31 de mayo 2007 - 00:00

Francia: los socialistas van hacia otra debacle

París - Conviene recordar la imagen, porque es muy difícil que vuelva a repetirse: Ségolène Royal, François Hollande, Dominique Strauss-Kahn y Laurent Fabius compartieron el martes en París el escenario de la sala Zenith para demostrar la disciplina y la homogeneidad de la familia socialista.

Nada más lejos de la realidad. La foto de familia es un documento agónico y crepuscular. Un espejismo que sorprende a los socialistas a las puertas de un nuevo desastre electoral. Dicen las encuestas que su margen de maniobra es 15 puntos inferior al del partido gubernamental (ver aparte). La cuestión, por tanto, no consiste es saber si van a perder en las legislativas del 10 y 17 de junio. Se trata de conocer las dimensiones de la mayoría absoluta que va a anotarse la Unión por un Movimiento Popular (UMP) de Sarkozy.

El vencedor absoluto de las presidenciales se permitió intervenir también el martes a la noche en un mitin organizado en Le Havre, en el noroeste de Francia. Los socialistas lo acusan de extralimitarse y de romper el compromiso de imparcialidad -«seré el presidente de todos», había declarado el jefe del Estado-, pero Sarko quiere iluminar a sus huestes y favorecerlas con la popularidad que le conceden todas las encuestas.

El 65% de los franceses está contento con su presidente. Una estadística digna de Charles de Gaulle y que anticipa el funeral del socialismo francés garantizando al centroderecha otros cinco años de superioridad absoluta en el Parlamento. No habrá cohabitación. Sarkozy será presidente y, en cierto modo, primer ministro.

  • Sin rivales

  • Royal quiere sobrevivir al hundimiento. El martes fue aplaudida y alentada en sus ataques contra Sarko.

    También se vislumbra como la única personalidad política del PS capaz de organizar el gallinero. No sólo por razones de legitimidad plebiscitaria, ya que la votaron 17 millones de franceses. También porque sus rivales carecen de envergadura y de credibilidad. Empezando por su propio compañero sentimental: Hollande ha declarado que no va a presentarse, en 2008, a la reelección como primer secretario del partido, aunque el previsible desastre electoral de junio bien podría adelantar las condiciones de una inevitable dimisión terapéutica.

    El cargo de líder máximo podría interesarle a Ségo como trampolín de una reforma ejemplar en su formación que aglutine toda la izquierda, se afiance en el centroe incluso retoque las siglas sagradas del PS para demostrar a los electores que la transformación es imparable. La posición, además, le permitiría legitimar su verdadero objetivo: presentarse a las presidenciales de 2012, tomarse la revancha contra Sarkozy y mejorar las estadísticas de François Mitterrand, puesto que la Esfinge perdió en dos ocasiones en las urnas antes de ocupar la sede del Elíseo.

    Los planes de Ségo tienen que sobreponerse a la estampida de los viejos elefantes. Especialmente Strauss-Kahn, cuyos ataques a la gestión de Hollande se explican porque él mismo quiere erigirse en el artífice de una revolución socialdemócrata a imagen y semejanza de los demás partidos europeos. Tendrá que medirse con la ambición insaciable de Fabius, en un nuevo período de mudanza ideológica. Era liberal. Después giró a la izquierda de la izquierda con vocación antieuropeísta. Y ahora se reivindica a sí mismo como el único tenor capaz de devolverle al coro socialista la sintonía de los mejores tiempos.

    Será después del 17 de junio, expresión temporal de unas elecciones que han asfixiado las opciones del centro. El pujante François Bayrou quiere sacar provecho de su buen resultado en las presidenciales con su nuevo partido MoDem, pero la lógica electoral francesa -los comicios se deciden a doble turno de acuerdo con el sistema mayoritario- no permite sorpresas de envergadura. Mucho menos cuando los disidentes del propio político centrista, leales a pactos y acuerdos con las huestes de Sarkozy, anunciaron la creación de una nueva agrupación política para competir en las legislativas.

    Su líder es el nuevo ministro de Defensa, Hervé Morin, quien considera verosímil conquistar 25 escaños en la Asamblea Nacional. Una cifra modesta en comparación con los que podría conquistar la UMP pero significativa en su mecánica de acuerdos con el partido gubernamental.

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