22 de junio 2021 - 00:00

El efecto Dunning-Kruger y la pandemia

Tener presentes las conclusiones de Dunning y Kruger, habilita una gestión más eficiente de los momentos de crisis, tanto en el sector público como en el privado.

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Gentileza: BBC

En 1999, los psicólogos sociales David Dunning y Justin Kruger, ambos investigadores de la Universidad Cornell (Nueva York, EE. UU.), postularon la existencia de un efecto cognitivo que provocaba en los sujetos bajo estudio una mirada sesgada sobre sus propias capacidades.

Lo novedoso del planteo, que generó que ambos ganasen el Premio Nóbel de Psicología tan solo un año después, es que este fenómeno que desde entonces pasó a llamarse “Efecto Dunning-Kruger”, ofrecía una explicación a por qué los sujetos menos competentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades mientras que aquellos más capacitados tienden a subestimarlas.

Explicado de forma coloquial, lo que los investigadores descubrieron es que quienes poseen mayores capacidades suelen centrar su atención en todo aquel conocimiento que su experiencia de aprendizaje les indica que aún les falta adquirir y por ende tienden a sobrevalorar el conocimiento que podrían tener quienes los rodean, mientras que quienes no atravesaron tal proceso, suelen perder de vista justamente todo ese faltante. En las propias palabras de los investigadores: "la mala calibración del incompetente se debe a un error sobre sí mismo, mientras que la mala calibración del altamente competente se debe a un error sobre los demás".

Lejos de ser un descubrimiento con incidencia exclusiva en el ámbito académico, la conciencia de este sesgo permite el análisis de fenómenos sociales de profundo impacto en lo cotidiano. De por sí, tener presentes las conclusiones de Dunning y Kruger, habilita una gestión más eficiente de los momentos de crisis, tanto en el sector público como en el privado. Observemos en tal sentido que en nuestra cultura latina, existe una estima superior por aquellos que tienden a decidir con celeridad que por aquellos que tienden a dudar o a volver sobre una cuestión más de una vez hasta sentirse seguros de decidir. Del mismo modo, se valora de forma excesiva a quienes aplican un “enfoque único”, como se denomina en el ámbito del coaching gerencial a las decisiones que se toman sin consulta con los demás componentes de un equipo de trabajo, y se observa con cierta suspicacia a quienes promueven, por el contrario, “enfoques múltiples”, por ser estos tal vez “excesivamente participativos” o “demasiado lentos” para tomar una decisión final.

Sin embargo, como podrá a esta altura concluir el lector, estas inclinaciones culturales potencian el efecto de este sesgo, generando que aquellos que quizá sobreestiman sus propias capacidades se impongan al momento de ser seleccionados para un puesto de decisión, en detrimento de quienes son más competentes en la realidad.

En la vida pública, este efecto también se manifestó a escala mundial durante la pandemia declarada a principios del año pasado. Mientras los propios científicos y especialistas avanzaban en un proceso de descubrimiento y caracterización de esta nueva enfermedad que es el Covid-19, y sus declaraciones las más de las veces solo invitaban a la prudencia, se producían en redes sociales y medios periodísticos, cataratas de opiniones con afirmaciones de toda índole, sin que las mismas tuviesen el asidero científico que hubiesen ameritado. Así mismo, la ciudadanía exigió a los gobiernos acciones fundadas en certezas absolutamente imposibles dada la coyuntura, y éstos respondieron intentando satisfacer estas demandas, a través de una seguridad la más de las veces solo impostada.

A más de un año y medio de comenzada la crisis un sinnúmero de aspectos permanecen en el terreno de lo desconocido. Sin ir más lejos, aquél primer debate sobre el origen real de la enfermedad ha regresado con todo el vigor con el que fue planteado en aquél entonces. Por otro lado, múltiples fármacos siguen bajo evaluación, y mientras algunos resultan aún prometedores, otros que supieron despertar esperanzas primigenias ya han sido descartados. Algo similar sucede con las políticas públicas implementadas por los gobiernos: aquel consenso primario que señalaba a las “cuarentenas duras” como la mejor opción para enfrentar el virus, empezó a ceder lugar a miradas más amplias, que contemplan otros tipos de medidas al mismo tiempo que ponderan las externalidades sociales y económicas de dichas decisiones.

En suma, el efecto Dunning-Kruger resulta una invitación tanto al ejercicio de la prudencia como al de la introspección y el autoconocimiento. En algún punto, todos podemos en determinado momento estar del lado de quien sobrestima su capacidad como de quien la subestima. Sin embargo, cuando nuestras acciones tienen la potencialidad de afectar la vida de los demás, esta invitación se vuelve un mandato, máxime si lo que está en juego de esos otros, es tanto su vida como su libertad.

Analista y Director de mentorpublico.com

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