Nueva York - Con un discurso de inusual dureza, tratándose de un gobierno que ha prescindido de pronunciamientos firmes en materia internacional, la Argentina dio por terminada su temporada en el eje del mal, para usar prosa de campaña. Néstor Kirchner denunció al gobierno de Irán ante la asamblea de las Naciones Unidas de no colaborar con la investigación del atentado a la mutual judía AMIA, de no responder a los pedidos de captura sobre cinco ex funcionarios de ese país. Llamó además a que la ONU interceda ante Irán para que responda al pedido judicial y a que la cumbre de Interpol de noviembre próximo ratifique esos pedidos de captura.
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Se va a discutir mucho este discurso que requiere de explicaciones y relecturas. ¿Descubre recién ahora el interés de los temas internacionales Kirchner o acaso le deja una agenda más globalizada a quien lo suceda en el gobierno? ¿Cuánto ha pagado el país por permitirse el gobierno alineamientos que ayudaban más a la afirmación de su autoridad interna que a los intereses directos, empezando por los económicos (por ejemplo, pagarle al FMI con reservas para ganar respetabilidad local y perder al prestamista más barato que echó al país en brazos del usurero más caro que es Hugo Chávez)? Nadie creerá que el Presidente escribió este discurso; lo importante es que lo hizo suyo y lo leyó, pero seguramente le habrían escrito antes lo mismo y lo dejó de lado.
Kirchner sorprendió con un mensaje fuerte, calculado y con cierto riesgo, ya que tomar posición hoy en contra de Irán es anotarse en una pelea fiera en la que se corren riesgos como país y hasta como político, en lo personal. Esa firmeza reivindica a un presidente ante tanto jugueteo que hace con las palabras y las ideas, a tanto uso oportunista de los discursos. Con el paso del tiempo quedará esta toma de posición como uno de los hechos más importantes del gobierno que termina. Lo merecían las víctimas de los atentados y también lo merece un país, tantas veces expuesto por sus mandatarios, incluyendo a éste, a liviandades frente a temas graves.
Estas fueron las palabras que dijo sobre un tema que se especulaba lo hubiera asustado a este Presidente asustadizo: «Esperamos que la República Islámica de Irán, en el marco del derecho internacional aplicable acepte y respete la jurisdicción de la Justicia argentina y colabore eficazmente con los jueces argentinos para lograr el sometimiento a juicio de las personas imputadas en aquellos hechos.» Y continuó con más: «En este sentido quiero dejar sentado aquí, en la sede de las Naciones Unidas y ante el resto de los países del mundo que hasta hoy, lamentablemente, la República Islámica de Irán no ha brindado toda la colaboración requerida por la Justicia argentina para el esclarecimiento de los hechos. Apelamos al señor secretario general y a todas las naciones del mundo que intercedan ante la República Islámica de Irán para que dé trámite a la rogatoria judicial. Y ello lo hacemos para alcanzar el único objetivo que tenemos: lograr el esclarecimiento de los hechos y el juzgamiento a quienes resulten responsables de los mismos. El respeto a la memoria de nuestras 102 víctimas exige la realización del valor justicia. Estamos pidiendo que la República Islámica de Irán colabore en la aplicación de las normas del derecho internacional para posibilitar arribar a la verdad. Nada más, pero tampoco nada menos.»
Se apartó también el Presidente en el tratamiento de un asunto tan delicado de las chicanas que ha ejercido su propio gobierno, como de acusar a los gobiernos que siguieron al atentado de 2004 de haber sido laxos con la investigación, o aun de haber colaborado con su realización -extremo que ha sido motivo de procesamientos a ex funcionarios-.
Kirchner habló pasadas las 16.30 de ayer ante una asamblea que tenía a su intervención como la única posibilidad de algún suspenso. Cuando arrancó a hablar estaba ya en el edificio el presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, que lo seguiría en uso de la palabra. Esa contigüidad de turno hubiera dado lugar a una oportunidad de ser más cortés. Pese a que lo escuchaba su colega iraní, atacó a ese país en un lenguaje casi bélico que arrancó lágrimas en los representantes de las entidades de la comunidad judeo-argentina (DAIA, AMIA, familiares de víctimas) y debe haber levantado bronca en la delegación iraní. Ni se notó que en un párrafo previo al dedicado a los atentados, Kirchner hubiera dicho que había condenado en su momento la invasión de Irak por los Estados Unidos.
No le respondió el iraní Ahmadinejad en el discurso que siguió -dedicado a exponer una extravagante teoría según la cual los países que no acepten «las enseñanzas de los profetas sagrados» se irán al infierno- ni en una tumultuosa conferencia de prensa que siguió a su discurso.
El tema Irán se llevó todo el atractivo del discurso que su redactor, el canciller Jorge Taiana -colabora Carlos Zannini en el pulimiento de la prosa y aplicación del correctortrató de caracterizar de « equilibrado», sin quizás advertir el grado de compromiso que adquiere el país de ahora en adelante.Mahmud Ahmadinejad viaja hoy en gira petrolera a Bolivia y a Venezuela, oportunidad que le permitirá preguntarles a Evo Morales y a Hugo Chávez «¿Este Kirchner era amigo de ustedes?».
Otra novedad del discurso fue que mostró un interés en temas internacionales que no ha exhibido antes Kirchner. Acaso se trate de un aporte a la campaña de su esposa Cristina de Kirchner para las presidenciales, hecha de actuaciones fuera del país como si se quisiera quebrar ese estereotipo de los Kirchner cerrados al mundo.
¿Se trató este discurso de un programa para una eventual presidencia de su esposa? Es imaginable por el énfasis que puso en cuestiones que merecieron en la pieza más extensión que el usual rap de autoelogio que suele hacer el Presidente de su gestión.
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