La flamante Fundación Larivière Fotografía Latinoamericana, un museo en realidad, el primero destinado exclusivamente a esta disciplina en nuestro país con un patrimonio de 3.000 piezas, es el espacio con perfil neoyorquino que todos los entendidos del arte quieren visitar. Desde la semana pasada presenta su primera muestra individual. “Japón”, de Facundo de Zuviría (1954), representa el mundo previo a la pandemia. Un universo que, después de mirarlo y catalogarlo durante el obligado enclaustramiento, se volvería tan lejano y extraño como el país de Oriente que De Zuviría nunca visitó. Las 80 fotografías, tomas directas y digitales en su totalidad sin ninguna intervención posterior, se transformaron en 40 dípticos de breve formato que hoy ocupan la primera sala de la Fundación.
De Zuviría y el mundo anterior a la pandemia
“Japón” es el título metafórico de la muestra: un universo lejano y extraño.
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En aquellos días infinitos de la pandemia, la mujer de Facundo de Zuviría, Paula Serrat, comenzó por encontrar afinidades entre algunas imágenes. “Ella supo hilvanar las fotos tomadas entre 2016 y 2020, sobre una idea tan inasible como real, poética y a la vez profunda: Japón. Este nombre, ubicado en nuestras antípodas, funcionó para nosotros como una ilusión”. El humor del planteo inicial, coincide con el de varias imágenes e involucra a todas ellas en la idea de la fotografía como ejercicio conceptual, más que como documento de la realidad. No obstante, un abigarrado conjunto de vestidos de diversos modelos con diseño animal print estampado, parece ser producto de un humor alucinado, aunque, evidentemente, es real.
Paula Serrat, dueña de la formación visual que deparan décadas de convivencia con un fotógrafo habituado a salir de cacería en busca de sus imágenes y acostumbrado a un trabajo de tiempo completo, pronto encontró afinidades. Y allí está el tema, la forma o el color, como los vestidos de fiesta color rosa del barrio porteño del Once y una misma tonalidad en“Leda y el cisne”, presente en el baño de un piso de Retiro.
Desde la portada del libro, un ventanal de cristal con globos y el nombre “Japón”, que se reitera con otras tipografías, se abre a los encuentros fortuitos con geografías como Tokio o actividades de Oriente como taekwondo. Luego, la aparición en lugares del ámbito urbano de la caligrafía japonesa e imágenes tan diversas como el monte Fuji en medio de un paisaje fotografiado desde una combi en Tierra del Fuego, o el diálogo cortesano tomado en primer plano de un plato de loza inglesa, son hallazgos que según cuenta De Zuviría, sometía a la mirada de Paula. “En su papel de editora ella me iba diciendo en cada caso y sin dudar si pertenecían o no a ese Japón utópico”. De hecho, cuando llegó con las fotografías a la Fundación, le pidió al eficiente curador de la muestra, Francisco Medail, que hablara con Paula. Las vidrieras nostálgicas son imágenes ya clásicas de De Zuviría y, regresan en esta exposición, al igual que los maniquíes que vuelven con mayor expresividad. En un texto erudito, Adrián Gorelik y Graciela Silvestri consideran y analizan las manifestaciones de este mundo flotante, el ukiyo-e de las antiguas estampas japonesas.
Una de las imágenes reproduce a una mujer con sus ojos cerrados y las transparencias de su vestido flotando en pleno vuelo, desplazándose por el cielo en lo alto, sobre los edificios de una ciudad. La actitud de esa figura peinada como Butterfly es tan ambigua, que la imaginación se abre como un abanico e induce a evocar la muerte del romántico personaje y también, tan cercanas al aprecio de muchos, la música de Puccini y la novela inolvidable de Juan Forn, “La Malquerida”.
Más allá del extrañamiento que provoca “Japón”, es preciso recordar que la precisión para encontrar ese otro mundo “efímero, fugaz o transitorio” pero feliz del ukiyo-e con su exotismo incluido, proviene del oficio afinado del fotógrafo y su formación especial. Casi al promediar los años 80, comenzó a trabajar en el Plan Barrios de la Ciudad de Buenos Aires, una experiencia que muchos años más tarde todavía valora y, de este modo, observa: “Mi participación en el Plan sería decisiva en mi vida y en mi propia fotografía. Me llevó a recorrer barrios porteños para mí desconocidos, a presenciar la vida social que se daba en sus centros culturales, a encontrar el encanto y la peculiaridad de sus calles. Este fue el camino que me acercó al barrio, donde reside el sentido de Buenos Aires”. Así recorrió desde Balvanera, Boedo y Chacarita, hasta Parque Saavedra, San Telmo y Villa Soldati, pasando por Floresta, La Boca, Lugano, Mataderos y Parque Patricios. “En esas caminatas descubrí la Buenos Aires profunda, la de fachadas simples y calles arboladas, pequeños almacenes y cafés, vecinos sentados en las puertas de sus casas”. De ese mundo real proviene el imaginario “Japón”, un nuevo libro de Ediciones Larivière, institución fundada a principios de los años 90 por Jean Louis y Dudú von Thielmann, cuando ni siquiera soñaban con que la demanda de conocimientos sobre fotografía aumentaría en todo el mundo y, mucho menos, con la creación de un genuino museo.
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