El resultado electoral en la provincia de Buenos Aires dejó un dato inesperado: el regreso del peronismo a las urnas del interior productivo. Llamado muchas veces “voto del campo”, en realidad se trata del sufragio de pueblos y ciudades donde si bien la actividad agropecuaria sostiene el movimiento económico regional, no necesariamente refleja lo que un productor rural desea para el futuro del país.
Batacazo del peronismo en el interior bonaerense: ¿por qué el campo le dio la espalda al oficialismo?
La elección legislativa dejó un resultado inesperado en las zonas agropecuarias: el peronismo volvió a imponerse en municipios clave del entramado productivo, tras dos décadas de hegemonía opositora.
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Voto del campo: La cuarta sección electoral, que reúne a buena parte del interior bonaerense y a zonas rurales estratégicas como Pehuajó, Junín, Chivilcoy, Lincoln, Carlos Tejedor o Trenque Lauquen, fue el escenario de la mayor sorpresa.
Se trata de un voto diverso en su composición y difícil de encasillar. Desde el punto de vista geográfico -independientemente de las actividades económicas preponderantes- el electorado se inclinó por Fuerza Patria y marcó un giro en secciones donde históricamente el kirchnerismo y sus aliados habían quedado relegados, especialmente después del enfrentamiento con el campo en el 2008.
Así el peronismo nucleado en Fuerza Patria logró una victoria contundente, con alrededor del 47 % de los votos frente al 33,7 % obtenido por La Libertad Avanza (LLA), lo que significó más de 13 puntos de diferencia. El triunfo no sólo tuvo impacto en el conurbano, donde el peronismo mantiene su bastión, sino que sorprendió en el corazón productivo de la provincia, allí donde el agro define no sólo la economía sino también buena parte de la identidad política y social.
El resultado general mostró que Fuerza Patria se impuso en seis de las ocho secciones electorales bonaerenses, incluyendo la Primera, Segunda, Tercera, Cuarta, Séptima y Octava. La Libertad Avanza sólo logró imponerse en la Quinta y Sexta sección.
El voto de las zonas rurales
La cuarta sección electoral, que reúne a buena parte del interior bonaerense y a zonas rurales estratégicas como Pehuajó, Junín, Chivilcoy, Lincoln, Carlos Tejedor o Trenque Lauquen, fue el escenario de la mayor sorpresa. Allí, el peronismo se impuso con cerca del 40 % de los votos contra el 30 % de LLA, en lo que significó la primera victoria peronista en esa región desde 2005.
Ignacio Kovarsky, presidente de CARBAP y oriundo de Trenque Laquen, interpretó el resultado como una consecuencia de múltiples factores. En diálogo con Ámbito, el dirigente rural aseguro que “el productor agropecuario es diverso en su pensamiento, pero seguramente no votó nada que se parezca o haya formado parte de un Gobierno que cerró las exportaciones del maíz, que le puso cupos y ROES al trigo, que nos trató de oligarcas, que festejó cada vez que había una intervención del Estado o haya hecho populismo con todas las políticas agropecuarias. El campo eso no lo votó seguro, por lo tanto que haya lugares que son agropecuarios en los que ganó Kicillof, no quiere decir que los productores agropecuarios hayan votado eso. Es muy distinto”.
Según el titular de CARBAP, “los productores agropecuarios ocupan muy poca parte del padrón”, por lo tanto “hay que resaltar la baja participación” y recordar que “Milei sin aparato local ni nada, ha tenido unas elecciones mejores que la que tuvo antes” ya que ahora el voto “se ha repartido en tercios”.
Kovarsky destacó además el peso de los intendentes en este giro rural: “en la cuarta, que siempre la perdían, y en la segunda sección, hubo jefes comunales como los de Junín, 9 de Julio o Chivilcoy que jugaron del otro lado. Cuando sumás esos apoyos, ves que el bloque que antes acompañaba a Cambiemos terminó fragmentado”.
En la Segunda Sección, que reúne a los municipios del norte bonaerense, Fuerza Patria alcanzó el 35,45 %, por encima de LLA (29,84 %), y desplazó a una oposición que en comicios anteriores lo había derrotado por más de 15 puntos.
La Séptima Sección, con apenas ocho municipios del centro de la provincia, también dio la nota: el peronismo logró el 38,23 %, superando a LLA (32,8 %) y quedándose con las tres bancas de senadores provinciales en juego. Ganó en distritos como 25 de Mayo, Bolívar, Olavarría, General Alvear y Tapalqué, mientras que los libertarios sólo se quedaron con Azul.
Este giro electoral en secciones rurales es significativo porque refleja la decisión de comunidades donde el agro condiciona la vida social y económica. Y aunque se lo conozca como “voto del campo”, queda claro que en realidad son pueblos y ciudades enteras donde no sólo votan productores, sino también trabajadores, comerciantes y vecinos cuya vida está atravesada, de manera directa o indirecta, por la actividad agropecuaria pero que sufren las mismas cosas que cualquier otro bonaerense que habita en el conurbano.
Reclamos pendientes y el camino a octubre
Uno de los reclamos más urgentes -que atraviesan transversalmente a cada una de estas comunidades- es la falta de infraestructura. En municipios como Carlos Casares o Bolívar, amplias zonas productivas permanecen bajo agua por las lluvias de invierno, con caminos rurales intransitables, pérdidas de cultivos y productores que deben desprenderse de hacienda de manera forzada. La afectación no se limita al sector agropecuario: comerciantes, transportistas y docentes también ven interrumpida su vida cotidiana en comunidades donde la transitabilidad define el día a día.
Aqui aparece uno de los reclamos que gran parte del entramado productivo le hizo al Gobierno en los últimos tiempos: la falta de infraestructura. En este sentido, el pedido desesperado de miles de productores por la finalización de las obras del Plan del Salado para evitar en anegamiento de campos, puede haber pesado no sólo entre los agricultores sino también entre quienes tienen un vínculo directo con el desarrollo o no de esas zonas a nivel productivo.
A ese cuadro -coyuntural, pero que tiene como base un pedido irresuelto que lleva varias décadas- se suma la rentabilidad en caída del campo, que se instaló en el agro desde hace varias campañas. Las retenciones (otro mal histórico en el sector) se llevaron gran parte de los márgenes en los años buenos y engrosaron las pérdidas en los años malos, pero ahora persisten en un contexto agravado por los bajos precios internacionales de los commodities agrícolas. Esta situación limita la capacidad de inversión, desalienta la adopción tecnológica y frena las expectativas de crecimiento, incluso en zonas de alta productividad.
Por todo esto, la decisión electoral en el interior bonaerense no puede leerse únicamente como una reacción de estos tiempos. Es, en buena medida, la expresión de un malestar profundo en comunidades donde la política nacional y los problemas estructurales del agro se combinan para moldear el voto.
Para Axel Kicillof y el peronismo, el triunfo en el interior rural representa una recomposición histórica. Para Javier Milei, en cambio, supone una alerta roja: si las zonas rurales que viven del agro le vuelven a dar la espalda en octubre los próximos dos años de gestión pueden ser una tarea cuesta arriba ya que mas allá de los aportes del sector energético y la minería, el agro sigue pagando las cuentas de la Argentina.
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