6 de septiembre 2016 - 08:25

Locos por los experimentos: cómo son los clubes de ciencia para chicos

Con diversión y conocimiento, los clubes apuntan a resolver problemas con nuevas soluciones
Con diversión y conocimiento, los clubes apuntan a resolver problemas con nuevas soluciones
Un chico apasionado con las propiedades de los materiales, una chica preocupada por los trastornos que provoca en la espalda el uso de tacos altos y otra desvelada por el fabuloso sentido de los animales para anticipar catástrofes. Pablo vive en Lago Puelo, a 1.600 kilómetros de las cordobesas Josefina y Cecilia, y a 2.400 kms de Francisco, en Corrientes. A la distancia, a todos los atrapó el interés por los experimentos y la deducción, la avidez de conocimiento y la diversión que encontraron en los clubes de ciencia.

Hay ya más de 350 clubes inscriptos en todo el país. Funcionan a contraturno, es decir, en las horas previas o posteriores al dictado de clases. Comenzaron a crecer hace una década y la tendencia se acentúa cada día, impulsados por los mismos alumnos y una legión de maestros que apuestan a acercar a los chicos a la ciencia a través de propuestas diferentes pero, sobre todo, a desarrollar una tipo de pensamiento que les ayude a resolver problemas con nuevas soluciones.

Del sur al norte, pasando por el centro

Florencia Humeres es maestra de Ciencias Naturales en la escuela chubutense 765 de Lago Puelo, bautizada "Roca del tiempo" (en honor a una famosa roca que está en medio de una montaña y donde, según cuenta la historia, "el tiempo se pierde"). Allí coordina el club Misterios de la Ciencia, desde 2011. "En este momento son 14 chicos de distintas edades, hay 4 o 5 que están desde el primer año y su intención es seguir viniendo y participando", explica en diálogo con ámbito.com. "En un comienzo les planteamos que es un espacio para experimentar: armamos máquinas, probamos reacciones químicas, fabricamos pegamentos. Siempre buscamos la explicación, el por qué".

"Trabajamos mucho con sus inquietudes, ahora están muy interesados por los fluidos no newtonianos, que son muy atractivos porque se deforman y varían según la temperatura y la tensión", señala Humeres. Todo empezó como un juego, con experimentos realizados con almidón de maíz. Pero con el tiempo, esa idea derivó en el proyecto de crear un material para diseñar lomos de burro para las calles. En eso están por estos días.

"Entre el año pasado y este notamos un aumento de chicos, ayuda mucho que son ellos mismos los que promocionan el club. Es cierto que las grandes distancias dificultan el traslado en nuestra provincia. Por ejemplo, no hay transporte desde El Hoyo, Epuyén o El Bolsón. Así y todo, vienen. Por lo general los chicos se quedan hasta más tarde, luego del horario escolar, y los vienen a buscar los padres", detalla.

Franco Salgado es maestro de Educación Tecnológica en la escuela cordobesa Instituto de la Santísima Trinidad de Villa María. Dirige el club Elsa Balderramos, surgido hace cuatro años por una inquietud de los profesores. "Veíamos la necesidad de los alumnos de hacer ciencia en un ámbito supervisado. Me acuerdo que les hicimos dibujar cómo veían a un científico: nos dimos cuenta que para ellos era un personaje con guardapolvo encerrado en un laboratorio, y medio loco. Quisimos romper ese concepto".

"La idea es transmitirles que ellos también pueden generar cosas nuevas. Arrancamos con actividades de investigación voluntarias, luego sentimos que los chicos querían más y nos propusimos ser facilitadores y orientadores. A partir de allí, nos fueron demandando que continuáramos, y ya tenemos cinco niveles: chicos de 4°, 5°, y 6° grado y de 1° y 2° año. Son unos 60 o 70 alumnos estables", sostiene orgulloso.

Tienen intereses muy variados: desde las ciencias naturales, comportamiento de plantas y organismos, tecnología, química, hasta concursos de cristalografía (donde hacen 'crecer cristales' a partir de soluciones preparadas). "Lo mejor es que yo mismo me voy enriqueciendo sobre temas que no son de mi área de formación: hablamos con un traumatólogo por una chica que estudia los problemas en la columna por usar tacos altos. Otra quiere conocer cómo funciona el sentido de los animales para anticipar catástrofes, entonces consultamos con un veterinario. Queremos promover el pensamiento científico: aspiro a que en la vida cotidiana tengan aptitudes de resolver situaciones de manera científica, con una actitud de proponer variables y ser curiosos", detalla.

María de los Ángeles Siro coordina el Club Favaloro en la localidad correntina de Perugorria, en la escuela Señorita Irma Rita Barboza Fonteina. Abierto: lunes, miércoles y viernes. "Todo empezó cuando participé de una capacitación sobre clubes de ciencia. Invité a todos y al principio eran 15 chicos", recuerda. Ahora son 40. Allí también ellos proponen los trabajos que les interesan. Hay varias investigaciones en marcha, pero los mayores esfuerzos están puestos en los hornos solares que construyen con materiales de bajo costo. "Los hacemos con cajas de banana, telgopor y pedazos de vidrio que se fueron rompiendo en la escuela". Una vez que estén terminados se los donarán a los barrios de la periferia que usan leña, con el beneficio adicional de evitar los perjuicios del humo.

