El 9 de octubre de 2025, mientras los mercados argentinos atravesaban la décima jornada consecutiva de tensión cambiaria, el Tesoro de los Estados Unidos intervino directamente en el Mercado Libre de Cambios. Las órdenes, ejecutadas por J. P. Morgan, Santander y Citi, consistieron en vender dólares y comprar pesos, provocando un derrumbe inmediato del tipo de cambio mayorista de $1.470 a $1.420 en apenas una hora (Scott Bessent anunció…, 2025).
La Nación en manos del mercado: cómo Wall Street capturó la economía argentina a través de Scott Bessent y Luis Caputo (Parte II)
El Gobierno entregado. El Tesoro de EEUU interviene en el mercado argentino.
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Wall Street se desplomó tras la amenaza de Trump de un "aumento masivo" de los aranceles a China
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Wall Street se tomó un respiro y cerró con números negativos tras la publicación de las actas de la Fed

Bessent se presenta como un técnico neutral, pero actúa como arquitecto de una nueva hegemonía.
El hecho, inédito en la historia económica argentina, fue presentado como “colaboración técnica” por el ministro Caputo. En realidad, representó una transferencia formal de la potestad de intervenir; una cesión del gatillo monetario a un actor extranjero.
El episodio podría parecer una anécdota de coyuntura, pero condensa una mutación estructural. En las economías periféricas, la intervención cambiaria define el límite entre la autonomía y la subordinación. Cuando un Estado delega esa función, abdica de su capacidad de decisión soberana. Desde ese día, el valor del peso dejó de depender del BCRA y pasó a ser una variable administrada por algoritmos y operadores de Wall Street, bajo la supervisión del Tesoro norteamericano.
Scott Bessent, en su doble rol de secretario del Tesoro y ex gestor de Soros, encarna la paradoja de esta operación. Su trayectoria no remite al servicio público, sino al arte de la captura especulativa. Según Mallaby (2010), durante el “Miércoles Negro” fue él quien persuadió a Stanley Druckenmiller de que la libra esterlina no resistiría la presión del mercado, allanando el camino para una de las mayores ganancias en la historia de los fondos de cobertura. Treinta años más tarde, el mismo estratega reaparece para “auxiliar” a un banco central en lugar de derrotarlo.
La continuidad no es casual; en ambos casos, el poder financiero suplanta al político.
Bessent se presenta como un técnico neutral, pero actúa como arquitecto de una nueva hegemonía. Su intervención en Buenos Aires reconfigura la relación entre el Tesoro estadounidense y los países dependientes. Ya no solo se trata de préstamos condicionados -como los del FMI- sino de participación directa en el manejo de la liquidez doméstica. El Estado periférico no solo endeuda su balance; cede su tablero de control.
Caputo celebra la operación como un “logro diplomático” y destaca el compromiso de Donald Trump con los “aliados que dan la bienvenida a la inversión estadounidense” (Scott Bessent anunció…, 2025). La frase encierra un principio de vasallaje contemporáneo; la soberanía se mide por la apertura a la inversión foránea, no por la capacidad de regularla. El lenguaje del mercado se convierte en gramática de la política.
Reingold (2005) advertía que en Wall Street “las narrativas del éxito ocultan siempre la arquitectura de la subordinación”. En la práctica, las autoridades argentinas no son ya responsables de sus decisiones financieras; son delegados funcionales de un ecosistema que premia la docilidad.
El swap de divisas por 20.000 millones de dólares, presentado como “blindaje”, es en realidad un sistema de líneas de crédito contingente bajo control estadounidense; los fondos no son líquidos, ni de libre uso, ni activables sin autorización. Argentina “recibe” dólares que no puede usar, pero se compromete a mantener su disciplina fiscal y su apertura comercial.
En términos de sociología financiera, el caso argentino puede interpretarse como un laboratorio de colonialismo monetario avanzado; el control externo ya no se ejerce por coerción directa ni por deuda explícita, sino por intermediación técnica.
El Estado nacional continúa existiendo formalmente, pero sus instrumentos son operados por terceros. Su discurso se mantiene, pero su ejecución está externalizada. La política económica se convierte en un servicio offshore.
En los mercados, la maniobra fue celebrada. Los bonos soberanos treparon hasta 8,4%, las acciones argentinas subieron 27% y el riesgo país cayó temporalmente. Pero el júbilo fue tan instantáneo como superficial. Lo que los analistas interpretaron como “confianza” era la certeza de que la Argentina había sido incorporada al perímetro de control del Tesoro estadounidense. En otras palabras; el riesgo político fue reemplazado por tutela directa.
