente, volví a ver la película de Herzog, con Kinski, y confirmé que su vampiro es mucho más lánguido y romántico, como toda la película. En cambio mi Nosferatu es mucho más repulsivo y animal, no tiene ni el menor rasgo de confiabilidad (ríe). Es puro deseo, y eso lo hace más peligroso. Kinski, a veces, podía reflexionar. Yo no. Yo pido sangre todo el tiempo.
P.: ¿Y no tuvo que seguir algo de la interpretación de Schreck?
W. D.: Sólo en determinadas escenas. Eso hizo mi papel más desafiante todavía, porque el director Mehrige utiliza varios fragmentos del film de 1922, y los intercala. En esos momentos debí amoldarme a las características de Schreck para no desentonar, sobre todo en las escenas en las que se representa el rodaje y que fue donde se emplearon esos fragmentos. En el resto del film estaba libre, naturalmente.
P.: ¿No le fue difícil expresarse a través de esas toneladas de maquillaje, como usted dice?
W. D.: Sí, bueno, de algún modo... pero aun con todo el látex, con esas uñas tan molestas para mover las manos, con todo eso, igual me sentí libre para expresarme. La mirada, el movimiento de la boca, toda la actitud corporal. No es lo mismo que actuar con el rostro de uno, pero tiene una extraña fascinación. Me encantan los personajes que exigen desafíos corporales, actuar con todo el cuerpo, y Nosferatu es uno de ellos. Jesús también, desde luego.
P.: Usted no sólo parece tener predilección por ese tipo de personajes, sino también por películas desafiantes de una manera u otra. También hizo un pequeño papel en «Psicópata americano». Y eso no suele avenirse con las películas de alto presupuesto y masivas. ¿Hay algo que no le atraiga de ellas?
W.D.: No tengo una gran inclinación por ese tipo de películas, aunque reconozco que para cualquier actor de Hollywood son una necesidad. Y no estoy pensando en el dinero, sino en el nombre que puedas consolidar en el mercado internacional, para después poder estrenar allí las películas de menor presupuesto y que me gustan. Por ejemplo, sé que si aparezco en algún tanque hollywoodense, esa película se va a ver en Singapur, por ejemplo, y yo seré conocido en Singapur. Y luego, cuando aparezca en un film más pequeño, como por ejemplo «Animal factory», que hice con mi amigo Steve Buscemi, va a ser más fácil estrenarla en Singapur si ya me conocen por las otras películas.
P.: ¿Pero rechazó papeles en películas masivas?
W. D.: Sí, varios... aunque después llore a solas en mi casa cuando veo el éxito que tiene el actor que aceptó el papel que yo no quise (ríe). Pero hay papeles que no podría hacer aunque me lo proponga, y aunque sepa que esa película va a ser, sin ninguna duda, un enorme éxito. Es más fuerte que yo. No sé si lo hago por demasiado defensivo o demasiado autodestructivo. No lo sé. Pero sencillamente no puedo aceptar algunos papeles.
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