La empresa Sierra Nevada, propiedad de Eren Ozmen, busca realizar la maniobra más difícil del sector aeroespacial: ejecutar un complejo proyecto gubernamental basado en aviones nucleares. Se trata de puestos de mando aéreos reforzados reservados para los altos cargos militares y políticos en caso de guerra nuclear u otras catástrofes.
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Eren Ozmen, la multimillonaria que busca invertir en aviones nucleares
Por medio de su empresa Sierra Nevada Corp., Eren Ozmen busca dar un salto difícil en el sector aeroespacial: ejecutar un proyecto a escala nuclear y gubernamental.
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Ozmen participó del Foro de Liderazgo anual en Sierra Nevada, en el hotel Sheraton Denver Downtown, donde dio una charla a 300 empleados.
Ozmen estaba confiada en que la empresa de defensa aeroespacial que compró, junto a con su marido Fatih por 1994, ganaría el prestigioso contrato de las Fuerzas Aéreas estadounidenses para desarrollar los próximos Doomsday o 'aviones del Juicio Final'.
Contrato con la Fuerza Aérea: Proyecto Doomsday
El acuerdo entre las partes se valúa en u$s13.100 millones, durante 12 años, suponiendo un cambio de juego para Sierra Nevada Corp., que durante 2023 registró ingresos de u$s2.000 millones. El contrato conlleva modernizar ocho jets Boeing usados.
"Asumir riesgos inteligentes es muy importante", dijo por su parte Ozmen, que transformó Sierra Nevada Corp. en el mayor contratista de defensa de propiedad femenina de EEUU. "Es una gran parte de ser empresaria, de liderar. Sin eso, en realidad, sólo estás siguiendo lo que está pasando", admitió.
Las charlas para el proyecto con las Fuerzas Aéreas comenzaron en 2020, junto con las inversiones: u$s175 millones se destinaron a modernizar la infraestructura digital de Sierra Nevada Corp., centrándose en la IA y el modelado digital.
Luego, previo a conseguir el contrato, u$s100 millones fueron para construir un hangar del tamaño de un 747 cerca de una base de las Fuerzas Aéreas en Dayton, Ohio.
El contrato del Centro de Operaciones Aéreas de Supervivencia, como se llama el proyecto Doomsday, es una montaña de desafíos técnicos y de gestión. Para adquirirlo, los Ozmen tuvieron que aceptar realizar una parte minoritaria del proyecto a un precio fijo y asumiendo sobrecostos.
Sierra Nevada Corp. se limitará a la fase de producción, por lo que es probable que no tenga que asumir costos inesperados durante el diseño. "Boeing, la única otra empresa que presentó una oferta para el proyecto, no estaba tan interesada en aplicar la innovación, reducir costos o reducir el calendario", afirmó Ozmen.
El proyecto Doomsday elevará el perfil y la definición del legado de Ozmen y su marido, ambos de 66 años y poseedores del 87% de Sierra Nevada Corp. Eren tiene una participación ligeramente superior y en conjunto valen u$s7.800 millones.
En el mejor de los casos, podría impulsar un ascenso hacia las grandes ligas aeroespaciales.
Los aviones del Juicio Final
Los cuatro aviones E-4B Doomsday están diseñados para proporcionar "comunicaciones de supervivencia constantes e ininterrumpidas", dijo el coronel David Leaumont, al mando de la flota, que también transporta regularmente al secretario de Defensa.
Los más de 40 sistemas de comunicaciones distintos de los aviones están construidos para resistir el pulso electromagnético que freiría instantáneamente los aparatos electrónicos cercanos en caso de ataque nuclear.
Estos aviones, que llevan volando 50 años y cuestan u$s140.000 por hora de funcionamiento, pueden albergar hasta 111 personas cada uno, tienen salas de conferencias y puestos de combate.
También pueden despegar con sólo avisar con unos minutos de antelación, pero se acercan al final de su vida útil. Sierra Nevada Corp. tiene la misión de conseguir que la próxima generación vuele antes de 2036.
Los grandes del sector
La firma lleva su tiempo ubicada en un desarrollo intermedio de la industria aeroespacial de defensa, lejos de los gigantes como Lockheed Martin y Northrop Grumman (ingresos de u$s67.600 y $s39.300 millones respectivamente).
Boeing, de u$s77.800 millones en ventas, se consideraba ganadora indiscutible del contrato tras diseñar los cuatro aviones E-4B actuales en 1970. Desde entonces tuvo contratos para mantenerlos por un valor de u$s150 millones al año y sus jumbos cuatrimotores 747-8 se consideraban los mejores modelos de la nueva generación.
La competencia de Boeing
Boeing, además de problemas con sus 737 comerciales, arrastra una serie de contratos de defensa que se convirtieron en pozos de dinero. En resumen, no se encontraba en una posición favorable para pujar agresivamente. Además, fue eliminado el pasado otoño tras presentar una oferta sin considerar las condiciones de las Fuerzas Aéreas, incluyendo renuncias a derechos de propiedad intelectual.
