Asumió Brown y Blair enviado a Medio Oriente
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El que llega, Gordon
Brown, posa ante la puerta
de la dirección más famosa
de Londres: Downing
Street 10. Prometió «ir más
allá de los estrechos
intereses del Partido
Laborista» y gobernar
«usando todos los
talentos».
El nuevo primer ministro echó mano del lema que lo ha acompañado, confesó, desde que era un escolar: «Intentaré hacer todo lo posible». «Esa es mi promesa a todos los ciudadanos del Reino Unido y ahora dejemos que empiece el trabajo del cambio», aseguró Brown ante el 10 de Downing Street, adonde llegó procedente del Palacio de Buckingham, residencia de la familia real, donde Isabel II le encomendó la misión de formar gobierno.
Esta es la primera vez desde que John Major sustituyera a Margaret Thatcher en 1990 que se produce un cambio de primer ministro sin que se hayan celebrado elecciones generales previamente. Ocurre que es el líder del partido mayoritario en la Cámara de los Comunes -en este caso, el Laborista-quien recibe el encargo de formar gobierno.
El relevo, que se esperaba desde que el 10 de mayo, cuando Blair anunció la fecha de su salida del gobierno, se llevó a cabo como manda la tradición británica.
Blair, nombrado enviado especial del Cuarteto para Medio Oriente (ver nota aparte) y que renunció también como diputado, salió por última vez con su familia de la que fue su residencia oficial durante una década y que, con excepción de Thatcher, ocupó más que ningún otro primer ministro en el último siglo.
Acompañado de su esposa, Cherie, Blair se dirigió al Palacio de Buckingham, donde presentó su dimisión a Isabel II después de que un Parlamento de pie lo despidiera con una inusual ovación.
A los pocos minutos le tocó el turno a Brown, quien también acompañado de su mujer, Sarah, recibió el Sello del Gobierno durante una conversación privada de casi una hora con la soberana, más del doble que Blair.
A la salida de Palacio, a un sonriente Brown ya no lo esperaba el vehículo en el que había llegado, sino el Jaguar de los primeros ministros, que lo condujo hasta Downing Street, donde comenzó el proceso de formar su gabinete.
Lo que ha trascendido hasta ahora es que dejarán el gobierno tanto la jefa de la diplomacia británica, Margaret Beckett, como los titulares de Interior, John Reid, y Salud, Patricia Hewitt, todos ellos próximos a Blair, al igual que el viceprimer ministro, John Prescott, número dos del gobierno y del laborismo en los últimos diez años. Brown tendrá que nombrar además a su sucesor al frente del Tesoro.
El nuevo primer ministro, que carece del carisma y la popularidad de su antecesor, tiene que hacer frente a una oposición conservadora rejuvenecida con la llegada de su nuevo líder, David Cameron, y a la pérdida de credibilidad del Partido Laborista por la guerra de Irak, donde, ya anticipó, permanecerán las tropas enviadas por su antecesor.
George W. Bush llamó por teléfono al nuevo premier para felicitarlo y, según sus voceros, ambos reafirmaron la tradicional alianza entre los dos países.
Además, Bush rechazó en declaraciones al diario «The Sun» que Blair haya hecho seguidismo de su política internacional. «Oí que lo llamaron el caniche de Bush. El es más grande que eso. Eso es sólo ruido de fondo, una distracción respecto de grandes cosas», dijo el norteamericano. «De alguna manera, nuestra relación fue vista como Bush que dice 'saltá' y Blair que dice '¿hasta qué altura?'. Pero ese simplemente no es el modo en que funcionó todo. Es una relación en la que decimos vamos a saltar juntos los dos», señaló Bush.
La sucesión pone fin a un largo y, según los incesantes rumores publicados por la prensa británica, difícil camino emprendido en 1994 por Blair y Brown, cuando, tras la muerte del entonces jefe laborista, John Smith, Brown renunció a disputar a Blair el liderazgo de la formación a condición de sucederlo en el futuro.
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