27 de agosto 2025 - 13:47

Liderazgos narcisistas y el espejo que no queremos mirar

Estos liderazgos no nacen solos, provienen del seno de nuestra propia sociedad. Surgen porque las instituciones fallan y la corrupción se ha naturalizado, la oposición se diluye y la ciudadanía apuesta a “outsiders” aunque éstos exhiban rasgos cercanos a la psicopatía.

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Existen diversas definiciones de narcisismo. Alguna de ellas se refiere a una preocupación excesiva por uno mismo, un sentido inflado de la propia importancia y una falta de empatía hacia los demás. Es un rasgo de personalidad que puede variar en intensidad, desde una forma leve y adaptativa hasta un trastorno de personalidad que es ya una condición clínica.

Tal narcisismo se ve reflejado en la vigencia de las “selfies” como en procurar compartir imágenes de la vida cotidiana sin relevancia como la comida que se ingiere o en poder volcar odios e insultos impunemente, por ejemplo, reflejo de la creciente sensación de soledad también evidenciada por la cantidad de hogares unipersonales, paradoja evidente la de este mundo hiperconectado y aislado. El vínculo con la computadora, por su parte, va sustituyendo a las relaciones humanas incrementándose desde edades cada vez más tempranas la exposición a redes. La IA generativa da un paso aún mayor puesto que se posiciona como un nuevo tipo de acompañante: disponible 24/7, sin juicios negativos hacia quien la utiliza sino elogiando cada pregunta (“prompt”) contribuyendo así a reforzar el propio ego. Un síntoma claro de que el uso que se da a la tecnología colabora con un nuevo tipo de humanidad crecientemente narcisista y vulnerable puesto que no existe otro que cuestione nuestros juicios.

En este contexto, ¿cómo sorprenderse de que surjan líderes políticos con idéntica lógica tanto en nuestro país como en otros? Personalidades dominantes, intolerantes a la crítica, ávidas de halagos, carentes de empatía y proclives al autoritarismo. ¿Cualquier semejanza con nuestra realidad? No parece casualidad.

Tales personalidades en puestos de gran responsabilidad pública son posibles sólo por la falta de institucionalidad, es decir, de contrapesos tanto a nivel de los otros poderes como también por la incapacidad de la oposición política luego de la implosión de sus partidos producto de propios errores. De modo consecuente, el discurso presidencial inusualmente agresivo e insultante, es un correlato del hartazgo de la población con el sector político tradicional (la denominada “casta”) reflejado no sólo por una baja constante en la asistencia a las urnas sino también por el salto al vacío que significó el haber votado a favor de un personaje sin estructura ni trayectoria pública alguna y con una personalidad rayana en la psicopatía.

Cabe preguntarse entonces si el liderazgo narcisista que muestra el actual Presidente responde sólo a características personales de quien ha sido emocionalmente abusado en su niñez o así también a un sector de la población que se ve reflejada en tal imagen.

No es secreto alguno que la población ha hecho una gran apuesta luego de haber perdido sus esperanzas en el sector político tradicional tras los fracasos de las gestiones de Cambiemos y el último gobierno peronista. Población compuesta por nuevas generaciones que por primera vez en la Argentina tendrán menor calidad de vida que sus padres, jubilados en situación de miseria, personas con discapacidad libradas a su suerte en tanto quienes aún cuentan con un empleo deben restringirse en sus necesidades básicas como alimentos y salud, viviendo con permanente temor a perder su trabajo.

Estos liderazgos no nacen solos, provienen del seno de nuestra propia sociedad. Surgen porque las instituciones fallan y la corrupción se ha naturalizado, la oposición se diluye y la ciudadanía, cansada de la “casta” no por su falta de moralidad sino por no dar las respuestas económicas esperadas, apuesta a “outsiders” aunque éstos exhiban rasgos cercanos a la psicopatía.

La pregunta es incómoda: ¿tenemos un Presidente narcisista o una sociedad que se reconoce en él?.

De modo alguno, deseo concluir con aquella nefasta frase de que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece” puesto que nadie merece una dictadura o un gobierno reaccionario, sino asumir nuestras falencias como sociedad porque estos gobernantes surgen de la misma. En el fondo, este liderazgo no es más que la imagen distorsionada de una comunidad herida que ya no sabe si busca soluciones… o una representación de sí misma.

Sociólogo-Psicólogo Social

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