23 de mayo 2025 - 13:18

La estrategia del Gobierno con el nuevo bono "peso linked"

El bono “peso linked” se caracteriza por tener como moneda de suscripción el dólar estadounidense, mientras que su repago —en términos nominales y de intereses— se encuentra indexado a la evolución del tipo de cambio oficial mayorista del peso argentino.

La administración económica considera que los bonos “peso linked” pueden actuar como “puente de confianza” para que el capital especulativo retorne en forma parcial al circuito formal. 

La administración económica considera que los bonos “peso linked” pueden actuar como “puente de confianza” para que el capital especulativo retorne en forma parcial al circuito formal. 

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La emisión de un instrumento financiero denominado bono “peso linked” por parte del Tesoro Nacional, en articulación con el Banco Central de la República Argentina (BCRA), responde a una estrategia de política económica orientada a acumular reservas internacionales sin intervenir de forma directa en el mercado cambiario. Esta decisión se produce en un contexto de restricciones externas persistentes, elevada dolarización de portafolios privados y una demanda estructural insatisfecha de divisas, que tensiona la sostenibilidad del equilibrio macroeconómico.

El bono “peso linked” se caracteriza por tener como moneda de suscripción el dólar estadounidense, mientras que su repago —en términos nominales y de intereses— se encuentra indexado a la evolución del tipo de cambio oficial mayorista del peso argentino. En consecuencia, su principal atractivo radica en ofrecer a los inversores cobertura frente a la devaluación de la moneda local sin necesidad de liquidar dólares en el mercado oficial, lo cual preserva la frágil posición de reservas netas del BCRA.

Desde la perspectiva de los inversores institucionales, fundamentalmente fondos de cobertura y tenedores no residentes, el atractivo de este instrumento radica tanto en la expectativa de depreciación controlada del peso como en la posibilidad de acceder a tasas implícitas de retorno que, aún con riesgo soberano latente, superan rendimientos equivalentes en otras jurisdicciones emergentes. Esta lógica responde al diferencial que se genera entre la curva de deuda en pesos ajustada por tipo de cambio y los activos similares emitidos en moneda dura.

El diseño operativo de este bono impone una serie de condiciones macro y microeconómicas para su éxito. En primer lugar, el tesoro debe asegurar que la evolución del tipo de cambio oficial siga una trayectoria creíble y predecible, de modo que los agentes no anticipen una brusca corrección cambiaria que erosionaría la base de cálculo del instrumento. En segundo lugar, la colocación debe realizarse con criterios de segmentación por tipo de tenedor, estableciendo umbrales diferenciados de acceso para residentes y no residentes, a fin de evitar desbalances en la tenencia externa de pasivos públicos.

Uno de los objetivos implícitos en esta estrategia es lograr captar el ingreso de fondos en el corto plazo para aumentar el nivel de reservas brutas. Para ello, la administración económica considera que los bonos “peso linked” pueden actuar como “puente de confianza” para que el capital especulativo retorne en forma parcial al circuito formal. Esta concepción se inscribe en el enfoque gradualista adoptado desde principios de 2025, que busca evitar saltos disruptivos en las variables nominales mientras se consolida la estabilidad fiscal.

En términos operativos, el mecanismo de colocación se estructurará bajo la modalidad de licitación competitiva, canalizada a través del sistema de colocaciones primarias de la Secretaría de Finanzas. Los participantes deberán presentar ofertas expresadas en dólares estadounidenses, aunque la liquidación se realizará en pesos al tipo de cambio oficial vigente al momento de la adjudicación. De esta manera, el Gobierno evita el ingreso directo de divisas al mercado oficial de cambios, pero computa esas divisas como reservas brutas en la contabilidad del BCRA, incrementando su poder de fuego en la gestión de expectativas.

Esta estrategia presenta beneficios contables inmediatos, ya que permite mejorar el perfil de activos internacionales sin comprometer la paridad cambiaria de corto plazo. Sin embargo, también implica asumir un pasivo contingente que crecerá en términos nominales si la depreciación del peso se acelera. Por lo tanto, el riesgo cuasi fiscal derivado de este instrumento dependerá críticamente del sendero futuro del tipo de cambio y del horizonte de vencimientos, que deberá ser escalonado cuidadosamente para evitar concentraciones de pago en momentos críticos del calendario financiero.

Desde la óptica del balance del BCRA, los bonos “peso linked” funcionaran como una forma indirecta de esterilización de pesos y fortalecimiento de activos externos. Aunque no se trata de pasivos directos del Central, el eventual rescate anticipado de estos títulos o su eventual canje por deuda en dólares podría implicar un costo monetario significativo si no se coordinan adecuadamente las políticas fiscales y cambiarias.

A nivel sistémico, el éxito de la colocación podría tener efectos multiplicadores en los mercados financieros locales. Por un lado, incentivaría la formación de una curva de rendimientos soberana en moneda local ajustada por tipo de cambio, lo cual ampliaría el menú de instrumentos disponibles para administradores de cartera. Por otro lado, ofrecería una herramienta de cobertura cambiaria alternativa al dólar futuro, reduciendo potencialmente la presión sobre el mercado de derivados y desincentivando operaciones especulativas en la plaza informal.

El efecto sobre la brecha cambiaria también merece atención. Si bien el bono no implica liquidación de dólares, su existencia permite absorber parte de la demanda de cobertura en instrumentos legales, lo cual podría contribuir a una compresión de la brecha entre el tipo de cambio oficial y los paralelos financieros. Esta hipótesis dependerá, no obstante, del nivel de confianza del mercado en la trayectoria macroeconómica y de la capacidad del Gobierno para sostener su política cambiaria sin sobresaltos.

El impacto sobre las reservas netas, que es uno de los principales objetivos de la medida, debe analizarse con cautela. Si bien el cómputo contable permite mejorar las reservas brutas, el efecto sobre las reservas netas está condicionado por la liquidez real de las divisas involucradas y su disponibilidad para enfrentar compromisos externos. En este sentido, es posible que el instrumento sea más eficaz para mejorar indicadores de solvencia a corto plazo que para resolver las tensiones estructurales de balanza de pagos.

La emisión de dicho bono representa una herramienta táctica dentro del arsenal del Gobierno argentino para estabilizar expectativas, fortalecer reservas internacionales y mejorar la percepción de sostenibilidad macroeconómica en el corto plazo. Su diseño apunta a atraer flujos financieros sin ejercer presión directa sobre el mercado cambiario, y al mismo tiempo ofrece cobertura frente a devaluaciones para inversores que apuesten por una salida ordenada de la actual transición monetaria.

Sin embargo, el verdadero desafío radica en sostener la credibilidad de este instrumento a lo largo del tiempo. La efectividad de su implementación dependerá no solo de las condiciones contractuales específicas, sino también del cumplimiento del programa fiscal, la consistencia del anclaje cambiario y la evolución de las expectativas inflacionarias. En ese sentido, más allá de los beneficios inmediatos que pueda ofrecer, el bono “peso linked” no sustituye la necesidad de un marco integral de política económica que brinde señales claras y sostenibles a los actores del mercado. La magnitud de su éxito, por tanto, estará íntimamente ligada a la capacidad del Gobierno para transformar esta herramienta coyuntural en parte de una estrategia de normalización financiera de mediano plazo.

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