12 de junio 2024 - 15:00

Xil Buffone y su propio nombre de la rosa

En una magnífica exposición, con fuertes resonancias religiosas, la artista recrea figuras y aún lienzos históricos de nuestro país, con figuras que van de Camila O'Gorman a Mama Antula.

Manuelita, alegoría sobre la vida y la muerte de Xil Buffone, sobre un óleo de Juan Visier del siglo XIX.

"Manuelita", alegoría sobre la vida y la muerte de Xil Buffone, sobre un óleo de Juan Visier del siglo XIX.

La exposición “Ama la rosa” de Xil Buffone (1966), se inauguró hace unos días con la curaduría de Julio Sánchez Baroni, en la joyería y sala de exhibiciones Vitriol. Los diez estandartes que cuelgan sobre los muros están dedicados a personajes que cruzan la historia argentina en un lapso que va desde el año 1630, con el arribo de la Virgen de Luján, hasta 1848, cuando fusilan a Camila O’Gorman y el cura Uladislao Gutiérrez.

Las décadas del 30 están señaladas con énfasis. En 1730 nacía en Santiago del Estero Santa Mama Antula, una mujer laica que durante la expulsión de los jesuitas fundó la Santa Casa de Ejercicios Espirituales. Allí Buffone encontró el lugar donde consolida la intensidad de su fe religiosa, además de un modelo de la antigüedad para representar la imagen de la vida y la muerte. Específicamente, se trata de un óleo de Juan Visier, artista que pintó la vida y la muerte de una dama rosista en 1830.

El cuerpo aparece cortado por la mitad, del lado izquierdo se exhibe la muerte (el esqueleto) y, del derecho, la vida (el cuerpo y sus ropajes). Buffone recrea esta configuración para pintar a sus héroes, heroínas y mártires. Al igual que las vanitas del barroco, la pintura de Visier y también las de Buffone aspiran a recordar que el esplendor de la vida es inexorablemente pasajero.

Mariano Moreno es uno de los personajes de la muestra. Y la pintura del estandarte descubre las oscuras circunstancias de su muerte en alta mar, a sus 32 años, y a bordo de una fragata inglesa. Moreno estaba en contra de los privilegios y las costumbres ostentosas de Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta, desde su sueldo de 8 mil pesos frente a los 3 mil del resto, entre otros beneficios. “Igualdad ante todo”, reclamó Moreno. Luego, el decreto de supresión de honores ratifica sus dichos.

No obstante, la mayor sospecha sobre las molestias que causaban sus críticas, se advierte en un extraño convenio de compra de armas, documento donde se menciona un sustituto de Moreno ante la posibilidad de su muerte. Se cree que murió envenenado. Sus últimas palabras las dedicó a su “esposa inocente”, pintada en otro estandarte, y seguidamente exclamó: “Viva la Patria, aunque yo perezca”.

Los siguientes retratos presentan a Guadalupe Cuenca de Moreno, José San Martín y Mariquita Sánchez de Thompson; Manuelita Rosas, Manuel Belgrano y Santa Mama Antula. En la categoría de mártires se encuentran la joven de la sociedad criolla Camila O’Gorman, quien se enamoró del párroco del Socorro, Uladislao Gutiérrez. Desafiando la iglesia y los prejuicios sociales, ambos se fugaron el 12 de diciembre de 1847 y se radicaron en Goya, Corrientes dedicándose a la enseñanza.

Entretanto, las críticas a los pecadores exacerbaron la ira de Rosas, quien salió a buscarlos y alertó a la población para que denunciara a los amantes. La publicación impresa informaba sobre los datos de filiación: edad, estatura, color de piel, ojos, pelo y alguna seña particular. En la muestra figura una versión facsimilar del daguerrotipo de Camila. Durante un baile en la casa de un juez los amantes fueron descubiertos. Camila estaba embarazada de ocho meses, pero su estado no inspiró piedad. Rosas, ni siquiera escuchó los ruegos de su hija Manuelita. De inmediato envió la orden de que fueran fusilados al campamento de Santos Lugares donde estaban detenidos. Murieron juntos el 18 de agosto de 1848.

Todos los personajes sostienen una rosa en su mano y una guadaña y en la otra. El curador observa: “La rosa, flor de riquísimas connotaciones simbólicas en Occidente -como lo es el loto en Oriente-, pues alude a la belleza efímera y a la vida espiritual. Buffone recrea libremente la rosa que aparece en el grabado Summun Bonumm (1629) del alquimista Robert Fludd con la inscripción “Dat rosa mel apibus” (la rosa provee de miel a las abejas)

La artista expresa los objetivos de su exposición: “Parto de una meditación profunda acerca del surgimiento del alma-pueblo argentino”. Y en un texto de “Ama la rosa”, cita a Borges cuando dice: “Olvidadizo de que ya lo era, quise también ser argentino”. Pero más allá de su manera de “ser argentino”, Borges observa que la rosa expresa “la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica”. Y cita entonces a Angelus Silesius. «La rosa es sin porqué/ florece porque florece/ no se presta atención a sí misma, no/ pregunta si la ven».

La exhibición habla de la atracción que genera una patria donde prosperan los milagros. Así cuenta la historia de la Virgen de Luján, patrona del pueblo argentino que llegó desde San Pablo al puerto de Buenos Aires. Su destino era una estancia bonaerense. “Era una rebelde figura de terracota, de la Pura y Limpia Inmaculada Concepción. Ella se empacó en la carreta con los bueyes cruzando el río Luján, eligió su territorio y a su devoto custodio: el negro Manuel Costa de los Ríos, africano”, señala Buffone.

En dos años se materializó la producción de la muestra. Hoy, teniendo en cuenta que los estandartes con sus barrales y sus telas se utilizaban en el pasado como punto de encuentro y medio de comunicación durante las batallas, además de ser el soporte de las imágenes de devoción y hermandad religiosa, es probable que, para el cierre de la muestra, Xil Buffone organice una procesión.

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