27 de julio 2019 - 00:01

El gran fracaso argentino

En Argentina aún nos debatimos hacia dónde queremos ir, en el mundo esta discusión ha quedado en el pasado: el mundo que crece, se desarrolla y avanza.

Cada cuatro años se vota para designar quien comandará la Casa Rosada. Foto Mariano Fuchila.
Cada cuatro años se vota para designar quien comandará la Casa Rosada. Foto Mariano Fuchila.

Sin lugar a dudas cualquier argentino tiene en su conciencia los resultados que obtuvo la Argentina a través de sus últimas décadas, resultados estos marcados por la decadencia y el fracaso. Para visualizar estos resultados no hace falta más esfuerzo que el de analizar unos cuántos índices: pobreza e indigencia, PBI per cápita, nivel educativo, inversiones y niveles de inflación. Con ello bastará para concluir sin temor a equivocarnos que hemos logrado un rotundo fracaso, basado en haber destruido los pilares fundamentales que nos han transformado en una máquina de multiplicar pobres, a pesar de haber sido hace unos tres cuartos de siglo atrás, una de las naciones más ricas en términos de riqueza por habitante.

En un año de elecciones y con los condimentos particulares con los que convive hoy la Argentina en materia electoral, está claro que deberíamos por algunos instantes dejar el pasado atrás y pensar que es realmente lo que pretendemos para nuestra sociedad de aquí en adelante. Este complejo pero elemental dilema lo exponemos al debate cada cuatro años, sin excepción. Y este debate nos lleva a que en cada elección nos encontremos en la disyuntiva de caminar hacia un país capitalista (aunque nunca lo hemos logrado) o ir más rápidamente hacia un país socialista (pero sin pagar las consecuencias por tal demencial decisión). En este contexto, la historia no debería mostrarse diferente a lo ocurrido en procesos electorales anteriores.

Lo que aún no tenemos claro es el umbral de decadencia que nuestro país puede soportar. Tal vez sea un 50% de pobreza, tal vez una hiperinflación o incluso hasta lo podría definir un nivel elevado de desempleo. Nadie lo sabe. Lo único cierto es que indicadores como los de hoy (33% de pobreza, 55% de inflación interanual, 11% de desocupación y estancamiento del PBI per cápita desde 2011) nos hace pensar que la encrucijada a la que nos sometemos cada cuatro años, de seguir eligiendo alternativas de país equivocadas, serán errores que cada vez nos saldrán más caros.

En Argentina aún nos debatimos hacia donde queremos ir, en el mundo esta discusión ha quedado en el pasado: el mundo que crece, se desarrolla y avanza coincide con aquellos países que han definido hacia donde quieren ir, luego debaten únicamente el cómo. Nosotros nos hundimos en la decadencia, aquellos con el horizonte claro prosperan y sacan gente de la pobreza de manera sistemática.

A pesar de esta realidad nefasta con las que nos soca convivir, quienes pretenden estar al mando del Ejecutivo a partir del 10 de diciembre siguen proponiendo exactamente lo mismo que en el pasado ha sido el trampolín hacia la decadencia actual. Ponerle plata en el bolsillo a la gente, medicamento gratis para todos los jubilados, no hacer frente a los compromisos de la deuda, la sustitución de importaciones y demás delirios que de llevarse a la práctica, no significarán otra cosa que un nuevo paso hacia el abismo tercermundista, con más pobreza y estancamiento, peores niveles educativos, más inflación y lo que es peor, una oportunidad nueva que se pierde para hacer de este un país en serio.

El fracaso es atribuible a prácticamente toda la sociedad y muy especialmente a cada uno de ellos que nos han representado. Aquí no hay exclusividades: la responsabilidad es de todos. En los últimos 16 años hemos visto las devastaciones kirchneristas y los incansables desaciertos del oficialismo que solo han logrado profundizar nuestra voluptuosa decadencia, decadencia ésta que nos aqueja desde hace prácticamente ochenta años y que a pesar de ello, buena parte de los argentinos volverán a elegir entre aquellos que de alguna u otra manera nos han empujado hasta aquí.

Si queremos pasado, tendremos pasado. Pasado que no será otra cosa que nuestro malogrado presente. Si lo que queremos es futuro, debemos empezar por saber qué es lo que queremos como país no repitiendo errores del pasado, dejando atrás de una vez por todas esa enfermedad responsable de todos nuestros pecados, esa enfermedad que nos ha desvanecido, esa enfermedad que nos ha hundido en lo peor de nosotros, esa enfermedad que tiene un solo nombre: esa enfermedad llamada populismo.

(*) Analista económico, docente universitario. Twitter: @madorni

Dejá tu comentario

Te puede interesar