Si algo le ha quedado claro a los inversores este año es que en la nueva economía uno de los recursos más críticos es la capacidad de procesamiento. Para Wall Street ahora los chips y los centros de datos que los albergan se han convertido en las refinerías y centrales eléctricas del siglo pasado, y los gobiernos así los tratan. Por eso no extraña que los gobiernos de todo el mundo están invirtiendo miles de millones de dólares en semiconductores e infraestructura en la nube, no sólo para obtener una ventaja económica sino también para liderar en inteligencia artificial (IA). Basta con mirar a OpenAI que a principios del mes pasado firmó uno de los contratos de nube más grandes de la historia con Oracle de u$s300 000 millones en potencia de procesamiento, distribuidos en aproximadamente cinco años. El acuerdo requerirá 4,5 gigavatios (GW) de capacidad energética, o el equivalente a más de 1,4 veces la represa de Yacyretá.
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Auge de la Inteligencia Artificial: fluyen miles de millones dólares hacia los centros de datos
Los mercados bursátiles se atragantan de los mega anuncios de billonarias inversiones en IA y por sobre todo las cosas, ahora, en centros de datos. ¿Qué es lo que ven los expertos?
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Para Wall Street ahora los chips y los centros de datos que los albergan se han convertido en las refinerías y centrales eléctricas del siglo pasado.
No hay duda que la ola de inversión de OpenAI ha sido la marea que ha impulsado el crecimiento de todas las empresas tecnológicas. Desde que ChatGPT irrumpió en escena a fines de 2022, la capitalización bursátil de Nvidia, Microsoft, Oracle y Broadcom aumentó en u$s8 billones. Esta es, sin duda, una de las principales razones por las que el Nasdaq y el S&P 500 han seguido alcanzando máximos históricos este año.
IA: furor por los centros de datos
Pero la revolución de la IA ha desencadenado un auge de construcción sin precedentes en los centros de datos estadounidenses. Según un informe del Bank of America, el gasto en construcción alcanzó un máximo histórico de u$s40.000 millones solo en junio, lo que representa un aumento del 30% con respecto del año pasado, que se suma al 50% del 2024. Por su parte, desde Goldman Sachs prevén que la construcción de centros de datos superará la de oficinas en general en unos pocos años. De hecho, hace menos de tres años, su tamaño era solo un 20% inferior al de las oficinas.
En este contexto Washington no se quedó de brazos cruzados y basta con preguntarle a BAE Systems que con financiación de la Ley CHIPS, la contratista de defensa con sede en Londres está modernizando su Centro de Microelectrónica de 110.000 pies cuadrados en New Hampshire. Esta instalación es una de las pocas fundiciones nacionales especializadas en semiconductores de grado militar, produciendo chips especializados para aplicaciones que van desde comunicaciones seguras hasta aviones de combate de nueva generación.
Al invertir en fabricantes, Estados Unidos está fortaleciendo su cadena de suministro y garantizando que el ejército obtenga la tecnología que necesita para luchar en las guerras del siglo XXI. En tal sentido, un informe de PwC estima que el gasto militar crecerá de poco menos de u$s3 billones en 2024 a potencialmente u$s4 billones para 2030, y una parte cada vez mayor se destinará, precisamente, a sistemas de alta tecnología como drones, satélites, naves autónomas y aviones de combate con IA.
Más apoyo gubernamental
Cada vez más los gobiernos apoyan la tecnología de IA y el caso de Intel es un ejemplo. Meses atrás, Intel llegó a un acuerdo histórico con la administración Trump que anunció que adquiriría una participación accionaria de u$s8.900 millones en la compañía, además de miles de millones de dólares en subvenciones de la Ley CHIPS. Encima, semanas atrás, Nvidia anunció que invertiría u$s5.000 millones en la empresa tecnológica en dificultades.
“Creo que el mensaje es alto y claro: los semiconductores son activos estratégicos como el petróleo y los metales críticos, y Washington está dispuesto a invertir el dinero de los contribuyentes para apoyarlos”, sostiene el gestor de US Global Investors (USGI), Frank Holmes. Pero del otro lado del Atlántico, también el Reino Unido está incrementando su inversión en IA. Microsoft anunció planes para invertir u$s30.000 millones para 2028 en la construcción de la supercomputadora más grande del país, equipada con más de 23.000 GPU Nvidia. Google, Nvidia, OpenAI y Salesforce también están aportando miles de millones. En conjunto, los gigantes tecnológicos están invirtiendo más de u$s40.000 millones en la infraestructura de IA del Reino Unido, señala Holmes.
La batalla por el dominio de la industria
Entonces, ¿quién fabrica los chips que están detrás de la revolución? Nvidia sigue siendo el líder indiscutible, según Morningstar que proyecta que los ingresos por chips de IA se cuadruplicarán en los próximos años, con Nvidia a la cabeza. Pero no están solos. Broadcom se está consolidando como un segundo fabricante, mientras que AMD lucha por una cuota de mercado en el mercado de GPU de uso general.
Pero todo este boom de los chips trae consigo la necesidad de cantidades bíblicas de energía. Según el Departamento de Energía de EEUU el consumo de electricidad específico para la IA crecerá un 33% anual, superando con creces los estándares anteriores. “Todo el ecosistema de la IA depende de si podemos generar y suministrar suficiente electricidad para alimentarlo, por eso creo que los inversores deberían prestar tanta atención a las redes eléctricas y los sistemas de refrigeración como a las acciones de chips”, aconseja el gestor de USGI.
Parece estar claro que la informática es la nueva energía y los países la están acumulando y las empresas la están monetizando, de modo que, así como el petróleo definió el siglo XX, la informática definirá el siglo XXI, considera Holmes quien aconseja que la cuestión no es conseguir exposición, sino cómo.
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