Cristina
Más que pensarse en la provincia de Buenos Aires, la candidatura de la primera dama empieza a ser reclamada en Santa Cruz. Hay riesgos electorales, pese a ser Kirchner presidente de la Nación. Recuérdese que el kirchnerismo perdió con un radical la intendencia de Río Gallegos. Además, todavía se vive el síndrome de Santiago del Estero, donde no ganó el kirchnerismo teniendo hasta el interventor. Y las faltriqueras gordas.
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Pero quienes conocen el mapa santacruceño aportan otros argumentos, para sustentar la necesidad de jugar a Cristina en el Sur:
1- Kirchner carece de candidatos que puedan obtener el triunfo estruendoso que pretende. Sólo su esposa, explican, garantiza esa victoria. Podría recurrir a otras figuras, pero eso implicaría desmontar su gabinete. Una opción es Julio De Vido, que años atrás usufructuó su buena imagen para ser candidato a diputado nacional, resultar electo y luego renunciar para seguir como ministro de Economía provincial. Otras alternativas, menos probables, serían Carlos Zanini -su mayor operador en las sombras-o Alicia Kirchner -¿ dejaría en manos ajenas la caja de Acción Social?-. Con menos chances, en las presunciones, aparece el vice de la Cámara de Diputados, Eduardo Arnold y más lejos, el senador Nicolás Fernández.
2- Todo conduce en una dirección. Los forcejeos entre Kirchner y el gobernador Acevedo (su sucesor en la provincia) empujan al Presidente a incrementar una acción recurrente: no promover figuras que no sean de su entorno más íntimo. Por eso, la cantera santacruceña asoma agotada de postulantes y Kirchner no muestra ningún interés en que florezcan dirigentes con vuelo propio. En rigor, Acevedo se queja de la inmovilidad política -a pesar de que le sacó 40% de diferencia al segundo cuando ganó la gobernación en 2003- a la que lo somete el kirchnerismo más ácido.
3- La malquerencia silenciosa pero presente entre la Casa Rosada y la gobernación de Santa Cruz se explicita a través de un dato concreto: Néstor «Pato» Méndez, intendente de El Calafate, alimentado por el matrimonio presidencial, ya se lanzó informalmente como precandidato a gobernador para 2007, y es el principal detractor de Acevedo. Encima, días atrás, Kirchner perforó el gabinete del gobernador: hizo nombrar como secretaria general de la Gobernación a Liliana Korenfeld, ex interventora de la obra social provincial durante las gobernaciones del ahora presidente. Es un reflejo más de las tensiones entre Acevedo y Kirchner, que podrían extender su efecto negativo al escenario electoral.
El pasado enseña, o debe enseñar. El 14 de setiembre de 2003, en pleno carnaval kirchnerista, el radical Héctor « Pirincho» Roquel destronó al protegido del Presidente, el peronista Juan Carlos Villafañe de la intendencia de Río Gallegos. ¿Puede repetirse aquel escenario? Sólo Cristina permite afirmar que no.
En tanto, la UCR se embarra en sus batallas de comité. El senador Carlos Prades y el diputado «Fredy» Martínez se torean para quedarse con el primer lugar en la lista de senadores nacionales, pulseada que se resolverá por medio de una primaria.
Ese resultado le servirá a Kirchner como tester global: Prades es partidario de tener una postura combativa frente al Presidente; Martínez, en cambio, prioriza la pertenencia territorial de Kirchner y se muestra más contemplativo.
Una rareza: los números de esa interna ajena, le ofrendarán a al presidente un indicio sobre si octubre le reserva o no algún peligro.
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