Además, los chicos formaron una comisión directiva en la que se proponen para los puestos y votan. Y confeccionaron una ficha de inscripción para los aspirantes, aunque nadie tiene vedada la entrada. Según su coordinadora, una de las razones del éxito de los clubes es que no es necesario estar entre los alumnos con mejores calificaciones para anotarse. "Viene todo aquel que quiere saber un poco más, a investigar lo que interesa. Es un placer, cuando piden un material se lo llevan y lo leen enseguida".

Hasta el nombre del club fue escogido por ellos. "Yo quería que recordara a una personalidad de la ciencia argentina, así que les propuse a nuestros tres premios Nobel en la materia -Houssay, Milstein y Leloir- y agregué el de Favaloro. Por alguna razón, lo eligieron a él por unanimidad", explica María de los Ángeles.

La gran cuestión en todo esto pasa por conseguir los materiales necesarios. En algunos clubes juntan plata los docentes, y los chicos y la escuela aportan lo que pueden. En otros se organizan rifas para juntar dinero. En el Favaloro, los socios y el docente o adulto que cumplen la función de "protector" pagan una cuota de $ 30. Por otra parte, el trabajo de María de los Ángeles, como el de la mayoría de los maestros, es ad honorem. "Mi retribución es el avance de los chicos", dice. Es otro tema sin una política unificada: en algunas provincias realizan concursos en los que los clubes pueden anotarse y obtener fondos. También existen ciertas figuras administrativas que se ajustan al rol de un maestro de club de ciencia, lo que permite que sus horas sean reconocidas.

Por último, hay que aclarar que, aunque las escuelas suelen ser terreno fértil para los clubes, cualquier grupo de personas puede formar uno. De hecho, existen los que reúnen en casas particulares y en plazas.

Clubes en red 

"Los clubes estuvieron siempre, pero cuando se creó el Programa Nacional de la Popularización de la Ciencia, en 2013, vimos el gran potencial que tenían", recuerda Paula Cramer, doctora en Ciencias Biológicas, docente universitaria e investigadora del Conicet. "Hicimos una reunión en Córdoba y a partir de allí empezamos a pensar y nació el concepto de red. Luego surgieron los encuentros regionales. Proponemos acciones que nos unan, para encontrarse y compartir".

Pertenecer a la Red Nacional de Clubes de Ciencia es el vehículo de los clubes para intercambiar información, poder ser convocados a los encuentros y contactarse con otros que puedan ayudarlos con sus proyectos.

Cramer está recién llegada de Tucumán, donde se realizó el segundo encuentro regional de 2016 con la participación de clubes de esa provincia, Jujuy, Salta, La Rioja, Santiago del Estero y Catamarca. "Planeamos actividades para darles herramientas, la principal es reunirlos con científicos jóvenes. Lo que pasa de forma inmediata es que se sorprenden de su edad, y que estén tan lejos de los estereotipos. Tenemos más de 60 científicos de todo el país. Gente con su misma realidad, los chicos y adolescentes se dan cuenta de que no son de otro planeta".

La idea es despertar la vocación científica y el contacto con la educación no formal. "Veíamos un montón de riquezas, y nos dimos cuenta que lo que nosotros podíamos aportar era la ventaja de nuclearlos en todo el país. Desde entonces fomentamos los encuentros, la participación en la Web, en Facebook y las capacitaciones virtuales".

Para diagramar las actividades de los encuentros , explica Cramer a ámbito.com, se reunieron 76 docentes de todo el país, "así que lo que hacemos de alguna manera es fruto del trabajo colectivo. Generar lazos con las actividades recreativas es vital para generar confianza rápido, porque en los encuentros tenemos dos días y medio para conocernos". A veces, la tarea en los talleres consiste en objetivos simples como de construir una máquina sencilla, para que los alumnos vean cómo está hecha. De esa manera experimentan cómo es la deconstrucción del pensamiento de un científico. 

"Hay cada vez más interés en crear clubes y participar. En la única provincia donde teníamos un 'agujero' era San Luis, hasta que la gente de la universidad local los promovió y empezaron a funcionar. Tenemos 359 registrados en todo el país y el número sin dudas seguirá creciendo", afirma Cramer. El fenómeno, asegura, refleja un dato alentador: "Para los chicos, los científicos comenzaron a ser referentes".

CÓMO REGISTRAR UN CLUB DE CIENCIA

Ingresar en el sitio www.clubes.mincyt.gob.ar/registro.php y registrar el nombre del club, la fecha de fundación, la provincia a la que pertenece, su lugar de funcionamiento, la cantidad de participantes, dirección, teléfono y e-mail.

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