Coinciden dos estrenos de cine nacional con protagonistas femeninas. Una de esas películas alerta contra los trastornos de conducta alimenticia. La otra alienta todo trastorno de conducta sexual, mientras sea feliz y consentido.
Desórdenes alimenticios y sexuales en dos estrenos de cine argentino
"Chocolate para tres", de Tomás Sánchez, protagonizada por Flor Torrente y Elena Roger, y "Vera y el placer de los otros", de los rosarinos Romina Tamburello y Federico Actis.
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“Chocolate para tres”, de Tomás Sánchez, tiene varias figuras conocidas, lindos paisajes de las afueras de Purmamarca y Bariloche, y una historia medio enredada sobre una familia y un hotel que nunca vemos, que el abuelo quiere vender y la nieta quiere conservar por amor a su finado padre. A la madre la aborrece, a la pareja de la madre también, y a su futuro hermanito ni digamos.
Está enojada con medio mundo, y eso la lleva a desatender su carrera profesional, los consejos de los demás y la comida sana que le ofrecen. Come mal porque se siente mal. También es una egocéntrica malcriada, maleducada e insoportable. El problema es ese, casi toda la película hay que estar soportando sus berrinches. Por suerte sienta cabeza y hay un final feliz, todos juntos comiendo una torta de chocolate con arándanos, higos y nueces, bajas calorías y disfrutando el canto de un dúo formado por Flor Torrente y Elena Roger, bastante bueno.
Flor Torrente es la protagonista. La acompañan Gastón Soffritti, Romina Gaetani, Andrea Pietra, Elena Roger, Antonio Birabent, Romina Fernandes, Marta Mediavilla y especialmente Beatriz Spelzini y Arturo Puig en rol de abuelos separados pero dispuestos a una segunda oportunidad. Director, Tomás Sánchez, un independiente que antes hizo dos historias muy interesantes de conflictos familiares, “Otro corazón” y “Todavía”, ambas con gran elenco y equipo técnico de primera, como la que ahora vemos. Pero le falta un coguionista.
Por su parte, “Vera y el placer de los otros”, hecha con poca plata y gente joven casi desconocida, cuenta la riesgosa aventura de una adolescente que alquila por horas un sucucho húmedo donde parejas también adolescentes puedan tener algo de intimidad. Y decimos algo, no todo, porque ella suele escucharlas detrás de la puerta. Ese es su deleite, y también su aprendizaje. El problema es que ese lugar no es suyo. Es responsabilidad de una inmobiliaria, la madre lo tiene a cargo y la hija le roba la llave.
Hecho ese planteo, solo cabe esperar que la chica avance en su aprendizaje, la madre no advierta sus picardías, y la inmobiliaria no interrumpa el negocio. Vale la aclaración, ésta no es, ni de lejos, una película comercial del tipo que solía llenar salas de hombres solitarios en viejos tiempos. Su intención y sus modos son otros, atentos a los tiempos actuales donde se impone la mirada femenina, y no diremos más para no arruinar la expectativa.
Sus directores, Romina Tamburello y Federico Actis, son rosarinos y como tales filmaron todo en Rosario con técnicos santafesinos y entrerrianos. También el reparto es rosarino, excepto Inés Estévez, la madre, y Luciana Grasso, la ingeniosa. Cierto, ella ya no es tan adolescente, pero, por razones legales, a ese personaje solo podía representarlo alguien mayor de edad. Y ella resulta totalmente creíble como chiquilina y da gusto verla.
Además es un buen paso en su carrera, porque, si bien ya tiene cierto renombre en el teatro off, en cine solo había actuado en films de terror de poca difusión, como “Al morir la matiné”, “Las noches son de los monstruos” y, de algún modo, el lejano cortometraje “Virgen”, a cuyos personajes les hubiera venido muy bien el refugio que alquila Vera, en vez de una casa apartada con algo indeseado en la penumbra.
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