La belleza siempre tuvo dolorosos procedimientos para alcanzar algunos de los estándares de moda de la época. En la actualidad, y con los avances de las ciencias, se lograron métodos menos dolorosos. Las intervenciones por cirugías estéticas son cada vez más demandados pero las molestias de la recuperación no se acercan a los dolores que producían los antiguos artilugios.
Quiénes fueron las creadoras de los inventos estéticos más siniestros del mundo: máscara facial y máquina de hoyuelos
La belleza y el dolor no siempre son dos conceptos alejados sino que muchas personas se sometieron a tratamientos de terror para cumplir con los estándares.
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El encanto y atractivo de las personas es apreciado desde tiempos inmemorables en la humanidad. Cada época y cultura tiene sus propios estándares de belleza, como la Venus de Willendorf que nos permite reconocer un modelo de grandes cinturas y una contextura obesa, que datan de 250 mil años antes de cristo. O como también eran reconocidos los tratamientos de la piel que hacía Cleopatra para mantenerse joven y cumplir con los cánones de belleza.
Quién era Isabella Gilbert, la creadora de la máquina de hoyuelos
Los bellos hoyuelos que se forman al borde de las sonrisas no son algo que todas las personas tengan. Estos fueron deseados por cientos de personas y la señora E. Isabella Gilbert patentó una herramienta para obtenerlos en 1936. Ella indicaba: "Úsalos durante cinco minutos, dos o tres veces al día, mientras te vistes, descansas, lees o escribes. Mírate en el espejo y sonríe. Se acabarán haciendo".
Su invento fue denunciado por la Asociación Médica de Estadounidense porque sus estudios revelaron que su fabricante de hoyuelos no hacía ninguno de los beneficios que anunciaba. Isabella tuvo que comunicar este resultado y también agregar que el uso prolongado de su dispositivo podría causar cáncer. Esto hizo que todos sus productos sean descartados.
Quien fue Helen Rowley, creadora de la máscara facial victoriana
El emprendimiento de la mujer de Reino Unido fue un éxito tras su patentamiento en 1875. Se trataba de una máscara de caucho flexible que se podía rellenar con todo tipo de ungüentos para el tratamiento de la piel. El producto se utilizaba durante la noche para que la piel de la cara transpire, aliviar sus poros y mejore la circulación superficial.
A pesar del miedo que podría significar al día de hoy, el producto tuvo sus imitaciones y se afirmaba que podía ayudar a: mal cutis, erupciones cutáneas, espinillas, manchas, etcétera. Las que no podía acceder a ninguno de estos productos, comenzaron a aplicarse carne cruda en sus caras por las noches.
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