En un mundo donde la liebre es la IA y la tortuga es lo humano, ¿a quién vamos a respaldar?

¿Dónde estamos poniendo la inversión hoy y qué futuro estamos pronosticando con esa decisión?

La liebre corre cada vez más rápido. Lo humano llega cuando aprende. Ese es el pivote que vale la pena financiar si queremos que lo humano perdure.

La liebre corre cada vez más rápido. Lo humano llega cuando aprende. Ese es el pivote que vale la pena financiar si queremos que lo humano perdure.

Imagen creada con inteligencia artificial

Pedimos empatía, colaboración y creatividad. Sin embargo, el dinero —y el tiempo— se van mayormente a eficiencias de corto plazo y, desde hace un tiempo, a la IA. El 40% de los empleadores ya anticipa reducir dotaciones allí donde la IA pueda automatizar tareas, y los macro-trends proyectan 92 millones de puestos desplazados en los próximos años —aun con creación neta positiva de empleo—.

En paralelo, cae el tiempo de práctica formal por persona (13,7 horas en 2024 vs. 17,4 en 2023), lo que erosiona el entrenamiento de habilidades humanas.

¿Qué está quedando subfinanciada?

Invertimos en la liebre que acelera, mientras la tortuga que sostiene resultados —la práctica humana entre personas— queda subfinanciada. La pregunta ya no es solo a quién respaldar, sino qué estamos pronosticando cuando asignamos presupuesto: ¿un sprint de costos bajos o una temporada con liderazgo confiable?

Si la IA es el co-cerebro, la decisión madura es simple: Capex en IA + Opex en habilidades humanas. Si realmente es tan simple, ¿qué nos impide hacerlo?

Pronosticar es crear criterio de futuro. Cada peso y cada hora que destinamos hoy es un guión de lo que mañana será normal. ¿Estamos usando ese poder para construir capacidades humanas —con la IA como co-cerebro que las potencia— o seguimos cediéndolo a la asfixia de lo cotidiano?

La paradoja de la confianza hoy

Aquí aparece la paradoja que vemos a diario en directorios y reuniones de management: se pide “alma” (empatía, colaboración, creatividad) y, al mismo tiempo, se hacen recortes en el lugar donde esa “alma” se entrena: la práctica entre personas.

Un bot puede ayudar a preparar, resumir, proponer variantes y hasta simular escenarios. Lo que no puede aún es reproducir la incomodidad fértil de una conversación real donde hay silencios, matices, regulación emocional y acuerdos que cambian conductas.

La alquimia de la confianza entre las personas todavía ocurre en vivo. Sin embargo, muchos experimentan esa confianza con IA y eso es una trampa de la no dimensionamos el impacto que tiene sobre nosotros.

¿Qué se gana? ¿Qué se pierde?

Que la IA corra como liebre es una buena noticia si sabemos para qué la queremos en la carrera. Gana velocidad, escala memoria, baja fricción operativa y despersonaliza el primer análisis cuando el tema está caliente. Pero si la organización se queda ahí, se pierde lo que más impacta el negocio: transferencia al día a día. Sin práctica hecha por personas, el feedback queda en intención y los acuerdos se diluyen en la urgencia entre algunos de los ejemplos.

¿Qué hace al liderazgo perdurable?

Lo que hace perdurar lo humano es su capacidad de aprender. Ese es el pivote que permite a los líderes - y nos permitió transformarnos como ninguna otra especie - la habilidad y capacidad de convertir experiencia en criterio, y criterio en acción consistente y crear cultura.

Con nuestro aprender, podemos transformar la velocidad de la IA en resultados sostenibles para que beneficien a las personas, que dependen de factores humanos: confianza, coordinación, foco, calidad de decisiones para poder seguir adelante.

El aprendizaje se vuelve operativo con tres movimientos simples y exigentes:

  • Simplificar lo complejo. Antes de entrenar, definimos qué conducta concreta queremos mejorar y en qué escena real del negocio (no en un caso ficticio). Nombrar bien el problema ordena el 50% del camino.
  • Diseñar puentes (Acuerdos/Puentes/Aliados). Establecemos reglas de juego, practicamos con pares exigentes que no humillan y sumamos aliados observadores que devuelven efectos, no intenciones. La tecnología conocida entra aquí para multiplicar impacto: guiones, escenarios, variantes, registro de acuerdos y seguimiento.
  • Validar con mente y corazón. Medimos KPI conductuales (acuerdos verificables, dueños de tarea, tiempos de reunión) y cuidamos la energía del equipo para sostener el cambio. Sin energía, no hay hábito; sin hábito, no hay resultado.

Volvamos a la pregunta inicial: ¿a quién vamos a respaldar? Si ponemos todo en la liebre, quizá lleguemos antes a la misma pared. Si apostamos solo a la tortuga, corremos el riesgo de lentitud e ineficiencia.

El ganador es el equipo tortuga+liebre. La IA nos lleva rápido al borrador correcto; el aprendizaje humano lo convierte en comportamiento consistente que sostiene los números.

¿Qué tan efectivo sería pedirle a IA que, además de medir la productividad de un modelo, mida la tasa de acuerdos cumplidos entre las personas a 14 días? ¿Igual que se celebra un ahorro, se crea junto a IA “algo” que celebre una reunión que termina en 45 minutos con claridad de dueños y próximos pasos?

Porque pronosticar es crear criterio de futuro, y cada presupuesto es una apuesta sobre lo que será normal mañana. Si queremos organizaciones rápidas y confiables, la inversión madura no es un dilema moral: es un diseño operativo.

Capex en IA para correr como liebre. Opex en habilidades humanas para llegar como tortuga y que entre las dos construyan y sostengan el mejor futuro para todos.

La liebre corre cada vez más rápido. Lo humano llega cuando aprende. Ese es el pivote que vale la pena financiar si queremos que lo humano perdure.

Executive Coaching Advisor, psicopedagoga y creadora de "Fast Pass Way", un método en cinco pasos para ayudar a líderes y equipos a simplificar lo complejo, decidir mejor y lograr resultados sostenibles sin desgaste. Trabaja con compañías y pymes en LATAM y otros mercados, integrando lo técnico-operativo, lo humano y lo sistémico para acelerar la ejecución con bienestar.

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