14 de marzo 2005 - 00:00

Clásico: con el PJ peleado la oposición tiene la llave

Eduardo Camaño
Eduardo Camaño
El bloque peronista comenzó ya a sufrir el resultado de la falta de debate político -es decir, de «abrir el juego» a todos los sectores en su seno. José María Díaz Bancalari vino sorteando hasta ahora una tras una las crisis de esa bancada, sólo por cumplir la orden de Néstor Kirchner de no admitir disensos internos. Esta vez, nuevamente, se pone en peligro el manejo del Congreso por el oficialismo, frente a un peronismo que se debate entre la negativa del gobierno a enviar ministros para explicar las responsabilidades en el caso Southern Winds, los problemas de su propia interna y el fin de mandato de los diputados y senadores que no renuevan. Es lo que habitualmente se llama en el Congreso «la rebelión del fin de curso».

La decisión del gobierno de no enviar funcionarios al Congreso por el caso SW parece mantenerse firme. Durante el fin de semana, Eduardo Camaño declaró que no está prevista la visita de ningún ministro a Diputados para ser interpelado, y se sabe que los funcionarios se envalentonan delante de las cámaras, pero luego llaman a los jefes parlamentarios para que frenen cualquier situación. No es que sólo sean cobardes: esa actitud es el complemento de instrucciones presidenciales precisas para evitar cualquier cruce en el Congreso, por lo menos, hasta que se avance algo más en la sinuosa causa judicial que lleva adelante Carlos Liporace.

• Complicación

Mientras tanto, al oficialismo se le desarma su estrategia parlamentaria al romper todos los códigos legislativos en su relación con la oposición, específicamente por sus promesas y cancelaciones de informes de ministros por el tema SW. Esta situación no hace más que complicar las posibilidades de sesionar en un año de elecciones legislativas donde, de por sí, los ánimos estarán alterados.

La frustrada sesión del miércoles pasado -cuando el PJ no pudo conseguir la ratificación de dos tratados internacionales contra el terrorismo y las fuentes de financiamiento de éste- terminó con una tumultuosa reunión de la bancada peronista. No fue por número -ya que sólo concurrieron 28 diputados y se demostró que ni los asados en la sede del PJ de la calle Matheu alcanzan ya para arrear diputados-, sino por el volumen de las protestas.

«Hubo catarsis. En parte, son los despelotes típicos de un fin de curso, pero todos estamos calientes con esto de tener que poner la cara por el gobierno ante el radicalismo, y la izquierda y todavía no sabemos por qué.»
Declaraciones de este tipo se repiten entre los diputados peronistas que concurrieron a esa reunión o que directamente, por abulia, ya ni se acercan a los cónclaves del bloque.

No es el caso de Graciela Camaño, que lideró parte del manejo de la bancada para el kirchnerismo y ahora, después de la derrota peronista en Catamarca se alía con su marido Luis Barrionuevo y también se aleja del oficialismo de la Casa Rosada.

Otros, como
Cristian Ritondo o el reutemannista Jorge González, suman a la falta de debate político en la bancada la discriminación que sufren en sus provincias cuando Alicia Kirchner -denuncian- sigue prefiriendo como destino de los bolsones de ayuda social a los transversales en lugar del peronismo local.

Este escenario de violencia políticano era el esperado por el gobierno para los primeros meses de 2005 en el Congreso. Se sabía que los diputados y senadores que terminan su mandato, y no tienen posibilidad de reelección, son proclives a organizar protestas. De hecho, no tienen nada que perder y sí quieren aprovechar al máximo el
«tiempo» que les queda en la banca. Pero ese tema se potencia porque los ministros no quieren ir al Congreso a hablar de SW. El PJ tiene que soportar, por ejemplo, que se sigan acumulando pedidos de informe -uno de los últimos fue presentado por Alicia Castro en la comisión mixta Revisora de Cuentas para que la auditoría informe sobre la relación entre SW, LAFSA y los subsidios del Estado-, sin poder dar demasiada pelea porque, básicamente, no saben, en realidad, de lo que están hablando. Tuvo la posibilidad de hacerlo Miguel Pichetto durante una sesión en el Senado cuando José Pampuro le «prestó» parte del informe de la comisión investigadora de la Fuerza Aérea, pero orgánicamente se sabe que al Congreso no se le pasa información sobre el caso SW.

Frente a semejante desbande, el propio
Camaño tuvo que subir la semana pasada a la reunión del bloque PJ a amenazar con descontar los faltazos de las dietas si se repetían las ausencias en sesiones. Es una muestra clara que los 130 diputados que hoy tiene el peronismo sirven cada vez menos para aprobar leyes en momentos de crisis.

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