9 de mayo 2020 - 22:44

Violencia, la pandemia más antigua

El impacto del coronavirus trae aparejado un aumento de la violencia intrafamiliar y contra las mujeres.

El Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad informa un incremento del 39% en las llamadas a la línea telefónica de asistencia a la víctima, mientras que hubo 19 femicidios. 

El Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad informa un incremento del 39% en las llamadas a la línea telefónica de asistencia a la víctima, mientras que hubo 19 femicidios. 

Imagen: Pixabay

"Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que sea la libertad nuestra propia sustancia". (Simone de Beauvoir, 1908-1986)

Conforme los términos de la Real Academia Española la palabra pandemia alude a una enfermedad que se extiende a más de un continente o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región. Ante la aparición del Covid-19 se ha escrito mucho sobre la historia de aquellas pandemias que mayor impacto tuvieron en la historia de la humanidad. Quiero referirme a otra pandemia que es la de la violencia de género, que puede observarse en gestos que abarcan desde lo simbólico hasta aquellos que causan un daño físico irremediable como la muerte.

En un abordaje amplio de este tipo de violencia, en las últimas décadas del siglo XX, la comunidad médica-científica se dio a la tarea de profundizar sus estudios sobre la violencia para, entre otras cosas, comprenderla y así poder encontrar modos de prevenirla. Tal es su importancia que terminó incorporándose la cuestión a la agenda internacional cuando la Asamblea Mundial de la Salud en 1996 en Ginebra, aprobó una Resolución por la que se la declaraba uno de los principales problemas de salud pública en todo el mundo. La violencia de género fue reconocida a mediados del siglo XX en gran parte de la literatura del derecho intencional, así, en la Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada por Asamblea General de Naciones Unidas en 1948, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de 1979 y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer de 1994. Estas dos últimas fueron ratificadas por la Argentina y la primera tiene jerarquía constitucional. Todas conforman parte de una vasta literatura sobre el tema. La convención de 1994 define a la violencia de género como “cualquier acción o conducta, basada en el género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. A partir de esta afirmación, no cabe duda que la violencia en la familia y en el hogar es responsabilidad de los estados. En nuestro país se trabajó mucho en el tema, traducido. Las mujeres lograron muchos avances desde instalar el tema en la agenda política hasta incorporar el delito de femicidio en el Código Penal.

El impacto del coronavirus trae aparejado un aumento de la violencia intra familiar y contra las mujeres. Ya lo advirtió la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA en su comunicado del 11 de abril en el que llama a los estados a incorporar la perspectiva de género en la respuesta a esta pandemia y al combate de la violencia sexual e intrafamiliar. En ese sentido, se resalta allí que en Brasil, el Ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos registró un 17% de incremento en las denuncias de violencia de género desde el comienzo de la epidemia. Asimismo, se destaca que, en la Argentina, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad informa un incremento del 39% en las llamadas a la línea telefónica de asistencia a la víctima, mientras que hubo 19 femicidios. En el mismo sentido, Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, advirtió por el hecho de que las mujeres se encuentren atrapadas junto a parejas abusivas en las regiones que están en cuarentena. Guterres también reconoce un repunte global de la violencia doméstica, duplicándose en muchisimos países el número de mujeres que llaman a los servicios de asistencia.

El Estado debe aplicar políticas acordes a los medios de los que disponen las mujeres para informar y permitir la intervención de las autoridades policiales. El barbijo rojo, una iniciativa de la Confederación de Farmacéuticos de Argentina, es un buen ejemplo de una iniciativa creativa y alternativa en este contezto. Este tipo de acciones debieran poder replicarse en otros lugares, como los supermercados, donde la concurrencia de la ciudadania está permitida y es constante.

Debemos recordar que la violencia de género dejó de ser un grito silencioso que fue quebrádonse por el valor y la audacia de mujeres que se atrevieron a desafiar las reglas de su tiempo, dejándonos un legado de coraje que no solo debemos elevar sino que debemos superar.

Quiero contar brevemente una historia que pone de manifiesto que el presente debe ser abordado como una construcción del futuro que habremos de legar a las generaciones futuras y que no sólo debemos reflexionar, sino también derribar las barreras que cada época nos impone. En su Historia de mujeres Rosa Montero destina un capítulo a Simone de Beauvoir, filósofa e ícono del feminismo. Allí destaca el carácter altivo y el aire de superioridad que sentía de Beauvoir respecto de quienes la rodeaban, excepto frente a quien fuera su pareja y alter ego, Jean Paul Sartre. En una cita describe “que, al presentarse ambos al exámen final de filosofía, ella con 21 años y él con 24, Sartre obtuvo el primer lugar y ella el segundo pero, a los profesores no les quedó duda alguna de que la verdadera filósofa era ella”. Montero señala también que, años más tarde, estando Simone en pareja con el escritor americano Nelson Algrem, Sartre la convocó para que lo ayude a corregir el manuscrito de uno de sus libros. Ella deja a Algrem argumentando su partida en los siguientes términos: “Nada, ni tú, ni mi vida, ni mi propia obra, están por encima de la obra de Sartre”. Ella regresó a París entonces a reunirse con el filósofo que retornaba de sus vacaciones con una ocasional amante. Simone tuvo una personalidad excéntrica e iconoclasta cuyo mérito fue exponer que el rol femenino es una construcción o producto social, estableciendo que su definiciónsiempre se reducía a su condición respecto al otro: como madre, esposa, hija de. Ella alcanza la cúspide no tanto por su obra sino por su propia vida. Por eso, es tan revelador su actitud al regresar ante el pedido de Sartre así, en su entrega, en su aceptacion del papel sustancial del hombre elegido cede ante la herencia cultural y a las antiguas normas de su sexo, como bien lo indica Montero. Simone de Beauvoir representa, al mismo tiempo, su regla y su excepción atada, sin aviozorarlo, a una violencia simbólica y social.

Actualmente, muchas mujeres conviven con dos pandemias, el coronavirus y la violencia de género, lo que las pone a prueba. Desde el Estado se reforzaron los canales de funcionamiento de la línea 144 y se habilitaron líneas de contacto directo a través del WhatsApp para aquellas personas que no puedan llamar por teléfono (+54) 1127716463 / 1127759047 / 1127759048, y una dirección de correo electrónico [email protected]. Sin embargo, eso no es suficiente. Tenemos que seguir imaginando iniciativas que protejan a las mujeres argentinas.

La violencia de género tiene sus orígenes en los principios de la historia de la humanidad. La libertad y el reconocimiento de nuestros derechos se cumplirán cuando las mujeres no tengan que seguir pagando con su vida por ellos. Por ello,“que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que sea la libertad nuestra propia sustancia" como dijo Simone de Beauvoir.

Legisladora de la provincia de Santa Fe por Cambiemos

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