14 de mayo 2019 - 00:01

A rodar

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La Argentina no es un país fácil. Cualquier actividad que se encare tiene que sortear infinidad de regulaciones, cambios de reglas, crisis ajenas y propias, más avatares de todo tipo. El sector automotor abunda en ejemplos y, uno nuevo tapa al anterior. La suba de la tasa de estadísticas a las importaciones en el caso más reciente. Esta carga impositiva pasó de 0,5% a 2,5%. Son dos puntos porcentuales que, en un primer análisis, podría parecer un hecho menor aunque, en realidad, significa un eslabón más a la cadena de tributos que llevan a que la presión impositiva en el país sea casi siempre noticia por aumentar y, pocas veces, por disminuir. En un estudio que realizó la asociación de fabricantes (ADEFA) se había establecido que del valor de un 0 km que se vende en el mercado local, el 54% eran impuestos. Era un número de referencia ya que hay multiplicidad de factores que hacen que ese porcentaje pueda variar, pero lo que queda claro es que la carga tributaria está por arriba de la que tienen otros países y que el consumidor es el más castigado ya que debe pagar precios muy altos para acceder a un vehículo. La situación empeora para los modelos que están alcanzados por los Impuestos Internos, aquellos que superan los $2.000.000 de valor al público. Estos deben afrontar una gravamen del 20% adicional.

Para tener una idea de lo que está pasando en el mercado con los impuestos, es bueno dar un ejemplo de un caso real acercado por un importador. Un vehículo de unos u$s30.000 de valor de origen tiene un precio de lista en la Argentina de u$s90.000 pero, por el derrumbe del mercado, se vende a u$s70.000. A los u$s30.000 hay que sumarles u$s1.500 de flete. Según los cálculos que realizó este importador, ese vehículo debe pagar 35% de arancel externo, 1,5% de Estadísticas, 25% de Internos, 21% de IVA, 3,5% de Ingresos Brutos y 1,2% de Débitos y Créditos. Obviamente, no se suman los impuestos, sino que se pagan en distintas etapas de la importación y sobre bases diferentes. El resultado de todo ese enjambre fiscal hace que pague de impuestos unos u$s43.000. Es decir, de los u$s30.000 originales se recargan u$s43.000 de diferentes tributos, más el flete. Si se vendiera al precio de lista, habría que agregarle u$s15.000 más correspondiente al margen de importado y vendedor. De esos u$s15.000, unos u$s6.000 son también impuestos a la comercialización. En ese caso, la carga impositiva de ese modelo es del orden del 55%. Ahora, como el vehículo no se vende al valor esperado sino que se están ofreciendo a unos u$s70.000 (sin rentabilidad e incluso a pérdida), la incidencia de los impuestos -que se pagan sí o sí- es mayor. Sería un monto de entre u$s43.000 y u$s49.000 sobre los u$s70.000. Eso arroja que un vehículo importado de alta gama que se está vendiendo hoy en el mercado pague entre 65% y 70% de impuestos.

La semana pasada, en la cámara que reúne a los importadores (CIDOA), se reunieron los representantes de todas las marcas para analizar el aumento de la Tasa de Estadísticas, entre otras cosas. Por ejemplo, le pedirán al Gobierno que aclare si los autos con tecnología MIld Hybrid (Híbridos leves) están incluidos en el nuevo esquema de importación preferencial de vehículos ecológicos. Hay varias marcas que estarían interesadas en traer modelos de este tipo. Pero el tema central fue el impositivo. Hay mucho desánimo porque a una situación dramática para la rentabilidad de las empresas, se le suma un nuevo impuesto. No hubo una posición común sobre la política de precios a seguir (es lógico porque depende de la estrategia comercial de cada marca). Algunos decidirán trasladar el aumento al precio; otros lo absorberán. En un modelo de u$s40.000, esta suba impositiva representan unos u$s500 que los paga el cliente o lo hace el empresario. Lo que está claro es que el Estado es el que se beneficia por ser el socio mayoritario de un negocio en el que siempre gana sin arriesgar nada.

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