14 de febrero 2023 - 00:00

La peste: un reflejo fiel y múltiple de la humanidad

Carlos Gamerro investiga en sus "Siete ensayos" los efectos de la última pandemia y de otras anteriores.

Carlos Gamerro
Carlos Gamerro

Epidemias y pandemias acompañaron a la humanidad desde siempre y fueron registradas en el arte y la literatura ofreciendo una imagen múltiple de nosotros mismos. Lo muestra Carlos Gamerro en “Siete ensayos sobre la peste” (Taurus). Premiado por su ensayo “Facundo o Martín Fierro, la más reciente novela de Gamerro es “La jaula de los onas”. Dialogamos con él.

Periodista: ¿La epidemia tiene una tradición que la literatura y el arte ponen de manifiesto?

Carlos Gamerro: La tradición no se da sola, hay que construirla. Se puede pensar en la tradición como una forma de la memoria, que también se construye. Cuando comenzó la pandemia hubo desconcierto mundial y caos informativo. La sensación fue que la transmisión cultural de la tradición se había cortado. Habíamos olvidado las epidemias y pandemias pasadas. Algo que, durante toda la historia de Occidente, hasta el siglo XIX, tiene continuidad. La gran pandemia anterior, la de la mal llamada Gripe Española, no dejó una huella suficientemente fuerte, y fue seguida por la época de los optimismos. No recordar pandemias de esa magnitud se debe a que se creyó que no era necesario seguir pensando en ellas porque pertenecían al pasado de la humanidad. Una visión del Primer Mundo, porque en el Tercer Mundo las epidemias siguieron. Dado que la tradición queda registrada en la literatura y las artes, había que buscar ahí.

P.: Encontró que la primera información de una peste aparece ligada a una epopeya.

C.G.: La literatura Occidental empieza con una epidemia. La “Ilíada” no comienza con un episodio de la guerra, arranca con la llegada de una epidemia al campamento griego. Nos recuerda que epidemias y guerras han ido siempre juntas, y en algunos casos las epidemias decidieron el curso de la guerra. No hablamos de la Guerra de Troya sino de la Primera Guerra Mundial. Para muchos la gran epidemia de influenza fue lo que terminó decidiendo la victoria de los Aliados. Y ni hablar de las epidemias en las campañas napoleónicas o en la conquista de América, que se la hizo tan fácil a los españoles, más por los gérmenes que trajeron que por las armas y los caballos.

P.: Una explicación tradicional de la aparición de la peste es el castigo divino.

C.G..: Está en la “Ilíada”, en “Edipo rey”, en los relatos de la Edad Media. La “Ilíada”, donde está el castigo divino, señala el vínculo entre la epidemia y el orden. En tres mil años de literatura está el temor a que la epidemia disuelva los lazos sociales, derrumbe la estructura social, no solo la autoridad o el Estado sino los principios básicos de convivencia, las relaciones con el prójimo. Eso hace surgir la idea del castigo divino. Sin embargo, de forma temprana aparece una visión secular de la peste en el primer texto histórico sobre una epidemia. En “Historia de la guerra del Peloponeso” Tucídides dice: no puedo hablar de las causas, no me meto con la religión, voy a contar cómo era, que producía y qué efectos trajo.

P.: ¿Qué nos dejó la pandemia a quienes la sobrevivimos?

C.G.: Pareciera que no se quisiera tomar conciencia de hasta qué punto la vivencia de la pandemia nos cambió. En “El diario del año de la peste”, Defoe señala que cuando termina la epidemia lo que quiere la gente es olvidar y convencerse de que las cosas van a ser como antes. Sabemos que no. Un modo de darme cuenta cómo cambié es que hay textos que ahora los leo de otra manera. No solo los que son sobre una epidemia sino aquellos donde el tema es algo velado, como en “Señora Dalloway” de Virginia Woolf o en “Paradiso” de Lezama Lima. O una alusión metafórica como “Teatro de la peste” de Artaud. “La peste” de Camus, que todo el mundo, incluso Camus, la leyó como una alegoría política, leída hoy es una novela realista sobre la peste. La epidemia es una realidad no una metáfora. Tanto se insiste en la peste como metáfora de otra cosa que la gente termina creyendo que no existe. Me parece válido usar la peste como metáfora de la guerra porque son dos procesos complementarios, pero es importante que se sepa que es una metáfora, y que una metáfora lleva a pensar de una determinada manera. Si se habla de la epidemia como una guerra los enfermos son enemigos, y lo mejor sería eliminarlos, como sucede en las películas de zombis, que metaforizan el virus en la forma del muerto vivo. El muerto vivo es un paciente contagiado, y si se trata de una guerra, como en “Guerra mundial Z”, hay que eliminarlo, y la idea del cuidado pierde fuerza, se difumina. Es necesario ser consciente de lo que cada metáfora revela y oculta, aclara y confunde.

P.: ¿Qué fue lo primero que encontró al investigar?

C.G.: Que la peste revela aspectos fundamentales de la condición humana. La epidemia define qué es ser humano en sociedad. Muestra egoísmos terribles junto a solidaridad. Puede disolver lazos sociales, pero también reforzarlos. En la novela de Defoe las autoridades abandonan a sus súbditos a su suerte, pero la gente busca organizarse. No caen en una guerra de todos contra todos como en las películas de cine catástrofe. Eso aparece también en “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago. Cuando el Estado interviene es para encerrar a los enfermos, lo que provoca una guerra furibunda de sálvese quien pueda. Y cuando logran salir en libertad encuentran que, en la ciudad, aún ciegos, lograron organizarse pacíficamente. Las epidemias generan una visión antiautoritaria, junto al temor a que, sin la autoridad, la sociedad entre en caos. No ha habido aspectos de nuestra vida que no haya sido modificado por la vivencia de la reciente epidemia. Pero la epidemia no produce sentido, es un virus que se replica, el sentido lo producimos nosotros, y tenemos que producir las enseñanzas que nos dejó la peste.

P.: ¿En qué está ahora?

C.G.: En “Eduardo II” de Marlowe, que va a dirigir Alejandro Tantanian en el Teatro San Martín.

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