30 de septiembre 2008 - 00:00

Buika: emoción y desbordes

La españolaConchaBuika sepresentópor primeravez enBuenosAires anteun ND/Ateneorepleto; surecital oscilóentremomentosde granprofundidady emociónciertodesbordeque llegó airritar losoídos.
La española Concha Buika se presentó por primera vez en Buenos Aires ante un ND/ Ateneo repleto; su recital osciló entre momentos de gran profundidad y emoción cierto desborde que llegó a irritar los oídos.
Presentación de «Niña de fuego». Actuación de Concha Buika (voz). Con Iván «Melón» Lewis. (Teatro ND/Ateneo, 27 de septiembre.)

De ascendencia guineana, Concha Buika nació en España y canta en estilo andaluz. Quizá por el buen trabajo de marketing para aprovechar al máximo esta primera visita a nuestro país, la sala del teatro ND/Ateneo resultó chica para la demanda que generó esta cantante que ha editado tres discos -el segundo «Niña de fuego», acaba de ser publicado en Argentina- Y que tiene un modo de cantar que va de Miguel de Molina al cante flamenco.

Público heterogéneo, algo «intelectual», curioso, para el debut de Concha Buika. Una buena parte de ese público -a pesar de la novedad que representa esta cantante- ya llega al concierto con una buena idea de lo que hace. Sobre el escenario, la española que, en este caso, estuvo acompañada solamente por un pianista, recorrió una lista de canciones no muy extensa, con clásicos de la canción hispanoamericana como «Volver, volver» o «La falsa moneda», tangos como « Nostalgias» o «Volver» en versión española y muy personal, y varios títulos propios y/o de Javier Limón, quien, además, arregló y dirigió su último álbum. Buika maneja un fraseo muy libre que, generalmente, encuentra el cable a tierra en el piano de Iván «Melón» Lewis. Hay una contradicción y un complemento en los modos de cantante y pianista, entre la ortodoxia armónica de él y la heterodoxia en los gritos y la libertad rítmica de ella. Ese juego está siempre en el límite y los resultadosno son siempre idénticos: a veces, esa manera expansiva de canto alcanza una profundidad y una emoción tremendas («La falsa moneda», «Niña de fuego», «Nostalgias»); en otros casos, roza el desborde y hasta puede irritar los oídos. Escasean los medios tonos y las dinámicas «piano», tanto en la voz como en el pianista; y el canto entrecortado le gana casi siempre a la melodía plena.

Hay que aceptar entonces estas particularidades de Buika para disfrutarla. Pero, lo que queda bien claro es que este debut en vivo -más aún que en el disco- la pone en un lugar interesante y su aparición significa una saludable rareza en el no muy floreciente panorama de la música popular actual.

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