19 de septiembre 2007 - 00:00

"Sicko"

En «Sicko», Michael Moore pulveriza el sistema de salud privado de los EE.UU., y vuelvea cantar loas a Canadá.
En «Sicko», Michael Moore pulveriza el sistema de salud privado de los EE.UU., y vuelve a cantar loas a Canadá.
«Sicko» (id., EE.UU., habl. en inglés). Dir.: M. Moore. Int.: M. Moore. (Archivo: G. Bush, R. Nixon, H. Clinton y otros).

¿A quién creerle? ¿Al estadounidense Michael Moore o al canadiense Denis Arcand? En «Las invasiones bárbaras», de Arcand, el enfermo protagonista (viejo socialista empedernido) se negaba a que su hijo lo llevara a una clínica privada en los EE.UU., y prefería someterse a la maraña de corrupción sindical y al maltrato de un hospital público canadiense, donde ni siquiera había cuarto disponible si su hijo no negociaba con los capangas.

«Esto no es ficción. Yo, de alguna forma, comparto los ideales del protagonista, pero no hay forma de encontrarle una solución a este problema: burocracia y corrupción son inseparables, y no tenga dudas de que eso ocurre en los hospitales públicos canadienses», declaró Arcand a este diario en enero de 2004.

En «Sicko», el nuevo documental del director de «Bowling For Columbine», Moore entrevista a varios pacientes que huyen de los EE.UU. para recibir atención médica pública en Canadá. También le da el micrófono a varios canadienses que, uniformemente, elevan loas a su sistema de salud estatal.

No sólo eso: Moore se traslada a París y a Londres, y desde luego finalmente a Cuba, para continuar radiografiando la satisfacción plena de sus respectivas poblaciones con respecto a la medicina pública. Llega, inclusive, a protagonizar un número en una farmacia londinense, en donde se maravilla de que, bajo determinadas aunque amplias condiciones, cualquier medicamento que se compre, y en las cantidades que sea, costará lo mismo: 6,75 libras.

«Sicko» afirma, dentro de la obra de Moore, su preferencia por un tipo de cine cada vez más propagandístico, con las virtudes y los defectos que la propaganda siempre ha tenido como género: golpear en la sensibilidad (es su película en la que más entrevistados se «quiebran» en cámara), valerse de la ironía y del humor grueso para denostar al rival, y emplear abundantes comparaciones con modelos ideales y puros.

Paradójicamente estas comparaciones, antes que reforzar una tesis, la debilitan, aunque esto no tenga demasiada importanciaa los fines de lo que se propone: en el momento de ver el film, resultan eficaces, más allá de que no soporten profundizaciones. Y es una lástima, porque muchos de los casos expuestos por Moore a los efectos de pulverizar el sistema privado de salud en los EE.UU., y las pingües ganancias de la industria médica y sus intermediarios, son interesantes y están astutamente elegidos; por ejemplo, el caso de aquel hombre que se rebanó dos dedos con una sierra, y tuvo que elegir reimplantarse el anular porque el mayor le costabamás de 60.000 dólares (el otro apenas 12.000).

Sin embargo, y casi tanto como en sus películas anteriores, el método de persuasión Moore es tan obeso como su físico, y deja con ganas de menos pasión y más análisis: es un cine que embiste, una aplanadora que no deja matices, que divierte o golpea, pero que jamás logra dejar de lado (salvo para la mirada inocente) el recorte específico de la realidad que desea mostrar y explotar.

A diferencia de «Fahrenheit 9/11», «Sicko» tiene una notoria virtud: tampoco se casa con el Partido Demócrata al que declaradamente adhiere el realizador, y la propia Hillary Clinton cae acá en el mismo tacho de los réprobos, cuando la acusa de haber recibido un altísimo soborno para olvidarse del plan de reformas a la salud pública que ella misma había propulsado.

El único héroe que queda en pie es el propio Moore: cuenta, cerca del final, que donó anónimamente 12.000 dólares a un hombre que mantenía un sitio web para atacarlo, y cuya esposa había caído enferma.

Gracias a ese donativo (que el hombre agradeció en su sitio a un Angel Guardián), pudo continuar atacando a Moore. Una adrenalina que no podía cesar, para ninguno de los dos.

M.Z.

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