La eliminación temporal de las retenciones a granos y carnes, vigente hasta el 31 de octubre, apareció como un recurso de emergencia en un contexto de extrema volatilidad económica. El Gobierno buscó oxígeno luego de días en los que el dólar se disparó, las reservas se debilitaron y el clima político se volvió tenso. La medida fue recibida como un alivio inmediato por los productores, aunque más como un gesto de corto alcance que como un cambio estructural en la política agropecuaria.
La baja temporal de retenciones desata ventas de soja: impacto en el dólar y qué esperar del mercado en Chicago
El alivio impositivo impulsa la comercialización de granos y anticipa el ingreso de divisas, mientras crece la expectativa por la evolución del precio de la soja en los mercados internacionales.
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Todavía quedan 30 millones de toneladas sin vender entre la campaña pasada y la actual.
Enrique Erize, titular de la consultora Novitas, explicó en diálogo con Ámbito que el anuncio tiene un impacto concreto en el presente: impulsa a los productores a vender y asegura el ingreso de divisas que el Gobierno necesita con urgencia. Ocurre que “nadie rechaza una baja de retenciones, pero la decisión luce improvisada y responde a la necesidad de frenar una crisis cambiaria”.
La reacción del campo fue inmediata y se reflejó en los precios. Luego del anuncio de la eliminación temporal de retenciones —vigente hasta alcanzar los u$s7000 millones en Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior (DJVE)—, el mercado de granos registró alzas generalizadas, con la soja liderando la escalada. La posición octubre subió u$s60 por tonelada y cerró en u$s361,5, mientras que noviembre se ofreció a US$360, con un incremento de 56 dólares respecto del viernes previo, equivalente a un 18,4%. Los contratos a mayo 2026 también se movieron en alza, trepando a u$323,5, un 8,7% más.
El consultor sostiene que los resultados llegarán antes de lo previsto. Los exportadores, aseguró, no dejarán pasar la oportunidad de anticipar operaciones sin retenciones y esto permitirá que los dólares ingresen antes de fin de octubre. Según Erize, esa inyección de liquidez servirá para moderar la presión sobre el mercado cambiario, mejorar la cotización de los bonos y recomponer expectativas en la antesala electoral.
La reacción de los productores sería inmediata y la mayoría optaría por vender, sin embargo persisten dudas sobre lo que ocurrirá luego del 31 de octubre, por eso algunos piensan que el dólar podría tener un ajuste mayor tras las elecciones y prefieren esperar. Erize considera que la oportunidad actual no debe desaprovecharse, porque el tipo de cambio ya muestra signos de atraso. Para él, el déficit turístico de 11.500 millones de dólares es la prueba más evidente de que el dólar está barato.
El debate sobre la soja disponible ocupa un lugar central. De acuerdo con sus cálculos, todavía quedan 30 millones de toneladas sin vender entre la campaña pasada y la actual y al ser consultado sobre quienes serían beneficiados con esta rebaja, desmintió que sean los grandes productores los que aún tienen mercadería en su poder. Según explicó, "buena parte de la producción no se comercializa por decisión de los propietarios de la tierra y no de los arrendatarios. Siete de cada diez hectáreas en la Argentina son trabajadas por inquilinos, y si el dueño no fija el alquiler, el arrendatario no puede vender. Esa traba, vinculada a la caída en el valor relativo de los contratos, explica la retención actual mucho más que la estrategia de los grandes jugadores”.
La mirada de Erize también abarcó el frente externo. En su opinión, la posibilidad de que el Tesoro de Estados Unidos intervenga en apoyo a la Argentina es un factor clave para entender el escenario. El secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Scott Bessent, señaló que todas las opciones están sobre la mesa para sostener al Gobierno de Javier Milei, lo que incluye swaps de divisas o compra de deuda soberana. Para el consultor, un movimiento de ese tipo despejaría vencimientos, daría estabilidad cambiaria y reforzaría la relación política con la Casa Blanca.
En cuanto al mercado internacional, la mirada es optimista ya que -según el titular de Nóvitas- la soja en Chicago tiene fundamentos alcistas, por la reducción del área sembrada y los stocks ajustados en Estados Unidos. En tanto, Erize desmintió que una menor compra de soja estadounidense por parte de China pueda debilitar al mercado. Para él, se trata de un juego de suma cero: si China compra en Argentina, otros destinos se abastecerán en Estados Unidos y la demanda global no se altera. Esa dinámica confirma que el consumo estructural de soja se mantiene firme y que los precios encontrarán soporte en los próximos meses.
La visión desde las empresas del sector
El anuncio oficial también tuvo repercusión entre los principales actores de la cadena sojera. Desde DONMARIO, una de las compañías líderes en genética, se puso el foco en la necesidad de previsibilidad más allá del alivio coyuntural. Patricio Munilla, gerente de marca, destacó que la eliminación de retenciones es un gesto importante, pero insuficiente para proyectar un cambio real en el largo plazo. En diálogo con Ámbito, subrayó que los parches temporales no reemplazan a las políticas que brindan confianza a los productores.
Para Munilla, “el verdadero impacto de una medida como esta se mide en la posibilidad de generar un círculo virtuoso que aliente a invertir en tecnología y ampliar la frontera productiva. La previsibilidad es la clave para que los productores puedan tomar decisiones que eleven la productividad de manera sostenida. Cuando mejora el resultado económico, la planificación adquiere otra lógica y permite adoptar prácticas de mayor valor agregado”.
Uno de los aspectos que más preocupa al sector empresario es la brecha de rendimientos que separa a la Argentina de sus competidores directos. Brasil y Estados Unidos logran, en promedio, medio tonelada más por hectárea. Esa diferencia, explicó Munilla, representa miles de millones de dólares para el PBI argentino. Las causas de la brecha son múltiples y abarcan desde la disponibilidad de agua y nutrientes hasta la elección de genotipos con alto potencial y la incorporación de biotecnología de última generación.
El problema es que, frente a márgenes ajustados y un clima económico inestable, muchos productores argentinos optan por estrategias conservadoras. Se reduce la inversión en fertilización, análisis de suelo o tratamientos profesionales de semillas. Esa decisión defensiva, aunque comprensible, repercute directamente en la productividad media del país.
Las estimaciones del área de desarrollo de DONMARIO apuntan a que la brecha entre el rendimiento actual y el potencial de las variedades disponibles supera el 35%. El desafío no pasa solo por la genética, sino por la capacidad del sistema productivo de generar condiciones para que esas tecnologías se apliquen en su máxima expresión. Munilla resumió la situación en una idea contundente: el productor argentino aspira a alcanzar el máximo rendimiento, pero la falta de previsibilidad lo obliga a defenderse con estrategias de menor riesgo, y eso limita el crecimiento de todo el sector.
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