El Tesoro toma la posta mientras la Fed amenaza con suba de tasas
Así como la Fed no titubeó en su momento en bajar las tasas de interés, el Tesoro no sólo no ofreció resistencia al repentino cambio de mareas, sino que lo impulsó. Tras tres años consecutivos de poda fiscal -en los que el déficit nominal se redujo 60%-, el reflujo es más que poderoso. Cumplidas ya tres cuartas partes del año fiscal 2008, el rojo se dobló con creces. Suma, a junio, 268 mil millones de dólares frente a los 120 mil millones acumulados un año antes. De esa diferencia, 79 mil millones fueron distribuidos a las familias como devoluciones de impuestos y deben cargarse a la cuenta del programa de estímulo. En estos nueve meses, los gastos treparon 6%, mientras que los recursos del sector público disminuyeron 1% (si se excluye el paquete de incentivo, subieron 2%). La recolección de impuestos corporativos cayó 15% (por la débil actividad y el declive de la rentabilidad; en menor medida, por la depreciación acelerada que permite el plan de estímulo).
¿Qué realidad proyectan estos números? Millón más, millón menos, cuando el ejercicio fiscal concluya en setiembre, el déficit orillará el récord nominal de 412 mil millones alcanzado en 2004. Si se deja de lado el superávit de caja de la seguridad social (que encubre lo que es, en rigor, un déficit devengado del sistema que se torna explosivo en el largo plazo), el rojo presupuestario genuino pisará tierra virgen: 600 mil millones de dólares (superando el máximo de 568 mil millones, también fechado en 2004). Sin embargo, si se corrigen los registros por su incidencia en el PBI, el desborde es menos pronunciado:el déficit total de 1,2% puntos del año pasado trepará a 2,8%, todavía por debajo del 3,6% de 2004 y lejos del récord de la posguerra: 6% del PBI en 1983.
¿Obligarán estas cifras a clavar el freno? Nadie debería apostar un centavo por ello si es que teme perderlo. Las tasas de interés podrán estar en un piso, pero el déficit fiscal se ubica muy lejos de su «techo». La Ley de Vivienda, aprobada ayer en la Cámara de Diputados, es un botón de muestra. Allí, Fannie Mae y Freddie Mac arrancan nuevos compromisos potenciales. La iniciativa Dodd-Frank para incentivar la reestructuración de hipotecas con garantías oficiales suma otros (con un presupuesto de 300 mil millones de dólares en avales). Pero la verdadera frutilla del postre estará corporizada por un segundo paquete de estímulo fiscal del que se ha dicho que es prematuro, pero no que no vaya a ser necesario.
No hay espacio, por supuesto, para acometer todos estos emprendimientos sin perforar el rígido límite que fija el Congreso para la acumulaciónde deuda pública. Desde ya, si la crisis aprieta de veras, conviene apostar doble contra sencillo que será el tope de deuda lo que cederá a la postre y no las demandas de asistencia. Con un endeudamiento público en torno de 37% del PBI -doce puntos inferior, por ejemplo, al que regía quince años atrás-, los legisladores preferirán tomar ese atajo antes que apalear mayores escombros. La propia Ley de Vivienda viene con el pan bajo el brazo: el límite se corre de los actuales 9,8 billones de dólares a 10,6 billones.
La auténtica restricción no yace, pues, en el Congreso, sino en el mercado de capitales. Está dada por la capacidad de absorción de deuda a costos razonables. En ese sentido, el temporal que se abatió sobre las agencias patrocinadas del gobierno fue un examen oportuno. Y resultó aprobado tanto en el terreno específico de los bonos del Tesoro (en los momentos álgidos, las tasas a diez años se hundieron por debajo de 4%) como en el crucial mercado de monedas (ya que el dólar soportó el chubasco sin grandes zozobras).
Si la situación ideal -preservar la vajilla intacta-no es asequible, no resulta una mala división del trabajo que la Fed se ocupe de anclar la inflación mientras la Tesorería paga los platos rotos.
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