Brown asumió en el laborismo y aseguró permanencia en Irak
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Tony Blair presenta a su sucesor, Gordon Brown, durante la reunión laborista de Manchester.
«Cambio» es la palabra que más veces pronunció en su discurso el nuevo premier,
aunque los analistas dejan esa aspiración a aspectos de política partidaria y, en lo que hace
a la gestión, apuestan claramente por la continuidad.
Antes de entrar en detalles sobre sus intenciones políticas, y pese a los enfrentamientos de los últimos años por la puja entre ambos para liderar el país, el nuevo jefe laborista rindió tributo a Blair, cuyos diez años en el poder dejan un Reino Unido «más fuerte, más próspero y más tolerante».
Brown tomó las riendas del laborismo sin oposición de otros candidatos, pues el ala izquierda del partido no logró los apoyos necesarios para proponer a un aspirante, y con motivos para el optimismo, dado el repunte de la popularidad de su partido.
Según una encuesta de intención de voto difundida ayer por el dominical «The Observer», los laboristas aventajan a los conservadores, de David Cameron, por primera vez desde octubre pasado, lo que parece confirmar la repercusión positiva del llamado «efecto Brown».
Menos carismático que Blair, Brown se definió ante sus correligionarios como un «político de convicciones» dispuesto a dirigir un gobierno de «cambio», palabra que repitió una veintena de veces: «Debemos renovarnos -urgió- como partido de cambio».
En clave nacional, el futuro premier británico afirmó que su «prioridad inmediata» será mejorar la salud pública, así como facilitar el acceso a la vivienda, impulsar la educación y luchar contra la pobreza, entre otros objetivos.
Sobre política exterior, Brown mencionó la guerra de Irak -gran lastre de la popularidad de Blair-, admitió que es un asunto que ha «dividido» al Reino Unido y al laborismo y prometió aprender las « lecciones» extraídas de los errores cometidos en el país árabe.
No obstante, el nuevo jefe laborista hizo hincapié en que su país cumplirá las «obligaciones internacionales» contraídas no sólo en Irak, sino también en Afganistán.
Mal que le pese a Brown, miles de personas se manifestaron ayer en las calles de Manchester para exigirle la retirada de las tropas de Irak, donde hay desplegados unos 7.100 soldados británicos. El nuevo gobierno británico también cooperará con Europa, EE.UU. y el resto del mundo para atajar el cambio climático, afirmó el flamante líder laborista.
Asimismo, Brown abogó por combatir el «terrorismo extremista» no sólo con medios militares («es también una lucha de ideas e ideales», precisó), un fin para cuyo logro resulta «esencial» la resolucióndel conflicto entre israelíesy palestinos.
En ese sentido, el aún ministro de Finanzas abrazó la «solución de dos Estados», Israel y Palestina, que convivan en paz.
La «coronación» de Brown constituye el fin de un viaje largo y difícil (plagado de incesantes rumores sobre las desavenencias entre Brown y Blair) que comenzó en 1994, cuando, tras la muerte del entonces jefe laborista, John Smith, renunció a disputarle a Blair el liderazgo de la formación a condición de sucederlo en el futuro.
El nuevo líder verá colmada su ambición el miércoles, día en que Blair presentará su dimisión como primer ministro a la reina Isabel II y será reemplazado por su titular de Finanzas.
Como adelantó ayer el propio Brown, «esta semana marcará un nuevo comienzo» para un gobierno laborista que podría prolongarse en el poder hasta 2010, cuando se prevé la convocatoria de elecciones generales.
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