El 2 de abril contamos su historia en Ámbito: Aldo Leiva participó de la Guerra de Malvinas cuando tenía 19 años, como soldado del Regimiento de Infantería IV en Monte Caseros. En la batalla del Cerro Dos Hermanas fue tomado prisionero por los británicos hasta el fin del conflicto. De vuelta en la Argentina, fue intendente de la localidad chaqueña de General San Martín y luego fue electo diputado nacional por Unión por la Patria.
Diputado combatiente regresó a Malvinas: "Al gobierno británico no le interesa en absoluto la comunidad de las islas"
Aldo Leiva volvió a las islas después de 43 años. Leyó un manifiesto de ratificación de la soberanía argentina en el cementerio de Darwin.
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Aldo Leiva flamea la bandera argentina en el cementerio de Darwin.
Sin embargo su vida tomaría un nuevo giro en junio del 2025: 43 años después de su última vez, regresó a las islas junto a su hijo menor. Pudo vincularse con la comunidad latina que vive en Malvinas -se hospedó en el hogar de una pareja sudamericana-, rendirle honor a los caídos en el cementerio Darwin e incluso hallar la trinchera que utilizó como posición durante los meses de la guerra. En diálogo con este medio, relató su viaje.
Periodista: Me podría comentar un balance general de su experiencia en las islas.
Aldo Leiva: La verdad es que se entremezclan diferentes sensaciones: la emoción, el dolor y el llanto al revivir esa etapa que viví hace 43 años. Todo tuvo su pico máximo cuando encontré la posición donde me tocó combatir o cuando fui al cementerio de Darwin, y a eso hay que agregarle el complemento que tuve la presencia de uno de mis hijos, Guillermo, que tiene 25 años.
Esas sensaciones las viví durante la estadía allá y hoy reafirmo muchas de las cosas que siempre pensé: el sinsentido de la guerra, porque la decisión de un hombre y una mujer le costó la vida a 649 jóvenes argentinos y a más de 250 británicos. También concluyo en que al gobierno británico no le interesa en absoluto la comunidad civil de las islas, que es algo que yo percibí en 1982.
Pero aparte crearon una base militar enorme, con alrededor de 2000 efectivos a unos 15 kilómetros de lo que es Puerto Argentino. En la base se vive de una manera y en el pueblo se vive totalmente de otra manera, hoy en día quedan muy pocos kelpers originarios, porque hay inmigrantes, chilenos, venezolanos, peruanos, dominicanos, filipinos, que en este momento son mayoría.
Toda esa población sigue siendo implantada, como ocurrió siempre, porque también hay otra realidad: los chicos terminan la secundaria y se tienen que ir, porque no tienen posibilidades de poder desarrollarse en un proyecto de estudio universitario y la medicina es primaria. Si hay un problema de salud que requiere especialista, tienen que esperar que cada dos o tres meses venga alguno o sino tienen que derivarlo a Londres o a Chile eventualmente. A los ingleses les interesa la base, que les garantiza seguir robando nuestra riqueza, pero los que viven ahí son ciudadanos de segunda o tercera categoría. Al gobierno inglés les preocupa que sigan estando ahí y hacerles creer que tienen derecho a la autodeterminación.
P.: Entre toda esta presencia de distintas comunidades, ¿sobreviven detalles de la cultura argentina en el pueblo?
A.L.: En todo lo que sea latinoamericano está presente. Es muy sencilla la interacción, porque además del castellano se mantiene la cultura: en la televisión no miran la BBC, sino que conocen a nuestros artistas. Es mucho lo que compartimos. En algún momento la propia sociedad se puede llegar a plantear seriamente por qué seguir las imposiciones de Londres o desde el continente, si son ellos los que están viviendo acá.
P.: Usted me mencionó falta de universidad y salud pública, que son tradicionalmente columnas de la sociedad argentina, y me hace pensar en las políticas de integración de los ‘60 y ‘70, cuando YPF ayudó con la construcción del primer aeropuerto de las islas.
