Alerta mundial por venganza de Hizbollah
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Hasta la muerte de Moughniyah parecía que la jornada del 14 de febrero resultaría fatídica en Beirut por la proximidad de la marcha en memoria del asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri, hace hoy tres años, convocada por la coalición antisiria del 14 de Marzo, y la acampada que mantiene el 8 de Marzo, coalición prosiria en la oposición, en los aledaños a la Plaza de los Mártires, en pleno centro.
De ahí que las unidades especiales de la policía y el ejército se desplegaran de forma masiva en la zona, estableciendo un cordón de seguridad inexpugnable en torno a la acampada que, de cualquier forma, estaba protegida por miembros de Hizbollah y Amal armados, al menos, con bastones de madera.
El crimen de Damasco hizo temer que la tensión empeorara, dado que el entierro coincidiría con la marcha y ambos serían masivos aunque se celebraran en diferentes puntos de la pequeña Beirut. Sin embargo, parece haber tenido el efecto contrario: decenas de miles de chiitas, sumidos en su duelo, velaron a su mártir en silencio mientras decenas de miles de sunnitas, cristianos y drusos exigían justicia por la muerte de Hariri como si viviesen en países diferentes.
Los ánimos en la Plaza de los Mártires entre los seguidores del 14 de Marzo estaban alterados incluso bajo la lluvia, en algunos momentos torrencial, que marcó la jornada. «Por supuesto que tenemos un problema con el 8 de Marzo», decía Farhaj Abdel Zamet, una estudiante drusa de 23 años.
«No entendemos por qué quiere que Siria controle el Líbano. Hemos venido para demostrarque queremos un Líbanoindependiente, pero no vamos a convencerlos con la violencia sino con la política». «El Líbano es demasiado pequeño para vivir otra guerra», reflexionaba Yasmine al Aleh, de 21 años.
Su postura pacifista no era compartida por otros grupos de jóvenes que cantaban violentas consignas contra Siria, Hizbollah y su socio cristiano, el general Michel Aoun, ni tampoco por algunos carteles como el que mostraba el rostro de Aoun con una barra que le atravesada la boca.
Alguien había colocado una enorme pancarta con el rostro de Bashar Assad, el presidente sirio, en el suelo e invitaba a los participantes a pisarla. Por lo demás, los rostros de los caídos en los últimos atentados (30 ataques con más de cien muertos desde 2004) estaban quietos en la Plaza de los Mártires, donde una gigantesca pancarta con la fotografía captadaminutos después de la masiva explosión contra Hariri sirvió como sombrío escenario de las intervenciones de los líderes antisirios.
El evento, sumado al tercer aniversario de la muerte de Hariri, hizo que Beirut se dividiera en dos sectores completamente ajenos: uno, representado por la Plaza de los Mártires, y otro por los dolientes que sollozaban en Sayed Sohada. Un encontronazo al final de los eventos hubiera sido mortífero.
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