30 de enero 2007 - 00:00

Giuliani pierde terreno por la guerra en Irak

Hillary Clinton
Hillary Clinton
Washington - El mundo al revés. Los republicanos,divididos y confundidossobre una guerra. Y los demócratas, unidos. Hasta ahora, la situación solía ser la contraria. En 1991, fueron los demócratas quienes se tiraron los trastos a la cabeza con respecto a la autorización a George Bush padre para usar la fuerza para expulsar a Irak de Kuwait. Y en las elecciones de 2004 la campaña de Bush hijo repitió hasta la extenuación la frase del candidato demócrata, John Kerry, de «yo voté a favor de los 87.000 millones antes de votar en contra», en referencia a su actitud en la entrega de un paquete de financiación al esfuerzo militar en Irak.

Ahora pasa lo contrario. Mañana el Senado tiene previsto votar dos resoluciones que afirman que el envío de 21.500 soldados adicionales a Irak «no está a favor del interés nacional». Una de esas propuestas está copatrocinada por, entre otros, el senador y potencial candidato republicano a la Casa Blanca, Chuck Hagel. La otra, más suave, es obra del también republicano John Warner y cuenta con el respaldo del ultraconservador y también presidenciable Sam Brownback. Esa confusión ha metido en un campo de minas electoral a los dos principales precandidatos de ese partido, John McCain y Rudy Giuliani. El conservador senador de Arizona y el centrista ex alcalde de Nueva York sólo coinciden en su defensa de la mano dura en política exterior. Y eso les está pasando factura. Ambos están ahora en las encuestas por detrás de los tres principales candidatos demócratas: Hillary Clinton, Barak Obama -que todavía no ha anunciado si competirá por la presidencia- y el ex senador por Carolina del Norte John Edwards.

  • Cambio

  • Dos de esos tres demócratas -Clinton y Edwards- votaron a favor de la resolución del Senado que permitió la invasión. Pero, desde entonces, su apoyo a la guerra ha sido prácticamente inexistente, en parte porque se han centrado en la política interior. De hecho, en setiembre, Clinton obtuvo en las primarias demócratas al Senado 83% de los votos, destrozando así a su rival Jonathan Tasini, que había basado toda su campaña en el apoyo dado por la ex primera dama a George W. Bush para atacar a Irak.

    El domingo la candidata volvió a repetir su mensaje. En un mitin en el crucial estado de Iowa, en el que comienzan las primarias demócratas y donde Edwards lleva ventaja en los sondeos, Clinton dijo: «Si hubiéramos sabido lo que sabemos ahora, nunca habría habido una votación y yo nunca habría votado para dar a Bush esa autoridad».

    McCain y Giuliani han identificado su postura sobre Irak con la del presidente. El ex alcalde de Nueva York llegó a afirmar, cuando se hizo público el saqueo de un depósito de munición en el país asiático, que «la culpa no es del comandante en jefe, sino de las tropas». Pero ahora están en un serio problema. No sólo frente a los demócratas -Clinton se está viendo beneficiada por su reciente anuncio de que va a entrar en la carrera presidencial, y Obama es una especie de estrella del rock cuya popularidad nadie sabe cuánto tiempo va a durar-, sino también frente a sus propios correligionarios.

    Porque ese partido, que se autodefine como una gran tienda de campaña («big tent»), en el que caben lo mismo ultraliberales que conservadores sociales, se está agrietando por culpa de Irak.

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