A.L.: Hay una imagen muy interesante, que basta con googlearla nada más, en la que se puede ver la bandera argentina donde estaba YPF y el aeropuerto. Existe un terreno muy fértil porque hay cercanía; ahora el tema es cómo trabajamos para volver a tener la posibilidad de los vuelos sin que tengamos que andar llegando como extranjeros a nuestro propio territorio. Eso condiciona mucho y no es casualidad que los británicos hayan determinado este tipo de restricciones de un viaje semanal, cuando a los únicos que perjudican son a los habitantes de ahí: desde mi óptica, no les interesa esa gente de ninguna manera. Los servicios son caros, el Internet existe solamente en las casas porque sino tienen que ir a comprar una tarjeta si quieren andar con datos.
P.: Usted encontró la trinchera en la que estuvieron, ¿cómo la identificó?
A.L.: Yo soy un despistado total para ubicarme geográficamente, pero cuando llego a un lugar donde estuve puedo recorrer ese momento, por más que haya pasado mucho tiempo. Entonces yo sabía que si llegaba al monte Dos Hermanas y me orientaban podía ubicar cuál era mi posición. Un camarada con el que compartimos la posición durante esos 42 días me hizo un video para guiarme. Fuimos para allá y mi hijo le había sacado una foto a un borcego que estaba tirado a un costado.
Yo pienso que hay cosas para las que hay un Dios aparte, porque fui hacia allá, vi una tirita, empecé a tirar y comenzó a levantarse la tierra. Ahí empecé a cavar con la mano de manera desaforada y empecé a encontrar elementos que me hizo darme cuenta que en esa posición era donde habitualmente nos encontramos para compartir un mate, charlar y guarecernos. La gran mayoría de los que estuvimos en los cerros estábamos en cuevas porque esa era la posición de combate. Nosotros habíamos logrado armar ahí una especie de barrera con piedras de manera que cuando había que salir a disparar lo podías hacer desde ahí y tenías esa cobertura. Entonces cuando empiezo a cavar y me encuentro con que ese era el lugar, fue increíble, de una emoción tan intensa.
Después fui al cementerio con otro combatiente, Edgardo Esteban (NdR: exdirector del Museo Malvinas), que también fue una cuestión muy fuerte. Ahí tenía más estructurado lo que quería hacer, porque siempre pensé que tenía que ir como combatiente pero no me podía desprender de mi rol de diputado, entonces había llevado un manifiesto que leí y pretendo que se pueda institucionalizar de alguna manera en el Congreso. Ahí recorrimos cada una de las tumbas, rezamos durante varios minutos y leí el manifiesto como una reafirmación de soberanía desde la expresión de un diputado nacional.
P.: Usted siempre habla de un presente permanente de la lucha por la soberanía, y pensaba en su hijo, ¿cómo piensa que se va a sostener esta demanda en las próximas generaciones? Muchas veces la soberanía aparece como un concepto abstracto.
A.L.: Es totalmente abstracto, pero eso no implica que uno no machaque con el concepto de soberanía. Creo que la juventud argentina tiene que aspirar a tener verdadera soberanía política, económica, alimentaria, educativa y cultural. Si nosotros lo aplicamos en todos los aspectos de nuestra vida, estoy seguro que ese concepto se va a extender sobre la soberanía de nuestras islas. Al concepto lo tenemos que revalorizar para que genere un vínculo diferente con los jóvenes, que tiene que ser de paz e integración.
Manifiesto sobre Malvinas
Dentro del manifiesto que el diputado Aldo Leiva leyó en el cementerio de Darwin, ratifica "la legítima, imprescindible e imprescriptible soberanía de la República Argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos correspondientes, conforme a la disposición transitoria de la Constitución, en tanto son parte integral del territorio nacional y de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur".
A su vez, remarca "la convicción de que la persistente situación colonial iniciada en 1833 afecta la soberanía y la integridad territorial de la República Argentina" y apunta a resolver el conflicto geopolítico "de conformidad con el derecho internacional". Asimismo destaca "la vocación pacífica y de diálogo de la República Argentina que insta de forma permanente a la reanudación de negociaciones, teniendo en cuenta el modo de vida y los intereses de los habitantes del territorio, conforme al derecho internacional".
"El hecho bélico de 1982 no modificó la naturaleza del conflicto bilateral, ni puso fin a la disputa de soberanía, la cual continúa vigente", analiza Leiva, cuyo manifiesto concluye con "el recuerdo y homenaje permanente a nuestros héroes de guerra, a los caídos veteranos y excombatientes del conflicto del Atlántico Sur".
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