8 de abril 2021 - 00:00

Bolsonaro vaticinó saqueos y azuzó a las Fuerzas Armadas: "¿Están dispuestas a reprimir?"

El nuevo comandante del Ejército defiende las políticas de cuarentena de los gobernadores, en momentos en que más de 4.000 brasileños mueren cada día por covid-19 y los hospitales están colapsados. El presidente sigue defendiendo terapias alternativas y sorprendió al hablar del agua de coco.

CLAMOR. La acusación de que Jair Bolsonaro está cometiendo un genocidio en Brasil por su negacionismo en torno a la pandemia gana la calle en ese país, como se ve en el cartel junto al que pasa un colectivo abarrotado en Río de Janeiro.

CLAMOR. La acusación de que Jair Bolsonaro está cometiendo un genocidio en Brasil por su negacionismo en torno a la pandemia gana la calle en ese país, como se ve en el cartel junto al que pasa un colectivo abarrotado en Río de Janeiro.

En momentos en que Brasil sufre una dramática espiralización de contagios y muercccctes por covid-19, con más de 4.195 decesos registrados solo el martes y previsiones apocalípticas para las próximas semanas, el presidente Jair Bolsonaro reforzó ayer su ofensiva contra las políticas de confinamiento vigentes en varios estados, las que -afirmó- hacen temer un estallido social “gravísimo”, con saqueos y revueltas, que obligaría a las Fuerzas Armadas a reprimir. Así, presionó a los militares para que dejen de apoyar a los gobernadores y se sumen a su cruzada por una apertura total de la actividad a pesar del infierno de la pandemia.

Su Gobierno, preocupado por un crecimiento relativo de la inflación, cortó en enero la mayor parte de la ayuda social entregada en los meses más duros del año pasado y resiste nuevas medidas de gasto a pesar de que el país registró en enero un índice de desocupación del 14,2%, equivalente a 14,3 millones de personas, un 20% más que un año atrás. En tanto, se estima que un 30% de la población está hoy en situación de inseguridad alimentaria.

Bolsonaro desató la semana pasada una crisis sin precedentes con el alto mando de las Fuerzas Armadas al destituir al anterior ministro de Defensa, general retirado Fernando Azevedo e Silva -un hombre respetado en los cuarteles-, y reemplazarlo por un incondicional de su Gobierno, el también general Walter Souza Braga Netto.

La movida generó fuerte malestar entre los uniformados, lo que derivó en el nombramiento de nuevos comandantes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea: el general Paulo Sérgio Nogueira de Oliveira, el almirante Almir Garnier Santos y el teniente brigadier Carlos Baptista Junior, respectivamente.

El primero, jefe del arma más poderosa, es un crítico de Bolsonaro y un defensor de las medidas de aislamiento. El segundo está más alineado con el Gobierno y en tercero es considerado un profesional apolítico. Evidentemente, el deseo presidencial de afianzar su autoridad sobre las fuerzas, incluso para una intervención contra los gobernadores y hasta para un autogolpe, no tuvo éxito.

La “consulta” a la comandancia pareció un desafío sobre todo a Nogueira de Oliveira, quien antes de la última crisis lo había irritado al hablar de la inminencia de una tercera ola del nuevo coronavirus, peor que la actual. Bolsonaro pidió entonces su cabeza… pero aquel terminó como jefe del arma.

El subtexto presidencial sería que si el Ejército sigue respaldando a los gobernadores, debería estar dispuesto luego a reprimir protestas sociales.

“El Ejército brasileño no va a salir a las calles para mantener al pueblo en casa. La libertad no tiene precio”, indicó durante una visita a Chapecó, estado de Santa Catarina -sur-.

“No habrá un lockdown nacional”, insistió Bolsonaro, a pesar de que no solo le piden esa medida dentro de Brasil –así lo hizo la Fundación Fiocruz, dependiente del Ministerio de Salud– sino también desde el exterior.

“Todo el mundo sabe que la situación de Brasil es muy seria (…) y no hay duda de que medidas de salud pública duras, como los lockdowns, han sido muy exitosas”, dijo el martes el asesor de la Casa Blanca y eminente infectólogo Anthony Fauci.

Ese día se dispararon todos los temores en Brasil después de que se diera cuenta de 4.195 fallecimientos documentados por covid-19 y de más de 86.000 nuevos contagios en un solo día, cifras sin precedentes y sin perspectivas de ceder.

El país suma ya más de 13 millones de casos y 337.000 fallecimientos, solo por detrás de los Estados Unidos, aunque escenarios elaborados por científicos locales y extranjeros indican que Brasil podría pasar al frente en el ránking de naciones más afectadas en las próximas semanas.

Las salas de terapia intensiva están ocupadas en al menos 90% ya en 21 de las 27 capitales estaduales, según un relevamiento de Folha de S. Paulo.

“¿Por qué esa campaña mundial contra métodos como el ‘tratamiento inmediato’? ¿Qué está ocurriendo con el mundo? Creo que soy el único líder mundial al que atacan de forma aislada. Lo más fácil es ponerse del lado de la mayoría y evitar problemas: no te acusan de genocida”, se quejó ayer.

Al hablar de “tratamiento inmediato”, Bolsonaro se refiere al uso de sustancias probadamente ineficaces contra el covid-19 como la hidroxicloroquina.

Según él, en una guerra, si no hay sangre para transfundir a los heridos se usa “agua de coco”. “¡Y funcionó!”, se entusiasmó ayer.

“Yo no soy médico, pero no puedo limitar la libertad de ellos” para innovar. Con hidroxicloroquina y agua de coco, parece.

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