Siento vivo el corazón
Argentina Open: Díaz Acosta y un viaje hacia su mejor versión tras el sufrimiento pandémico
El joven porteño pasó de entrenar en el encierro con un colchón a tener el mejor ranking de su carrera. "Fue sufrido, pero entendía que hacía lo que me gustaba", le dijo a Ámbito.
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Resistiendo a campo abierto
La tormenta más feroz
Y el embate de los vientos
El inefable Ricardo Iorio vociferaba estos decires en “Vencer el tiempo” del disco “Toro y Pampa” de Almafuerte, una canción que se transformó en un grito de guerra de su sentir, tal como acostumbró a su público. Casi 18 años después, estos versos se pueden ubicar en el presente de Facundo Díaz Acosta, aquella promesa del tenis nacional aquejada por la pandemia de Covid y que ahora, con el mejor ranking de su carrera, puede celebrar un camino exitoso.
El primer día del cuadro principal del Argentina Open arrancó mal; la tormenta sembró dudas y luego el viento hizo temer una jornada todavía peor. Cuando la apertura del certamen parecía caer en una demora interminable, el porteño de 22 años recibió el llamado para debutar en Palermo. “Mentalmente estaba preparado para jugar más tarde. Salí con el último bocado”, lanzó en conferencia, ante la risa de todos.
Casi cuatro años atrás, mientras el coronavirus atemorizaba al planeta y las sociedades vivían encerradas, Díaz Acosta fue noticia por entrenar en su casa de Vicente López con un colchón como compañero. Eran tiempos en que sólo los deportistas con proyección olímpica podían conseguir un permiso especial.
“Obvio que no me olvido porque es algo que costó mucho, y sobre todo la vuelta, fue bastante tediosa. Mirándolo para atrás, son cosas que te quedan como aprendizaje. Saco muchas cosas de ese encierro”, analiza hoy el actual 87 del ranking con Ámbito tras su exitoso debut en el Argentina Open: fue 6-3 y 7-6 (1) sobre el alemán Daniel Altmaier.
Las nubes cubren al mítico Buenos Aires Lawn Tennis Club. El cielo muta entre una cubierta blanca y una andanada casi negra. Aquí la tormenta se mantiene estoica, pero en la vida de Díaz Acosta, campeón panamericano en 2023 poco después de su ingreso al Top 100, el clima es diferente. Ahora es tiempo de hablar de fortalezas.
“Aprendí un montón de cosas. La derrota me dolía mucho. Perdía y no quería salir de la habitación ni para comer”, lanza. El daño colateral del aislamiento se tradujo en una dificultad extra para retornar a pleno, “fui de los que más tardó en despegar”. “Me costó mucho, volví a jugar y a viajar y extrañaba mucho. No disfrutaba tanto el día a día. Me iba mal y me quería matar”, recuerda con la mirada fija en quien lo escucha.
La carrera del chico que se reflejaba en Nadal pasó por todas las estaciones. Desde 2017 al presente compitió en juveniles, fue doble medallista en los Juegos de la Juventud Buenos Aires 2018, fue campeón de torneos Futures y Challengers, se metió en el Top 100, ganó el oro panamericano (lo que le significó media plaza olímpica) y jugó sus primeros torneos ATP y de Grand Slam. Progreso paulatino y constante.
Lo que en algún momento fue “muy sufrido” producto de la “presión en cada partido”, de a poco se transformó en goce. “Me llevó bastante tiempo, pero aprendí a disfrutar un poco más de estar afuera, de viajar, también lo extra tenístico. Entendí que hacía lo que me gustaba”, argumenta.
Hoy una derrota “es una más”. La convivencia entre el tenista y la pérdida de un partido es natural, cotidiana. “Logré que no me pese tanto, y así también salgo a jugar más liviano”, confiesa, de manera que ahora “juego más tranquilo, puedo dar todo y a la noche verme al espejo y saber que hice todo lo que pude”.
Una parte de las lecciones tienen un origen geográfico: la propia ubicación de la Argentina en el mundo dificulta los traslados y las facilidades del calendario. La economía es el peor de los ingredientes. “Los europeos pierden y vuelven a cenar con sus íntimos. Nosotros tenemos que hacer valer el pasaje. Eso nos hace más fuertes”, reconoce.
“Si tengo que decir qué cambió en este tiempo, diría la consistencia. Antes tenía chispazos, buenas semanas, y después bajaba mucho. Empecé a manejar un poco los descansos, qué semana jugar, qué semana parar, entrenar y estar bien preparado para cada torneo”, devela el pupilo de Mariano Monachesi y Mariano Hood, cabezas de la academia del Liceo Naval.
El tenis, como cualquier otro apartado de la vida, se trata de que la rueda comience la marcha; luego, detenerla es más difícil: “Empecé a estar más preparado para los torneos, física y mentalmente. Ya no tuve tantas malas semanas, y a partir de ahí sumás en la confianza”.
Cae la noche en el club de Palermo, histórica casa del mojón porteño del ATP Tour. Hace frío, no parece verano. Díaz Acosta ya tiene la mente puesta en Francisco Cerúndolo, un viejo –o no tanto- conocido con el que se verán las caras en la segunda ronda del Argentina Open. Un buena prueba para volver a demostrar que tiene vivo el corazón.
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