7 de abril 2003 - 00:00

Divertida variante de comedia costumbrista

Divertida variante de comedia costumbrista
«El pánico» Libro y dir.: R. Spregelburd. Int.: P. Acuña, E. de Almeida, G. Calcaterra, I. En-right, K. Firbank, J. Lascano, M. Lovece, A. Lo Tartaro, L. Pettigiani, M. Morando, L. Paredes, D. Zanolli. Esc.: O. Carballo. Vest.: J. Alvarez y el elenco. Luces: D. Angeleri y R. Spregelburd. («Del otro lado».)

Con su decidida apuesta al humor «El pánico» es, en cierta forma, una mordaz y divertida variante de comedia costumbrista, infiltrada con recursos provenientes del cine clase B. Este nuevo trabajo de Rafael Spregelburd tiene algunos puntos en común con «Gore» del director y dramaturgo Javier Daulte (actualmente en cartel). Ambos espectáculos utilizan la estética defectuosa y torpemente artesanal que caracteriza a las producciones de bajo presupuesto, pero ese recurso se transforma aquí en una excelente herramienta teatral ya que pone en evidencia la «falsedad» de lo que se está representando y, a la vez, supera el desafío de volver creíbles los hechos más disparatados.

Spregelburd
escribió «El pánico» para un grupo de actores egresados de la Escuela Nacional de Arte Dramático, cuyo desempeño en la obra resulta muy auspicioso. Este es el quinto título que el autor dedica a su Heptalogía de Hieronymus Bosch, un compendio de siete obras basadas en los pecados capitales. Pero más allá de cualquier asociación de índole religiosa, la obra pone en primer plano una temática muy ligada al cine de terror: el miedo a los muertos y la resistencia de éstos a asumirse como tales.

El muerto, en este caso, es un padre de familia (y esposo infiel), que luego de un accidente fatal ronda por su casa como si tal cosa, mientras su esposa e hijos buscan ansiosamente la llave de la caja de seguridad de un banco que el hombre escondió antes de morir. La única que percibe su presencia es una vidente contratada por la familia (excelente trabajo de Ideth Enright), pero ésta no le presta la suficiente atención porque está demasiado harta de tratar con muertos.

Una gran pereza moral y mental parece dominar a todos los involucrados en esa búsqueda. Desde la despistada empleada de banco (magníficamente interpretada por Karina Firbank) hasta el tonto terapeuta que atiende a la familia probando nuevas técnicas, todos se comportan como individuos terriblemente inseguros o desganados. Son incapaces de ver lo que ocurre frente a sus narices y siempre viven al borde del pánico, originado éste en su propia inconsistencia y en sus múltiples dudas.

Spregelburd
es un experto en generar estructuras dramáticas donde lo caótico deviene en un montaje de estimulante dinamismo que nunca pierde legibilidad. A esto se suma un intenso trabajo actoral que aporta coherencia a las situaciones más desopilantes, burlándose de la moral, los estereotipos culturales y hasta del vacío existencial de estos seres mediocres y claramente reconocibles.

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