25 de abril 2002 - 00:00

"VIDAS PRIVADAS"

Escena del film
Escena del film
«Vidas privadas» (Argentina, 2001; habl. en español). Dir.: Fito Páez. Int.: C. Roth, G. García Bernal, H. Alterio, C. Villafañe, D. Fonzi y otros.

A la protagonista de «Vidas privadas», poco afortunado debut del músico Fito Páez en el largometraje, la acecha un milenario tabú sexual tras regresar al país después de 22 años de exilio forzado en España.

Carmen vuelve altanera y castiza, y destroza los pobres corazones de quienes bien la quieren. Su único solaz consiste en escuchar, en vivo, los gemidos amatorios de las parejas que le provee una ex compañera de escuela, ahora dedicada al sex business (y que, a diferencia de estos fríos profesionales, parece estar siempre en celo).

Cuando uno de los participantes de esas sesiones la atrae especialmente («Se viene, se viene un incesto» cantaba Les Luthiers en la «Epopeya de Edipo de Tebas»), la historia hasta entonces lóbrega se vuelve intrigante: ¿cómo hace otro de los personajes de la película para reconocer de inmediato, y por una foto en una revista, al hijo de Carmen nacido en cautiverio? Ese personaje sólo lo vio al nacer. ¿Debemos suponer que siguió en contacto con él mientras lo criaba lejos de Buenos Aires el matrimonio apro
piador? Pero si fue así, y además siendo pariente, ¿nunca intentó decirle la verdad? Sin embargo, no son los huecos de guión ni el poco carisma de este film lo que más distancia. El problema mayor es que de tan privadas que son las vidas de sus personajes, todos parecen actuar por su lado, con distintos estilos y tonos, y coincidir de casualidad en el set o en el cuadro.

Chunchuna Villafañe
no sabe ni hacia dónde mirar cuando no le toca diálogo, Dolores Fonzi debe lidiar contra ese papel de marisabidilla, Luis Ziembrosky parece actuar bajo los efectos de antidepresivos, y Cecilia Roth, a cuyas notables condiciones de actriz tanto favorece el cine español, sigue sin suerte en su país («Sabrina Love», «Antigua vida mía»).

Hasta la música, nada menos que de Gerardo Gandini, sobresalta como si proviniera de una sala de conciertos vecina, en los momentos menos indicados y con un volumen insolente.

Dejá tu comentario

Te puede interesar