El mar ruge contras las piedras y se desarma en una espuma blanca que baña a todos los que caminan en su cercanía. Los turistas deambulan con reposeras y sombrillas, ajenos a lo que sucede a escasas cuadras. El pequeño Horacio Zeballos rechaza un día de playa y diversión y elige otra sacrificada tarde en el Edison Lawn Tenis donde entrena con su padre (también Horacio) para ser jugador profesional. Todavía no sabe que 30 años después seguirá en vigencia y será uno de los apellidos más destacados del circuito de doble.
La vigencia de Horacio Zeballos, entre el Argentina Open, la elite y "la pasión" por su hobby
Con casi 39 años, el marplatense le remarcó a Ámbito el valor de su extensa carrera y cómo sostiene su lugar en el circuito mundial. "Encontré en el doble la forma de mantenerme vivo", reflexiona.
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Horacio Zeballos, en la elite mundial del doble.
Al borde de las cuatro décadas, “Cebolla” vive una carrera revitalizada. Los sueños que se erigieron en su Mar del Plata natal están vivos. Cuando dejó de lado la competencia individual a comienzos de 2019 y se focalizó en el doble, se transformó en una de las figuras rutilantes del ATP Tour: llegó a ser N°3 del mundo, ganó 20 títulos (incluidos seis Masters 1000) y disputó tres finales de Grand Slam.
“Cuando tenía 20, 21 años no me hubiera imaginado seguir en el circuito con casi 39”, reconoce risueño ante la pregunta de Ámbito en el Argentina Open, donde disputará las semifinales del torneo por novena vez.
Desde aquellas jornadas de formación hasta el presente, Zeballos pasó de ganarle la final del torneo de Viña del Mar 2013 a Rafael Nadal, nada menos que en polvo de ladrillo, a ser uno de los doblistas más destacados con la posibilidad de ser número 1 del mundo a finales de 2023. Una década vertiginosa, una “carrera larga, linda, que la disfruto un montón”.
“Encontré en el doble la manera de seguir manteniéndome vivo, y lo estoy disfrutando muchísimo, tratando de hacerlo de la mejor manera posible y como lo que es, mi trabajo”, argumenta el actual 11 del planeta.
A comienzos de 2019, el bonaerense le decía a este medio lo trascendental que era viajar a cada torneo con su familia, algo que sin lugar a dudas influyó en su longevidad en el deporte de las raquetas. Pocas semanas después, ganó el título del Masters 1000 de Indian Wells junto al croata Nikola Mektic, lo que potenció su decisión de seguir en el doble. A finales de año llegó la explosión definitiva: con el catalán Marcel Granollers, su actual compañero, ganaron el M1000 de Canadá y llegaron a la final del US Open. Cosa juzgada.
“No sé si me acostumbro tanto a estar ahí arriba como al día a día y la búsqueda de mejorar, disfrutar los entrenamientos y la competencia”, revela el nacido el 27 de abril de 1985. No todo pasa por los resultados, porque “si no pudiera disfrutar eso de entrar a la cancha y jugar y competir y tener ganas de ganar, no lo seguiría haciendo en este momento de mi carrera”.
Tras ganar cinco Masters y jugar tres finales de Gran Slam (US Open 2019 y Wimbledon 2021 y 2023), la dupla hispanoargentina llegó al cierre del año pasado con una opción inédita: alcanzaron la definición de las ATP Finals en Turín y el marplatense estuvo a la puerta de ser el número 1 del mundo. Sólo la caída 6-3 y 6-4 ante Rajeev Ram y Joe Salisbury lo privó de tamaño hito en la historia del tenis argentino.
No lo desvela, garantiza, aunque “si se da, se da, por supuesto, es mi filosofía”. “Igual siempre tengo objetivos nuevos, trato de ir por más. Es la forma en que encuentro la motivación. El año pasado sí terminamos muy bien, fue un año muy bueno”, expone como balance.
En esta aventura, de a poco, se transformó en el argentino con más títulos en doble: con sus 20 trofeos superó los 16 que ostentaba el otro hijo pródigo del mar, Guillermo Vilas. La última temporada también lo consiguió Máximo González, el pibe de 40 que tiene 18 conquistas.
La cuenta pendiente para “Horacito”, como se lo conoce en “La Feliz”, por el momento, son los Grand Slams, aunque no pierde el sueño ante el casillero sin tildar. “Es por lo que sigo trabajando día a día. Pero sé que el día de mañana, si no lo consigo, por lo menos voy a quedar con la tranquilidad absoluta de que hice todo lo posible para tratar de llegar a ese punto”, expone.
En una era en que las grandes figuras del tenis mundial prolongan sus carreras, ya sea por el éxito deportivo, las mejoras tecnológicas o las atenciones físicas y médicas, Zeballos se enfoca en la voluntad cotidiana de sostener la rutina. La competitividad es el siguiente paso, y finalmente “el ranking, que es producto de todo el trabajo que hago, ya sea físico, tenis, de ir al club todos los días, tener ganas de seguir viajando. Eso es lo que al día de hoy me sigue dando resultados”.
“Darlo todo”. Una frase que “Cebolla” repite con frecuencia en el rato que se sienta junto a Ámbito en el Buenos Aires Lawn Tennis Club y en el que duda sobre su posible participación en los Juegos Olímpicos París 2024. “No sé cómo estoy parado respecto a la Copa Davis, porque no la juego desde 2022. Pero quiero estar”, deja en claro.
La pasión de Zeballos por el ajedrez
Un deporte que no es olímpico es el ajedrez, un “hobby” que practica con pasión hace años. Actividad caracterizada por la estrategia y la anticipación, el ex singlista revela que mantiene su mente fuera del funcionamiento habitual. Una distracción intensa que también repercute en el tenis.
“Lo recomiendo siempre, a cualquier persona”, aconseja. “Es un deporte hermoso que te mantiene en ese momento en que jugás un partido y no pensás en nada fuera de eso”, justifica.
Zeballos cierra, con firmeza, que el ajedrez es su pasión, y que “seguramente me ayuda para tratar de trabajar la concentración en el tenis”. Las blancas y negras y el deporte de las raquetas tienen como similitud el cálculo y anticipación de los movimientos del rival. Ambas disciplinas convergen en el mismo objetivo: el próximo paso puede definir el resultado.
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