6 de octubre 2022 - 00:01

Disney cambia estrategia y apunta al público adulto en serie “Andor”

La nueva variación de la saga de "Star Wars", que protagoniza el mexicano Diego Luna, es más violenta y se inicia en un prostíbulo intergaláctico.

andor. El mexicano Diego Luna en la piel del nuevo paladín de Star Wars.
andor. El mexicano Diego Luna en la piel del nuevo paladín de Star Wars.

En los primeros 10 minutos del primer episodio de “Andor” queda claro el tono de la nueva serie de la franquicia de “Star Wars”: a la salida de un burdel donde se prostituyen mujeres de toda la galaxia, el héroe del título, Cassian Andor (el mexicano Diego Luna) mata a dos parapolicías corporativos. A uno de ellos a sangre fría.

Créase o no, con “Andor” el universo creado por George Lucas en 1977 se expande en varios sentidos, pero sobre todo en el nivel adulto del guion, sin que esto signifique abandonar los detalles que convirtieron a la saga de Jedis luchando contra el Imperio en la más taquillera de la historia del cine. A eso se suma ahora la que mejor ha evolucionado en los tiempos del streaming.

Así como Disney experimenta con los emprendimientos de Marvel, a veces aprovechando viejos éxitos pero también cambiando estilos a “prueba y error” y exprimiendo personajes hasta llevarlos al limite, con “Star Wars” viene haciendo bien los deberes, tal como se ha visto en “The Mandalorian” y en “Obi Wan Kenobi” donde lograron que Ewan McGregor repitiera uno de los personajes mas exitoso de la saga, el Jedi primigenio que en el film de 1977 personificaba un gigante como Alec Guinness. Como bien saben los fans de Star Wars que recibieron las nuevas series como auténticos eventos del streaming, el nivel era excelente, pero con “Andor” hay una gama de detalles que renueva y le da un giro más dramático, lo que se explica por un dato importante, y es que esta nueva serie es una precuela que cuenta la historia previa del único héroe que quedaba vivo al final de la película de 2016, “Rogue One, una historia de Star Wars”, que dirigió Gareth Edwards y que escribió Tony Gilroy, guionista de la mayoría de las películas de la popular saga del espía Jason Bourne (entre otros títulos que van desde “El abogado del diablo” y una cult movie como la incursión de Zhang Yimou en Hollywood, “La gran muralla”).

Entre secuelas y subproductos de Star Wars, probablemente “Rogue One” sea la mejor, ya que unía ideas brillantes tanto en lo argumental como en lo visual y técnico, narrando la historia de cómo los rebeldes se hacían con el plano de la Estrella de la Muerte, el arma genocida que debían detener Mark Hammil, Harrison Ford, Alec Guinness y Carrie Fisher en la primera película. “Rogue One” llamaba la atención por la seriedad dramática lógica en un relato sobre guerrilleros voluntarios en una misión suicida: la coherencia de Gilroy es absoluta a la hora de contar la prehistoria del personaje, Cassian Andor, un sujeto violento e inseguro, más un fugitivo de la ley que un luchador de la libertad contra el Imperio.

Por supuesto, esta es una serie de la franquicia de “Star Wars” por lo que tiene que haber robots simpáticos y personajes preadolescentes. Como el émulo de R2D2 de Andro, una especie de buzón rojo abollado que es orinado por jabalíes alienígenas de los que se defiende con una pequeña picana eléctrica, o un jovencito que vive en una tribu en la jungla y asesina astronautas con una cerbatana amazónica: el choque cultural entre un nave espacial y la tribu integrada solo por niños, al estilo “El señor de las moscas”, es algo que se le podía haber ocurrido a Werner Herzog.

En “Andor” la violencia provoca heridas sangrientas –a diferencia de los sables que sólo obtenían quemaduras aptas para todo público- y los amantes, además de besarse, tienen sexo, y se traicionan. Gilroy lleva el universo Star Wars más allá del cine negro, pero si la ciencia ficción ya había jugado con esa mezcla de géneros a través de “Blade Runner” de Ridley Scott –aquí también hay toques de la literatura de Philip K. Dick, pero enfocada en su etapa anticapitalista de novelas como “Tiempo de Marte”- también mezcla la paranoia de la Guerra Fría y el cine de espías y describe un mundo tercermundista donde, en las fronteras del Imperio, los trabajadores son explotados por corporaciones totalitarias donde el fascismo es apenas mitigado por la corrupción. Los oficiales corporativos no dudan en exclamar cosas como “Los planetas periféricos necesitan mano dura”.

Esto se integra dentro de una historia sin pausa, en la que Gilroy dosificar la tensión dramática con la superacción, que cuando explota lo hace a lo grande. El hecho de que los tres primeros episodios duren poco más de 30 minutos y estén todos a cargo de un solo cineasta, Toby Haynes (“Doctor Who”) hace que verlos juntos sea parecido a la experiencia de un largometraje.

Además del atrapante guion sobre cómo Andor pasa de contrabandista y homicida a miembro de la resistencia para participar del robo a la armería del Imperio -quien lo conchaba en la guerrilla es Stellan Skarsgard, una especie de Jedi de doble vida-, también se volvió a la estrategia técnica analógica de los tiempos de Lucas, sin naves espaciales digitales sino magníficas maquetaso, igual que lo relacionado con la dirección de arte que puede pasar de un vestuario actual en su tercermundismo a uniformes fascistoides y fastuosos trajes para burócratas.

Con 11 episodios en esta primera temporada y otro tanto para una segunda en 2023, “Andor” demuestra que Disney se ha perfeccionado en el arte de convertir a Star Wars en un producto para el streaming.

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