Habiendo transcurrido 2021 y 2022, y las consecuencias devastadoras del Covid-19, llegó la hora de volver a pensar en el futuro y tomar decisiones de largo plazo. Definir dónde queremos estar y cómo nos vamos a parar como destino turístico en un mundo globalizado, es de vital importancia para la Argentina que viene.
Verano 2023: qué país turístico queremos ser
De cara a la temporada de verano y tras el fin de las restricciones del Covid-19, las miradas están puestas en el futuro del turismo nacional. La participación ciudadana ocupa un rol central.
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La coyuntura plantea una ecuación única que puede ser aprovechada para dar un nuevo salto de calidad en turismo: una demanda que se consolida casi sin temporalidad, y la situación cambiaria favorable para quienes visitan el país y a la inversa para viajar al exterior.
Es una oportunidad para que privados y Estado se pongan a trabajar en lo que realmente importa, ya que la demanda, uno de los gravísimos problemas que causó la pandemia, se ha resuelto y la asistencia estatal ya no es necesaria.
Hoy el ojo debe estar puesto en que la calidad de los destinos turísticos mejoren y se proyecten a nivel internacional. Es hora de activar un proyecto turístico nacional, que nos permita consolidarnos como un destino disfrutable, rico en experiencias, potenciando los extraordinarios recursos naturales y las riquezas culturales que ofrecemos, en forma coordinada y unificada en donde las rutas turísticas tengan un hilo conductor de calidad. Donde todos los argentinos se sientan un destino digno de ser visitado, y así contribuir desde la industria a combatir la pobreza y el desempleo, permitiendo el ascenso social con capacitación y fortaleciendo la cultura del servicio y del trabajo.
Lo primero que debemos definir como destino país es qué modelo queremos construir, y si seremos capaces de no caer en formatos fáciles. Hay dos alternativas:
- Ser un país planificado e integrado que entienda al turismo como una forma de vida, como lo hacen países como Australia y Nueva Zelanda
- Explotar recursos naturales y otros atractivos de forma localizada, donde solo participan los proveedores de productos turísticos, y donde las políticas públicas y privadas fuera del sector están desconectadas, como pasa en destinos de África o Egipto por ejemplo
Los dos caminos son válidos, y redituables para el sector turístico involucrado, pero uno habilita el desarrollo general, amplía enormemente los participantes y trae crecimiento y cultura. El otro es un modelo de clusters, de muchísima calidad, pero es excluyente, no aporta al desarrollo integral del país, pero si es un modelo muy rentable para los pocos que intervienen.
Modelo integral
Este modelo es más fácil de aplicar en destinos más desarrollados, porque la calidad de vida y los estándares generales ya son un atractivo para los visitantes, pero eso no quita que pueda ser el norte de cualquier destino del mundo.
En este sistema, todos los actores de la sociedad civil y pública conciben el turismo como una forma de vida. Los atractivos y destinos no son armados para que los disfruten los extranjeros sino que los disfruta toda la sociedad en su conjunto, los cuidan entre todos y se abren a compartir con el resto del mundo.
Hace cerca de un año National Geographic decía que la pandemia le había dado la gran oportunidad a los habitantes de Kenia de conocer y disfrutar de sus recursos naturales, de sus parques, pues ellos eran totalmente ajenos a esos productos, todo el sistema estaba armado para los de afuera. Entonces ¿cómo construir un destino integral y cuidarlo si solo es consumido solo por los visitantes? ¿Cómo se van a mejorar las calles, plantar árboles, cuidar la limpieza de los lugares si no integramos a toda la sociedad?
Este sistema donde todos formamos parte, enriquece la sociedad, permite el intercambio cultural, el mejoramiento del sistema es continuo. Todos cuidamos lo propio y lo público, pues allí está la base de la riqueza general.
Implica además un sistema de coordinación, planificación y explotación de los recursos naturales, en armonía con el medio ambiente, asegurando que ninguna industria destruya las posibilidades del desarrollo turístico. Requiere de la participación ciudadana, del vínculo público-privado. En un proyecto de vida colectivo.
Modelo de clusters
Este modelo es muy tentador en países como el nuestro. Es una solución cortoplacista donde se juntan los que piensan parecido, y logran cierta calidad de prestaciones y servicios. Es de mucha cooperación entre los miembros del cluster, pero fuera de esos nichos no hay nada. Buscan al turista en el aeropuerto, lo llevan a estas “embajadas de la calidad”, los visitantes toman contacto con los recursos naturales o las instalaciones ofrecidas, todo direccionado desde agencias y operadores involucrados.
Pero si se aplica como modelo turístico general, es terriblemente excluyente. Los que pregonan por el sistema no se involucran en políticas públicas, solo piden y exigen por necesidades puntuales que hacen a su negocio. Se quejan de cómo están las rutas, los servicios, los hospitales, pero su formato de explotación turístico-económico, no colabora en nada en las mejoras del destino. De todas formas hay que tener claro que si el formato de cluster se aplica en un modelo integral, nada cambia y podría decirse que es un jugador más dentro del sistema. Pero no debería ser el modelo general a seguir si pretendemos desde la industria turística cambiar y desarrollar nuestra actualidad nacional.
El destino Argentina
No caben dudas de que el modelo integral es lo mejor para nuestro país, tenemos la suerte de tener un mercado interno fuerte y consolidado, que actualmente sufre los bemoles de la crisis actual, pero que sin duda puede ponerse el país al hombro. Tenemos cultura de turismo, tenemos rutas turísticas definidas y de calidad para ofrecer. Nosotros disfrutamos de esos productos turísticos nacionales desde siempre, hay provincias y regiones que nos sirven de modelo a seguir, hay destinos que se preocuparon por crecer ordenadamente.
Tenemos una gran posibilidad, pero no depende solo del sector, depende que podamos entre todos descubrir que poner en condiciones la Argentina, es vital para todos y va a dar frutos más rápido de lo que se cree.
Seguir ampliando la oferta de camas, como único modelo de crecimiento, apostando sólo al volumen o a financiar obras que no tengan que ver con mejorar las condiciones de los destinos, no es la única opción.
Se puede empezar por poner el foco en la capacitación, en tener más escuelas de servicio, de hotelería, de gastronomía, mejorar lo que tenemos hoy para después, con calidad y productos claros, crecer sanamente. Que el volumen de viajeros no siga siendo el indicador con el que todos se regocijan, sino el crecimiento del gasto promedio de esos visitantes. De nada sirve un nuevo hotel o centro de convenciones en un destino, sin una base de calidad previa extendida al resto.
Ser o no ser, esa es la cuestión que debemos decidir de una vez por todas.
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