"Si perdés un contrato por el que ibas a perder dinero, en realidad ganás", afirmó Nicolas Owens, analista aeroespacial de Morningstar, al comentar la jugada de Boeing. "Si se trata de un fabricante realmente bueno como para hacer cuatro aviones Doomsday para las Fuerzas Aéreas, ¿para qué lo capacita eso? Quizá pueda hacer más, pero eso es todo. Nadie más va a comprar estos aviones", completó.
Después de todo, el mismo tipo de disposición creó un agujero de u$s2.000 millones (y creciendo) en el balance de Boeing para la muy retrasada próxima generación de aviones presidenciales Air Force One.
Boeing sigue siendo propietaria de los datos de diseño del avión original, lo que significa que Sierra Nevada Corp. tendrá que jugar limpio y, probablemente, pagar a su mayor rival para que le asesore en cuestiones como el desgaste del metal o la forma más segura de volver a unir una pieza.
Los Ozen
Fatih, esposo de Ozmen, es CEO de la firma y se centra en la estrategia y el crecimiento, mientras Eren supervisa la gobernanza y las finanzas. Antes de la pandemia había tomado la decisión de competir por programas normalmente destinados a empresas de defensa aeroespacial de "primer nivel".
"Desafié a mi dirección ejecutiva a pensar cómo podíamos duplicar el tamaño de Sierra Nevada Corp. en cinco años", dijo Fatih.
La pareja, ahora ciudadanos estadounidenses, es oriunda de Turquía, se conoció en Ankara y fueron estudiantes de posgrado en la Universidad de Nevada en Reno. Eren pagó la matrícula en parte limpiando oficinas en Sierra Nevada Corp., por aquel entonces una pequeña empresa de defensa con menos de 20 empleados.
En los años ochenta, ella consiguió trabajo ahí como responsable de informes financieros y Faith como becario de ingeniería. Tras ver cómo la empresa sobrevivía a una serie de crisis financieras, decidieron pedir un préstamo sobre su vivienda y comprar la empresa por menos de u$s5 millones, en 1994.
Sierra Nevada Corp. se especializa en la integración de aviones existentes con nuevas tecnologías, pero es más conocida por su filial espacial, Sierra Space, que los Ozmen escindieron en 2021. Sierra está desarrollando su propio avión espacial, el Dream Chaser, cuyo lanzamiento está previsto para el año que viene.
También está trabajando con Blue Origin, de Jeff Bezos, en un plan enormemente ambicioso para una estación espacial que sustituya a la ISS de u$s150.000 millones, considerada como el objeto más caro jamás construido.
Sierra Space recaudó u$s1.700 millones de inversores, la última vez en septiembre de 2023 con una valoración de u$s5.300 millones.
Propiedad intelectual y asesoramiento
Como parte del trato, Sierra Nevada acordó no retener la propiedad intelectual del proyecto. En su lugar, el Ejército del Aire será su propietario, quien le proporcionará una amplia orientación: "Comprenden que es la primera vez que la empresa a hacer algo así. Quieren que tengamos éxito".
También contará con la ayuda de subcontratistas experimentados como Lockheed y General Electric.
Este enfoque de 'sistemas abiertos' es inusual en el sector de la defensa, donde las empresas suelen aferrarse a la propiedad intelectual para obligar al gobierno a contratarlas durante décadas para lucrativos trabajos de mantenimiento y consultoría.
"Así es como evoluciona la industria", señaló Loren Thompson, un veterano analista aeroespacial. "Hay un nuevo actor que opera de formas no tradicionales y está dispuesto a arriesgarse. Y hay un viejo jugador que se resiste a tener que igualar las condiciones que ofrece el recién llegado".
Contratos a futuro
Sierra Nevada Corp. ya alcanzó algunos hitos iniciales del programa, como la construcción del segundo de al menos cuatro hangares de 90.000 pies cuadrados en Dayton y el vuelo del primero de los cinco 747-8 usados que compró a Korea Airlines por u$s675 millones a las nuevas instalaciones.
Los otros cuatro aviones siguen en el aire, transportando en vuelos diarios entre Seúl y Atlanta, por ejemplo, a pasajeros que ignoran por completo que están a bordo de un avión que algún día podría dirigir una respuesta nuclear estadounidense.
La empresa de los Ozmen espera que este contrato le ayude a amasar otros, incluida la versión del avión del Juicio Final para la Marina, a anunciarse en enero y por la que compite con Northrop Grumman.
Ya está consiguió contratos notables, incluido un pacto de u$s1.000 millones para desarrollar aviones espía de largo alcance para el Ejército. El objetivo es alcanzar los u$s4.000 millones de ingresos en 2025 y triplicar su tamaño en 2030.
"Una vez que demostrás que podés ejecutar un programa de este tamaño, vas a conseguir 10 más", afirmó Ozmen. Según Cai Von Rumohr, analista aeroespacial de TD Cowen: "Está claro que subieron en la escalera empresarial".
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