22 de marzo 2021 - 00:00

¿Una alianza liberal?

"Hay algo de liberalismo en todo ese Cambiemos", le decía con humor un joven liberal a este cronista horas más tarde del hecho político que dio inicio a esta potencial alianza. Uno de los inconvenientes sustanciales que tiene este intento de formación del frente liberal, es que la sombra del espacio aún conducido por Mauricio Macri, cae sobre más de uno de los integrantes del mismo.

Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta.

Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta.

Noticias Argentinas

La diada amigo-enemigo constituye la esencia de “lo político”. O al menos así lo creía el filósofo y jurista Carl Schmitt, uno de los pensadores esenciales del mundo politológico actual, de enorme influencia en parte de nuestra dirigencia política, desde su relectura por parte de la belga Chantal Mouffe y del argentino Ernesto Laclau.

Si la decisión última del político es la elección de su enemigo, la selección de quienes son “sus amigos” no es incluso menor. En tal sentido, el intento de aunar al espectro de centro derecha en una única alianza denominada al momento de su anuncio como “Vamos”, pareciera prometer que este segmento del arcoíris ideológico nacional se ha decidido finalmente a hacer política en serio. O al menos eso parecieran querer demostrar.

Sin embargo, el hecho no estuvo libre de interpretaciones, múltiples dudas y algunos traspiés significativos, incluso pocos días después del anuncio oficial.

La sombra cambiemita

“Hay algo de liberalismo en todo ese Cambiemos”, le decía con humor un joven liberal a este cronista horas más tarde del hecho político que dio inicio a esta potencial alianza. Más allá de la humorada, lo cierto es que justamente uno de los inconvenientes sustanciales que tiene este intento de formación del frente liberal, es que la sombra del espacio aún conducido por Mauricio Macri, cae sobre más de uno de los integrantes del mismo. Sin ir más lejos, y si para muestra falta un botón, en la foto de ese lanzamiento hay referentes portadores de sellos tradicionales para el liberalismo cuyos hijos no solo militan en las filas del ex Cambiemos, sino que también ocupan bancas como concejales de esa fuerza en el sur del conurbano al día de hoy a pesar de vivir bajo el mismo techo.

En tal sentido, si se analizan con atención estos orígenes políticos, los círculos de contacto, las dependencias políticas y económicas de varias segundas líneas, y de alguna que otra primera, con el macrismo y el larretismo, se vuelve complejo considerar que todo este esfuerzo representativo no termine convergiendo, de un modo u otro, más pronto que tarde, en aquello que decidan conformar los ex Cambiemos.

De hecho, en la práctica, existe una especie de esquizofrenia discursiva en todo el espacio. Por un lado, varios referentes afirman a viva voz intentar despegarse del espacio macrista debido a, según ellos, el estrepitoso fracaso que significó el gobierno comprendido entre 2015 y 2019, que propició el regreso del kirchnerismo. Sin embargo, esas mismas voces han expresado pocos días antes y algunos días después, que la unión con ese espacio en 2023 sería casi inevitable si se quiere garantizar una derrota de las fuerzas conducidas por Cristina Kirchner.

Dicho de otro modo, la conformación general de la agrupación en ciernes parece querer jugar más bien un bluff fuerte en esta primera mano de póker para avenirse a negociar con el espacio cambiemita, después. Lo cual, como decíamos en estas mismas columnas en una nota del año pasado, es el gran juego que encabeza Patricia Bullrrich, en ese otro lado de la cerca.

Tal vez para ilustrar la enorme carencia del intento, sirva la comparación con otras latitudes con las que Argentina siempre se ha referenciado. Del otro lado del atlántico, la agrupación de centro derecha VOX, muestra un camino más exitoso y orgánico con profundas diferencias con esta medusa política incipiente que parece querer formarse aquí, a pesar de la similitud ideológica que dicen representar. En tal sentido, en el partido español, no solo se destaca la presencia de varios líderes con capacidad de volverse candidatos firmes a la presidencia de este país, sino también la voluntad de consolidar un poder realmente propio y autónomo. Todo lo cual da muestras de los efectos de un liderazgo como el de Santiago Abascal, desprovisto de los vicios ególatras que suelen percibirse en nuestros armados nacionales.