De este modo, la corrida cambiaria se resolvió, no por una estrategia nacional, sino por la suspensión de la autonomía. La Argentina renunció a ser sujeto de política económica y se transformó en un mercado administrado. La soberanía -concepto que alguna vez remitió al autogobierno- quedó reducida a un renglón de confianza en los terminales de Bloomberg.
Conclusión de ambas publicaciones: soberanía tercerizada, dependencia programada
La entrega del control financiero argentino a Wall Street y al Tesoro de EE.UU. constituye mucho más que un episodio de política económica; es un punto de inflexión en la historia de la dependencia. A diferencia de los ciclos clásicos de endeudamiento o de los programas del FMI, la subordinación actual se funda en la internalización del mandato financiero. Los funcionarios argentinos no son presionados desde afuera; piensan como Wall Street, anticipan sus demandas y actúan en su nombre. La dependencia (no la dolarización) se ha vuelto endógena.
En términos teóricos, podríamos hablar de una “configuración de actores” donde el Estado nacional y los agentes financieros internacionales conforman un mismo campo de poder. La “entrega” de la política económica no es una imposición, sino una co-construcción; Caputo y Bessent comparten racionalidad, lenguaje y objetivos. La teoría se hace práctica, y la práctica, subordinación.
El proceso culmina en lo que Ney (1974) llamaría “la privatización del interés público”; la sustitución del bien común por el interés de los inversores. En este contexto, la Argentina ya no debate entre neoliberalismo y estatismo, sino entre administración local o remota. El Tesoro argentino no se maneja en Buenos Aires, sino en Washington.
Las consecuencias son múltiples. En el plano económico, el país pierde capacidad para gestionar su ciclo externo; en el político, pierde legitimidad democrática; en el simbólico, pierde relato. Los ministros se vuelven voceros de rating agencies, los presupuestos se redactan en función de la deuda y la noción de soberanía se desvanece en el lenguaje técnico de las finanzas globales.
Reingold (2005) describió este fenómeno con crudeza: “Wall Street no compra países; los alquila por temporada”. Argentina, en 2025, se convirtió en inquilina de su propio Tesoro. El swap de 20.000 millones no fue un rescate, sino un contrato de alquiler con cláusula de obediencia.
La pregunta que emerge es inquietante: ¿puede una nación recuperar el control una vez que ha delegado su soberanía financiera? La respuesta no depende solo de la voluntad política, sino de la capacidad institucional de construir conocimiento y autonomía técnica. Como enseñaba Sautu (2005), la teoría no es adorno; es el instrumento que permite comprender los procesos y, eventualmente, revertirlos. Sin teoría, la dependencia se naturaliza; con teoría, puede volverse objeto de transformación.
Revertir “la lógica de la tercerización” implica algo más que renegociar un swap o modificar la política monetaria. Supone reinstalar la economía como campo de decisión pública; reconstruir un BCRA capaz de pensar por sí mismo, una élite técnica que no dependa de Wall Street y una ciudadanía que entienda que la “confianza de los mercados” no es equivalente a la prosperidad social.
En última instancia, el caso Caputo-Bessent revela el triunfo de la ideología de mercado sobre la idea de Estado. Lo que se presenta como eficiencia es sumisión; lo que se anuncia como modernización es vaciamiento. Argentina no fue invadida; se entregó por contrato. Y esa, quizás, sea la forma contemporánea de la conquista.
Referencias: Bloomberg. (2025, 9 de octubre). Bessent says $20 billion US-Argentina currency swap finalized. https://www.bloomberg.com/news/articles/2025-10-09/bessent-says-20-billion-us-argentina-currency-swap-finalized , Buenos Aires Herald. (2025, 10 de octubre). US Treasury intervenes directly in Argentine forex market. https://buenosairesherald.com/economics/dollar-peso/us-treasury-intervenes-directly-in-argentine-forex-market , Mallaby, S. (2010). Más dinero que Dios: la historia secreta de los hedge funds. Penguin Press. Ney, R. (1974). The Wall Street gang. Praeger Publishers. Reingold, D. (2005). Confessions of a Wall Street analyst: A true story of inside information and corruption in the stock market. HarperCollins. Reuters. (2025, 24 de septiembre). U.S. ready to support Argentina with $20 billion swap line, Bessent says. https://www.reuters.com/world/americas/us-ready-support-argentina-needed-bessent-says-2025-09-24 , Sautu, R. (2005). Todo es teoría: objetivos y métodos de investigación. Ediciones Lumiere.
*Doctor en Ciencia Politica, en YouTube: @DrPabloTigani, en X: @pablotigani
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