Las jornadas del Argentina Open suelen vivir un torbellino emocional con reacciones tan variopintas que dejan boquiabierto a cualquiera. De la alegría a la desazón, de la euforia al bajón depresivo, todo sin escalas. Este martes, día en el que no hay que casarse ni embarcarse, Camilo Ugo Carabelli y Diego Schwartzman fueron el vivo ejemplo del yin y el yang emotivo y Federico Delbonis le puso la cuota de nostalgia al torneo.
El yin y el yang del Argentina Open: Schwartzman, Delbonis, Ugo Carabelli y un martes 13 emocional
"Peque" quedó eliminado y reconoció su durísimo momento: "Queda poca nafta en el tanque". El "Brujo", hilarante y frontal, debutó con triunfo y enfrentará a Alcaraz. "Delbo" le dijo adiós al tenis.
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Un ocaso inevitable. Schwartzman perdió en el Argentina Open y su futuro es incierto.
La luz
Exultante, el “Brujo” grita, raquetea una pelota a la tribuna, agita los brazos. Después del 7-6 (5) y 6-4 sobre el peruano Juan Pablo Varillas consigue el segundo triunfo de su carrera en el ATP de Buenos Aires. La victoria supone un premio especial: será el rival del español Carlos Alcaraz, máximo favorito, en su debut del jueves.
Ugo Carabelli es un personaje especial, auténtico, que no tiene filtros. “Es un premio a cómo vengo trabajando, cómo me lleva mi equipo. Estoy en un buen momento, gané un Challenger la semana pasada –Piracicaba, en Brasil-“, analiza el porteño de 24 años, actual 134 del mundo y que llegó a ser 96 en agosto pasado.
“El jueves va a ser una locura. El año pasado no pude enfrentarlo, pero jugué antes que él y fue increíble el clima. Trato de tomármelo con calma y de no ponerme a llorar, ja”, lanza entre jocoso y sincero.
La City no es una plaza más para el fanático de San Lorenzo. Vive a cinco cuadras del mítico BALTC, y más de una vez, durante las ediciones del Challenger que se disputa en el Racket –emplazado a pocos metros del centenario club- se escapaba a su hogar a comer las milanesas de mamá María Marta.
Precisamente, Ugo Carabelli contó que su madre da cobijo a varios compañeros de generación de su hijo que necesitan una mano en medio de la dificultosa carrera. “Hace 10 años que lo hace. Siempre se dedicó al turismo y le encanta. Pero como ellos son tenistas también, casi no los veo. Cuando podemos cenamos todos juntos y compartimos el rato”, cuenta.
Según la organización del Argentina Open, Ugo Carabelli es el primer ball boy que juega el cuadro principal del torneo. Los recuerdos hilarantes del tenista no parecen ser los mejores para las autoridades. “Martín Jaite me echaba todo el tiempo de la sala de jugadores porque me quedaba jugando a la Play Station”, tira risueño, con una sonrisa que acentúa aún más su parecido con David Nalbandian.
Y la confesión de las travesuras no termina allí: “Hacía quilombo todo el día, vivía acá en el club. Cuando había recorte de ball boys, yo era el primero siempre. Nos robábamos helados y los cambiábamos por pelotas. Nos reíamos todo el día”. La risas de los asistentes colmaron el ambiente.
La última definición es sobre su amado San Lorenzo, culpa de su padre Gustavo que “es enfermo de la cabeza” del “Ciclón” y se lo transmitió. “Cuando puedo voy a la cancha. Antes iba a la popular, pero por problemas en la cadera empecé a ir a la platea. Hoy lo primero que hice fue fijarme cómo iba, y estábamos perdiendo. Soy fanático, tengo el escudo tatuado”, concluye.
El “Brujo” está contento, especialmente por una victoria importante que lo alimenta y que le permitirá tener una prueba exigente ante el Joven Maravilla. En el fútbol no le fue tan bien: San Lorenzo empató de local 1-1 con Estudiantes.
La sombra
No hay respuestas. No hay alegrías. La caída libre es interminable. Diego Schwartzman no puede frenar la espiral negativa en la que está enfrascado hace casi un año y medio. Este martes maldito no pudo cambiar la suerte y perdió 2-6, 6-1 y 6-4 ante el colombiano Daniel Galán.
En lo que va del año, “Peque” jugó cuatro torneos. En Oceanía no pudo avanzar en dos Qualies; en Córdoba y Buenos Aires perdió en primera ronda. La temporada pasada la concluyó con un récord llamativo: 13-25 (con varios torneos eliminado en el debut).
“Si algunas victorias no aparecen para poder disfrutar de la cancha, no sé cuánto más la voy a poder estirar. Lo tengo muy en claro”, apunta. La frase, con aroma de retiro, deja el ambiente en silencio.
Schwartzman no esquivó ninguna pregunta. Su característica frontalidad se notó al momento mismo en que entró en la sala de prensa del Argentina Open. La mirada preocupante; las manos, siempre como sostén de la cabeza; el tono de voz, quebrado. “Rescato cómo la gente me trató. Pero la sensación es de tristeza y bronca, este es un lugar donde tanta veces lo hice bien”, elabora lacónico.
“Te juro qué no sé cuál es la causa… Veremos si los próximos meses puedo encontrar soluciones, sino, veremos…”. Las incertidumbres sobre un final inminente sobrevuelan al BALTC, a pesar de las últimas victorias de 2023 que generaron una ilusión diferente de cara al año nuevo. Pero los resultados flaquean otra vez.
La semana que viene jugará en el ATP 250 de Los Cabos, en México, y sobre cemento, aunque “es difícil mañana despertarme, tener ganas de entrenar, cambiar de superficie, viajar”. “Sostenerme mentalmente día a día con los resultados que tengo, es complicado. Adentro de la cancha un poco te olvidás, pero en el tanque queda muy poca nafta”, cierra con preocupación. Las próximas semanas auguran un camino sombrío para Schwartzman, que sabe y supo dar una batalla más.
El adiós
Federico Delbonis entra sonriente. Ya no es más jugador de tenis. El circuito ATP; la gloriosa noche de Zagreb en 2016 en la que Argentina, por fin, pudo levantar la Ensaladera de la Copa Davis; aquel día de Hamburgo en 2013 en el que derrotó a Roger Federer, ya quedaron en las páginas de un libro que se terminó de escribir.
Campeón en San Pablo 2014 y Marrakech 2016, ambos en polvo de ladrillo, el azuleño de 33 y que llegó al puesto 33 del ranking cerró su etapa profesional porque “tenía dolores inaguantables” en la cadera, un problema que arrastra desde hace años. “Es lo que quería”, aduce feliz; el esfuerzo físico para entrenar ya era demasiado alto.
El futuro todavía no está claro y el presente tiene a su familia como protagonista: “Lo que tengo en claro es que quiero tener tiempo para mí; participar más como padre y como marido. A mi familia y a mi esposa les tengo un agradecimiento eterno. Estoy muy bien”, dice Delbonis, el último héroe de la Copa Davis que seguía en actividad y que ya se despidió. Aquel cuarteto inolvidable que rompió la historia adversa ya disfruta del descanso del guerrero.
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