Un problema de representación

Del mismo modo, sorprende la desconexión de la iniciativa con su propio electorado. Si hay algo simbólico en la política es “la foto”, acontecimiento que suele coronar los convites y propiciar mezquindades, enfrentamientos y operaciones. Si este comienzo de alianza fuese a ser analizado desde la imagen difundida en redes sociales y periódicos, lo primero que llama la atención es la disonancia entre la edad de los participantes de la misma y el núcleo valor de su propuesta ideológica.

Esta afirmación puede resultar llamativa para quien no se haya actualizado de los acontecimientos más novedosos de la política nacional, lo cual, de hecho, pareciera ser paradójicamente lo que le ocurrió a quienes armaron dicha fotografía. Uno de los hechos políticos más significativos del último tiempo ha sido la incorporación de crecientes masas de jóvenes a la militancia de las ideas liberales y/o conservadoras que solían ser patrimonio exclusivo de generaciones pasadas. Por tanto, la ausencia general de representantes de toda esa juventud no solo llama la atención, sino que aparece como un enorme gaffe inicial que no augura buenos resultados futuros. Como supo decirle a este cronista en este sentido, el actual Diputado Nacional José Luis Patiño, de diáfana procedencia liberal: “Yo soñaba con algo nuevo. Quería ver en la cancha un recambio generacional. La verdad que para hacer una alianza ´liberal´ con Hotton y Pocho Romero Feris me quedaba con Bullrich y Waldo”.

Al mismo tiempo, resulta cuando menos extraña la dispar procedencia de quienes dicen querer formar el frente. Por un lado, se encuentran reales operadores políticos con volumen propio como el mencionado “Pocho” Romero Feris, Guillermo MacLoughlin, del centenario Partido Demócrata con una militancia activa y poder real en más de una provincia, José Luis Espert, quizá el más advenedizo del grupo, pero que supo llegar al último debate presidencial y el reconocido ex ministro de economía Roque Fernández, junto a twitteros y meros “portadores de fichas”, como se le dice con esa crueldad propia que tiene por momentos la política, a aquellos que siempre aspiran a tener un sello partidario propio sin lograrlo jamás. Como dijo otro asistente al encuentro: “Quiere ponernos condiciones a nosotros que tenemos los sellos partidarios, gente que solo cuenta con el usuario y la contraseña de su Instagram”.

Es difícil pensar en una alianza sostenible en el tiempo cuando los firmantes del acuerdo cuentan con semejantes disparidades de historia, poder territorial y estructuras partidarias. Quizá sea por eso que las intenciones del encuentro no estuvieron claras siquiera para aquellos que estaban siendo protagonistas principales del mismo, como quedó demostrado pocas horas más tarde.

Ruptura precoz

A los pocos días, la alianza ya crujía con fuerza y las redes sociales presenciaban con desconcierto los llamativos cruces de acusaciones de aquellos que justamente decían estar unidos. A decir verdad, ya durante los intentos de acuerdo, Alejandro Fargosi señalaba con fastidio a propios y ajenos, la llamativa insistencia con la que uno de los jóvenes militantes del espacio conducido por Darío Lopérfido agregaba condicionamientos caricaturescos, como si con tal quisiese imposibilitar o retrasar la alianza, bajo la cubierta de estar queriendo justamente propiciarla. Más de uno terminó aquella jornada preguntándose si su conducta era resultado de su evidente falta de experiencia y ansiedad juvenil o la expresión de algún mandato foráneo a dicha mesa.

Más allá de este violento cruce virtual, del fastidio en los días venideros de Romero Feris y de las polémicas declaraciones de Ricardo López Murphy que estuvieron a punto de quebrar toda posibilidad de diálogo, lo más significativo sucedió en las últimas horas, cuando miembros del equipo de José Luis Espert se reunieron en un conocido hotel de la zona de Libertad y Santa Fe con representantes de otras fuerzas no invitadas a aquél primer convite, para cerrar acuerdos en gran medida incompatibles con las voluntades manifestadas originalmente.

Al cierre de esta nota, el destino de la alianza liberal es incierto. Hay quienes afirman que en los próximos días las novedades serán positivas para todos aquellos que de buena fe ansían con ver su espectro ideológico representado nuevamente por una fuerza política competitiva. Lo cierto es que más allá de los anuncios, de las fotos, de los tweets y de las intenciones, la conformación y el sostenimiento de una tercera fuerza a nivel nacional con tintes conservadores y/o liberales, implica niveles de recursos, formación, compromiso, audacia, abnegación y, sobre todo, carisma y liderazgo, que no parecen verificarse aún en estos conflictivos y dudosos primeros pasos.

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